Hildegarda de Bingen, una pluma en las manos de Dios

Hildegarda de Bingen, fotograma película 'Visión'

Será proclamada doctora de la Iglesia el próximo 7 de octubre

Hildegarda de Bingen, fotograma película 'Visión'

Fotograma de la película ‘Visión’

MARÍA EUGENIA GÓNGORA, Universidad de Chile | “El próximo 7 de octubre, en el inicio de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, proclamaré a san Juan de Ávila y a santa Hildelgarda de Bingen, doctores de la Iglesia universal”, anunciaba Benedicto XVI el Domingo de Pentecostés. Cercano ya tan esperado acontecimiento, traemos a estas páginas una aproximación a toda la riqueza que encierran la biografía y los escritos de la benedictina alemana.

En ellos, esta mujer de la Edad Media, aunque adelantada a su tiempo, nos brinda una imagen de sí misma, de su relación con Dios y del origen de su conocimiento que nos permiten descubrir el alcance de su vocación y misión.

La vida de la visionaria y escritora Hildegard von Bingen, nacida en la región del Rin cercana a la ciudad de Mainz en 1098 y muerta en su convento de Rupertsberg en Bingen en 1179, nos es conocida a través de sus grandes libros visionarios y científicos, de su abundante epistolario y de la Vita Sanctae Hildegardis, una hagiografía compuesta por el monje Theoderich von Echternach en la década de 1180 y en la cual encontramos un número significativo de pasajes autobiográficos.

Entre las cartas que la religiosa envió al papa Eugenio III (ca.1148-1149) y al maestro de teología Odo de Soissons (1147-1148), encontramos dos breves relatos muy similares entre sí y que tienen, a nuestro parecer, un carácter demostrativo importante.

En ellos podemos percibir cuál es la imagen de sí misma que Hildegarda quiso transmitir a estos dos destinatarios de sus cartas, al inicio de sus trabajos de composición y registro de su experiencia visionaria oficialmente admitida por la jerarquía eclesiástica.

Ya hacia el final de su vida (en 1175), Hildegarda escribió, asimismo, al joven monje Guibert de Gembloux una carta que ha sido denominada De modo visionis suae (“Del modo de sus visiones”), en la que retoma la misma imagen de las cartas a Eugenio III y Odo de Soissons, pero fuera del relato que los enmarcaba en esas cartas de fines de la década de 1140.Hildegarda de Bingen, doctora de la Iglesia universal

  • … Sin embargo, tú, padre de los peregrinos, oye a Aquel que es: un rey muy poderoso reinaba en su palacio y ante él tenía grandes columnas ceñidas por cinturones de oro y adornadas con gran profusión de perlas y piedras preciosas. Pero a aquel rey le plugo tocar una pequeña pluma que volaba milagrosamente. Y un fuerte viento la sostuvo para que no desfalleciera. Carta a Eugenio III, (1148-1149?), trad. V. Cirlot; Van Acker, L., (Epist. II).
  • … Pero yo tiemblo mucho debido a la humilde forma que hay en mí. Oye ahora: un rey estaba sentado en su trono y erigió ante él altas y bellas columnas muy ornamentadas. Los ornamentos eran de marfil y las columnas llevaban con gran honor todos los trajes del rey y allí los mostraban. Entonces al rey le plugo levantar del suelo una pequeña pluma y le ordenó que volara como él quisiera. Pero la pluma no vuela por sí misma, sino que el aire la lleva. Así, yo no estoy impregnada por el conocimiento humano ni por potentes fuerzas, ni tampoco reboso de salud corporal, sino que solo consisto en la ayuda de Dios. Carta a Odo de Soissons, (1148-1149), trad. V. Cirlot, Van Acker, L., (Epist. XL)
  • … Oh fiel servidor, yo, pobrecita forma de mujer, te digo una vez más estas palabras en verdadera visión: si a Dios le pluguiera elevar tanto mi cuerpo como mi alma en esta visión, no retrocedería el temor de la mente y de mi corazón, pues sé que soy humana, por mucho que fuera encerrada desde mi infancia. Muchos sabios fueron infundidos así de milagros, de modo que abrieron muchos secretos y por vanagloria escribieron atribuyéndoselo a sí mismos y por ello cayeron. Pero quienes en la ascensión del alma han apurado la sabiduría de Dios y no se tienen en nada [Sab 9, 6], serán las columnas del cielo [Job 26, 11]… ¿Y de dónde vendría esto, si yo no me conociera en mi pobreza? Dios obra allí donde quiere para la gloria de su nombre y no del hombre terreno. Yo siempre tengo un tembloroso temor, pues no sé en mí ninguna seguridad de la posibilidad que sea. Pero tiendo mis manos a Dios y Él me sostiene, como una pluma que carece de toda gravedad de fuerzas y se deja llevar por el viento. Carta a Guibert de Gembloux (1175), trad. V. Cirlot, Van Acker, L., (Epist. CIII)

El contexto y las fuentes

En este trabajo quisiera proponer una interpretación de los relatos del rey en su palacio de preciosas columnas y de la pluma que él levanta del suelo y hace volar llevada por el viento que la sostiene y según él quiere. En esta interpretación nos referiremos, en primer lugar, al contexto en que las cartas fueron escritas y las posibles fuentes de la creación de Hildegarda.

En una segunda etapa, a las nuevas lecturas que nos sugieren los textos de sus cartas a Eugenio III y a Odo de Soissons, así como la carta a Guibert de Gembloux.

En esta segunda etapa, nos proponemos una lectura de esta imagen de la pluma y de los relatos que Hildegarda inserta en sus primeras cartas –así como la más tardía representación de sí misma fuera de este relato particular–, fundamentalmente como un modo de comprensión, gracias a una imagen poderosa, de su misión y su destino, entendiéndolos como creaciones literarias originales insertas en una tradición religiosa y más específicamente visionaria.

En el nº 2.815 de Vida Nueva. Hildegarda de Bingen. Una pluma en las manos de Dios, íntegro solo para suscriptores.

 

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