José Francisco Robles Ortega: “La evangelización ha de ser nueva en su ardor y en sus métodos”

cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), presidente delegado Sínodo Nueva Evangelización

Cardenal de Guadalajara (México) y presidente delegado para el Sínodo sobre la nueva evangelización

cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), presidente delegado Sínodo Nueva Evangelización

FELIPE DE J. MONROY GONZÁLEZ | Nombrado como uno de los tres presidentes delegados de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el arzobispo de Guadalajara (México), el cardenal José Francisco Robles Ortega, no solo tiene cierta ventaja en el cardenalato (fue creado en 2007) frente a sus homólogos de Hong-Kong (China), John Tong Hon (creado en 2012), y de Kinshasa (República Democrática del Congo), Laurent Monsengwo Pasinya (2010). [Extracto de la entrevista con el cardenal Robles Ortega]

También es diez años más joven que ambos y, a diferencia de ellos –que participan en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos–, fue de los primeros miembros elegidos para el novísimo Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, creado en 2010 por Benedicto XVI, eje central del sínodo que, con el título de La Nueva Evangelización en la transmisión de la fe cristiana, se abre en Roma el próximo 7 de octubre, y cuyos frutos alimentarán el caminar de este flamante dicasterio.

– ¿Cuál es la importancia del Sínodo, dado el planteamiento que hace el Papa sobre la nueva evangelización?

– Tiene una importancia especial por el momento histórico que estamos viviendo, y porque es un tema que se deriva de las prioridades del Concilio Vaticano II y de la preocupación de los últimos pontífices, iniciada por Pablo VI, pero de manera especial por Juan Pablo II, y que Benedicto XVI ha sabido leer y acoger. Esto se nota en el Sumo Pontífice no solo por haber convocado el Sínodo, sino también por haber creado el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.

Reafirmar la Palabra

– Este Sínodo de Obispos y el Pontificio Consejo, ¿cómo se conectan y dan seguimiento al caminar de la Iglesia hacia nuevos horizontes?

– El proceso viene de lejos. Se desata con el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia retoma su más profundo ser y esencia, como comunidad de discípulos evangelizados y evangelizadores. Si recordamos, tras el Concilio se dieron pronto constituciones muy importantes: una, en particular, que tiene que ver con la Palabra, lo que significa para la vida de la Iglesia y en su misión.cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), presidente delegado Sínodo Nueva Evangelización

Al abordar la Palabra, su autoridad, su poder, comprendemos cómo, para que conserve ese poder y eficacia, tiene que ser leída e interpretada por el magisterio, pero tomando en cuenta, al mismo tiempo, la tradición. De tal manera que este tema ha sido el motor con el que la Iglesia retoma la esencia de ser la comunidad evangelizada y evangelizadora, con la particularidad del Sínodo anterior, cuyo tema fue La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.

Se reafirma más, se actualiza más el anhelo de la Iglesia de fincar este anhelo y propósito que tiene de asentar su ser y su misión en la transmisión de la Palabra. Al final, la evangelización es eso: hacer que la Palabra penetre en los oídos y el corazón de los hombres, que haga surgir el fruto precioso que es la fe, que brota de la escucha de la Palabra, el don más preciado que emerge de la Palabra. Cuando el Papa nos convoca a un sínodo de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, no puede prescindirse de la Palabra.

– ¿Cuáles son los motivos para convocar y hacer coincidir el Sínodo con el Año de la fe?

– Hago referencia a las dos situaciones que motivan al Santo Padre para convocar este Año de la fe: el aniversario del Concilio Vaticano II y el aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Son temas que no están separados de la nueva evangelización. No se puede hablar de un impulso de la nueva evangelización si no se parte de una convicción de fe profunda: quiénes somos como seguidores de Cristo, quiénes somos como hijos de Dios, quiénes somos como Iglesia y la misión que tenemos.

De tal manera que los retos que tiene la profundización en la belleza de nuestra fe son obvios. El mundo ha caído en un secularismo donde pareciera que Dios ya no tiene lugar, ya no es necesario; el hombre se ha posesionado no solo de su lugar en la creación, sino de su lugar, también, en el proceso de desarrollo de la misma creación, por la ciencia, por la técnica. Es un mundo secularizado al que hay que responder con el valor fundamental de la fe, su belleza y su importancia en la vida del ser humano.

Las nuevas generaciones, tristemente en muchos casos, ya no han sido motivadas por sus padres a vivir desde la infancia la hermosura de la fe, por muchas razones. Muchos padres de familia han renunciado a ser los primeros transmisores del anuncio que motiva la fe. Las nuevas generaciones ya no han tenido esta dicha, viven su juventud sin esperanza, sin futuro, sin sentido. Es importante, por tanto, hacerles descubrir ese valor trascendental, un importante motor en la vida que da sentido a lo que hacemos y sucede con base a la hermosura y a la grandeza de nuestra fe.

