Cerrado por falta de vocaciones

misa de despedida de los misioneros claretianos de Tarragona

Religiosos dejan varias ciudades españolas tras años de intensa y abnegada labor

misa de despedida de los misioneros claretianos de Tarragona

Eucaristía de despedida de los Misioneros Claretianos de Tarragona, el pasado 9 de septiembre

F. OTERO | No abundan las vocaciones en la Iglesia, ya sean al sacerdocio o a la Vida Religiosa (VR), una situación que, en el segundo caso, tiene como consecuencias el cierre de casas, monasterios o abandonar lugares en los que llevaban cientos de años… Se ha podido comprobar en los últimos meses en lugares como Tarragona, Alicante, Navarra o Asturias.

En Tarragona, el domingo día 9 –con una Eucaristía presidida por el arzobispo, Joan Pujol Balcells– se puso punto y final a 130 años de presencia de los Misioneros Claretianos, un vínculo que se remonta a la llegada en enero de 1846 del padre Claret, con 38 años, como sacerdote del Obispado de Vic y con el título de misionero apostólico concedido por Roma.

Sin embargo, la presencia como congregación data de 1883, cuando se fundó una comunidad para la formación espiritual y académica del seminario diocesano, aunque su misión actual no se inició hasta 1951, cuando se les confió la iglesia de San Agustín, que ahora dejan.

Los últimos claretianos en la ciudad fueron Bru Cañigueral, Miquel Bonjoch y Pedro Codinachs, que, junto con otros muchos, “han llevado a cabo –se puede leer en una nota hecha pública por los Claretianos de Cataluña– una relevante labor pastoral ofreciendo un servicio continuado y generoso”. Una labor a la que se añade una gran dedicación a la educación, a la vida diocesana y al mantenimiento del patrimonio.

“Lazos que no se rompen”

A esta situación se refirió el provincial de los Claretianos de Cataluña, Màxim Muñoz, también presente en la despedida del domingo: “Es una pena cerrar una comunidad con una ejemplar trayectoria de cerca de 130 años. Nos obliga la falta de vocaciones y la necesidad de atender debidamente a las personas. Hay que dar gracias a Dios por haber podido realizar esta misión al servicio de la ciudad y del Arzobispado de Tarragona que tanto nos ha amado. Hay lazos que no se rompen nunca. Por otra parte, nuestra presencia en el Arzobispado continúa en Valls, en el colegio Claret, y la parroquia del Lledó, y llega también a través de otros servicios propios de nuestro carisma, como la Editorial y Librería Claret y los medios digitales”.

Al igual que los claretianos en Tarragona, los franciscanos de Alicante tuvieron que hacer las maletas por falta de vocaciones. A finales de agosto, se despidieron de la parroquia de la que se encargaban, San Antonio de Padua, entre los gestos de cariño de los feligreses. Se cerraba así una presencia franciscana de seis siglos. Una marcha que tanto los religiosos como los ciudadanos encajaron con tristeza y dolor.

Así lo expresó Antonio Cifuentes, fraile de la comunidad, en una entrevista en el diario Información: “Son muchos ya los años que llevamos aquí en la ciudad, y en especial yo, que era el que más tiempo llevaba aquí. En un primer momento, sentó como un jarro de agua fría, pero, posteriormente, y viendo la situación de los conventos franciscanos en el resto de lugares, era de esperar. Había muchas casas franciscanas abiertas y cada una con muy pocos frailes, por lo que en algunos lugares la situación era muy complicada. (…) Aunque es cierto que no queríamos que sucediera, sabíamos de la realidad de la situación. Hubiéramos preferido no cerrar nuestra casa franciscana aquí en Alicante, pero, si esta ha sido la decisión, hay que adaptarse”.

En la ciudad navarra de Tafalla ha sido la Congregación de las Hijas de la Cruz la que ha tenido que cerrar, al trasladar a las religiosas que allí mantenía a otras casas. Los Padres Escolapios toman el relevo en el colegio que gestionaban. Como en los casos anteriores, coincide la falta de vocaciones como causa del abandono, así como el cariño y el reconocimiento de los ciudadanos, extensible a la prensa. “Innegable y elogiosa labor educativa, social y religiosa”, se leía en el Diario de Noticias.

Otros casos nos llevan a Asturias, donde los Hermanos de San Juan dejaron el Monasterio de Valdediós, y al Monasterio de Yuste, que los jerónimos ya abandonaron hace dos años para recalar en Segovia, entre otros. Una realidad que parece tendrá continuidad y que las congregaciones están afrontando con responsabilidad.

En el nº 2.815 de Vida Nueva.

Compartir