La Iglesia y los recortes

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“la Iglesia no ha tenido que esperar a que se tomaran decisiones muy drásticas para ayudar a resolver los problemas económicos que aquejan a nuestra sociedad. Por decirlo de alguna manera, se ha ‘autorrecortado’…”.

¡Ya solamente faltan los políticos y la Iglesia! Parece ser que los primeros se dieron por aludidos y han echado la tijera a sueldos y complementos. En el caso de la Iglesia, la llamada para apretarse el cinturón llegaba tarde, pues hacía ya bastante tiempo que los obispos y los sacerdotes detraían voluntariamente, de sus exiguos emolumentos, algunas cantidades fijas y periódicas para ponerlas en las manos de las obras caritativas y asistenciales de la Iglesia.

Lo mismo hacen las comunidades religiosas
, y de una forma muy generosa, no acudiendo a unos sueldos que no tienen, en la mayor parte de los casos, si no haciendo que parte de sus ingresos vayan destinados al fondo de caridad. Esto, aparte de las grandes prestaciones personales con las que ejemplarmente se contribuye a la ayuda de los más necesitados.

Hace tiempo que en algunas diócesis se propuso, para unos y otros, que la cantidad correspondiente a un día de trabajo se ofreciera de forma habitual al fondo de ayuda social. También se viene haciendo con la entrega de las pagas extra, que se dedican a esa misma finalidad.

Así que la Iglesia no ha tenido que esperar a que se tomaran decisiones muy drásticas para ayudar a resolver los problemas económicos que aquejan a nuestra sociedad. Por decirlo de alguna manera, se ha “autorrecortado”. Para refrescar la memoria, vayan ustedes a los archivos de la Conferencia Episcopal, de las diócesis, de las parroquias, de los conventos…, y vean las cantidades que en estos últimos años figuran, en presupuestos y balances, en ese importante capítulo destinado al cuidado de los más pobres.

Nada más que como un ejemplo, la Conferencia Episcopal Española, en el último ejercicio económico, ha entregado a Cáritas cinco millones de euros. Y no es de lo que sobra, ni mucho menos, sino como ejercicio de obligatoria caridad cristiana y de solidaridad social.

No crean ustedes que no le cuesta a uno poco trabajo el decir alguna de estas cosas, pues parece como presumir a costa de los pobres y hacer posible que las dos manos se den por enteradas. Pero también es conveniente pedir, al menos, que se busque información objetiva antes de presentar interpelaciones a la Iglesia, vamos a decir que absolutamente improcedentes.

Decía Benedicto XVI: “El amor, como reafirma Jesús en el pasaje evangélico de hoy, debe traducirse después en gestos concretos en favor del prójimo, y en especial, en favor de los pobres y los necesitados, subordinando siempre el valor de las ‘obras buenas’ a la sinceridad de la relación con el ‘Padre celestial’, que ‘ve en lo secreto’ y ‘recompensará’ a los que hacen el bien de modo humilde y desinteresado” (Homilía en el Miércoles de Ceniza, 1-3-2006).

En el nº 2.814 de Vida Nueva.

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