“El Sínodo sobre la Nueva Evangelización
deriva de las prioridades del Concilio Vaticano II
y de la preocupación de los últimos pontífices,
sobre todo, Juan Pablo II”.

– Menciona el secularismo como uno de los obstáculos para la vivencia de la fe. Otro es el relativismo. Además, ¿qué otras barreras ve en el panorama para impulsar esta nueva evangelización?

– El secularismo y el relativismo llaman también a otros “ismos”, como el materialismo y el hedonismo. Normalmente, cuando se da uno de estos, se hace orquesta con otros, de tal manera que supone un impedimento real, porque las características de estos movimientos son cortar toda relación con lo trascendente. El hombre, el mundo, su espacio y su tiempo, son propiedad privada, donde no tiene cabida lo trascendente. Ya desde ahí hay un impedimento para la penetración de la fe.

Pero siempre será un deber para la Iglesia proponer su mensaje, con la característica de los tiempos apostólicos. En muchos ámbitos de la Iglesia ya no se puede pensar en la vivencia de la fe en masa, en grandes grupos. Ahora, se tiene que empezar en familia, en pequeños grupos, de manera personal lo más posible, como en los tiempos apostólicos. Se trata de un reto apasionante, esperanzador, porque siempre tendrá el hombre, por más que lo niegue, que quiera disimularlo, apertura a la trascendencia, aunque se presenten muchos obstáculos.

cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), presidente delegado Sínodo Nueva Evangelización– El ‘Instrumentum laboris’ para este próximo Sínodo se refiere a la nueva evangelización como un “instrumento de intrepidez” y como medio de “un nuevo fervor misionero”. ¿Cómo hay que entender estos términos?

– Esto se hace eco de las características que Juan Pablo II colocaba a la nueva evangelización, nueva en su ardor, con un nuevo entusiasmo, con verdadera convicción, un ardor de quien está verdaderamente poseído del valor y la grandeza del Evangelio. De la misma forma, nueva en su expresión y nueva en sus métodos. Debemos entender que la Iglesia está haciendo el esfuerzo de que su único mensaje penetre en la inteligencia, en la percepción de la gente, de acuerdo al lenguaje que le es permitido manejar. Como señalamos, nueva en su expresión, en sus métodos, nueva en sus formas, y precisamente, la nueva evangelización está en esta línea de la búsqueda de métodos eficaces para evangelizar.

Nuevos espacios

– ¿Qué lenguajes vislumbra para hacer llegar este mensaje al hombre y a la mujer de hoy?

– Pienso, por ejemplo, en aquellos que requieren los medios de comunicación o las nuevas redes que la tecnología nos presenta. Si el objetivo de la nueva evangelización es hacerla nueva en su ardor, nueva en sus métodos, también hablamos de nueva en su expresión.

– Aunque la Iglesia, por sí misma, se dice misionera, la nueva evangelización requiere que se amplíen los escenarios de la predicación. ¿Cuáles son los nuevos espacios, los terrenos a los que hay que llegar?

– La nueva evangelización sí contempla un ámbito intereclesial, donde se viva el fervor de la fe cristiana como, por ejemplo, se vive en América Latina y el Caribe. Todavía gozamos de la posesión de los valores evangélicos que, ciertamente, hay que depurar, fortalecer y reencauzar por el camino del Evangelio.

Pero hay otros ámbitos de la fe cristiana en donde se ha extinguido y apagado, se han apartado, de tal manera que la nueva evangelización contempla esos escenarios, pero de ninguna manera deja de contemplar la misión ad gentes, es decir, aquellos que no han tenido la dicha de conocer el mensaje de Jesucristo. No quiere decir que no nos preocupan los que, en casa, se nos han separado, sino que siempre estará el mandato de ir a toda la gente. Por tanto, también contempla este escenario de los pueblos que no conocen la Buena Nueva del Evangelio. Pero también hay otros escenarios en los que debemos sembrar la semilla del Evangelio, ambientes a los que nunca hemos llegado o en los que poco hemos podido hacer.

“En muchos ámbitos de la Iglesia
ya no se puede pensar en la vivencia
de la fe en masa, en grandes grupos.
Ahora, se tiene que empezar en familia,
en pequeños grupos, de manera personal lo más posible,
como en los tiempos apostólicos”.

– ¿Cómo cuáles?

– Por supuesto, en los alejados, a quienes no han descubierto la belleza de la fe; en los medios de comunicación de masas; en la movilidad humana; y en los centros de toma de decisiones, es decir, aquellos en donde se está construyendo ciudadanía y participación.

– ¿Cómo interpretar que el Papa haya elegido como presidentes delegados de este Sínodo a tres cardenales que están fuera de Europa?

– El sínodo es la expresión, por la convocatoria, que manifiesta la universalidad de la Iglesia, la presencia de la Iglesia en todos los ámbitos del mundo. De alguna manera, en la realización y desarrollo, tienen que asegurarse estas presencias. Así leo el nombramiento de los tres presidentes delegados: uno por Asia, uno África y otro por América, que es mi caso. No está desatendida ninguna de las partes que representa la universalidad de la Iglesia, solo que en estos tres nombramientos está clara la presentación de la geografía católica. El presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el cardenal Rino Fisichella, es italiano. Así se completan los hemisferios.

Ilusión ante el Sínodo

– ¿Cuál es el trabajo de un delegado presidente para el Sínodo?

– Hemos sido citados con anterioridad, precisamente, para puntualizar cada una de las labores propias; sin embargo, sé que los delegados presidentes tienen que llevar, en la práctica, el curso de la Asamblea, velar por que se lleven a cabo de una manera ordenada y puntual los trabajos de los obispos representantes de las conferencias. Serán dos reuniones previas al Sínodo donde se establecerán cada una de las actividades.cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), presidente delegado Sínodo Nueva Evangelización

– Con todo, el tema de unidad en la Iglesia es vital para la Santa Sede. ¿Con qué ánimo percibe que los representantes participan de cara al Sínodo?

– Hay un ánimo muy positivo expresado en ello. Me refiero, particularmente, a la respuesta que han dado a los cuestionarios enviados a todos los episcopados del mundo en los Lineamenta. Si ahora leemos el Instrumentum laboris, en cada punto se habla del interés y la rapidez con que todos los obispados del mundo han respondido a esta inquietud, propuesta y necesidad de lanzar una nueva evangelización. Esto ya anticipa que quienes han sido elegidos por sus episcopados para participar en el Sínodo lo harán con el mejor de los ánimos y espíritu, para manifestar en la universalidad de la Iglesia este reto de la nueva evangelización.

– Cómo representante, también, de América Latina, ¿cuáles podrían ser los aportes de esta parte del mundo, que aún conserva grandes multitudes católicas, para este tema de la nueva evangelización?

– Creo que los aportes, en alguna forma, ya están hechos, especialmente a partir de la Asamblea de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM) en Aparecida, en 2007. Pero destaca el proceso evangelizador como misión permanente y continental. Es un aporte esperanzador en la Iglesia y de la Iglesia. Llevar a cabo una misión permanente con un programa específico es ya un aporte en la línea de la nueva evangelización. Aquí no se ha extinguido la presencia, la acción del Evangelio, no se ha apagado el celo misionero y evangelizador.

Otro aporte que pudiéramos mencionar es la participación de tantos laicos que están dispuestos a vivir su condición de discípulos misioneros de Cristo. Además, contamos con la riqueza de la religiosidad popular como un valor que no se puede negar, que está ahí, con el reto de purificarlo, reorientarlo y hacerlo brillar con la luz del Evangelio. De tal manera que esta vitalidad de las Iglesias en América Latina y el Caribe puede ser, en el momento del Sínodo, un aporte real, porque existe, lo estamos haciendo, y esto es esperanzador.

“Primero debemos analizar la postura de
las personas respecto de su interés
en este mensaje evangelizador, o saber por qué
quizá no les interesa. Después, tendremos que
echar mano de todas las posibilidades,
herramientas y estrategias”.

– ¿Con qué métodos y estrategias quisiera que las propuestas de este Sínodo puedan descender y acendrarse en las comunidades?

– Creo que primero hay que analizar la situación en la que se encuentran las sociedades y respecto a la fe que guardan sus comunidades. Siento que debemos analizar la postura de las personas respecto de su interés en este mensaje evangelizador, o saber por qué quizá no les interesa. Después, tendremos que echar mano de todas las posibilidades de herramientas, estrategias y medios que faciliten más y ayuden a posesionar la Palabra en la mente y corazón de los hombres. Desde luego, no se podrá prescindir de los avances de la tecnología; tendremos que echar mano de ellos.

– Esta nueva evangelización, ¿simboliza la gran epopeya de la Iglesia en el siglo XXI?

– No de ese modo. Yo lo veo, más bien, como el fruto maduro de un proceso que desató el Concilio Vaticano II de actualizar la Iglesia, su ser y su misión para entrar en un diálogo con un mundo que ya acusaba un cambio estrepitoso, rápido en su manera de concebirse. Desde entonces se desata el proceso: acoge las inquietudes del tiempo y las proyecta con mucha visión para el futuro. El papa Juan Pablo II retomó este tema; en su magisterio lo analiza y profundiza, lo propone a distintos foros. Como él mismo lo señaló, es nuevo en sus métodos, en su expresión y en su ardor; pero culmina todo un proceso que, con toda claridad, verdad y entusiasmo, ha demostrado que su único fin es responder ampliamente a las necesidades de renovación de la vida cristiana en nuestras sociedades.

En el nº 2.815 de Vida Nueva.

 

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