Autocrítica de los obispos paraguayos por el cese de Fernando Lugo

obispos de Paraguay y presidente en funciones Federico Franco

Analizan su actuación en la caída del Gobierno y llaman a la unidad y la comunión

obispos de Paraguay y presidente en funciones Federico Franco

Los obispos, en la misa por la toma de posesión de Federico Franco (al fondo)

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Con la perspectiva de los meses del verano, los obispos de Paraguay, reunidos en Asamblea Extraordinaria el 27 y el 28 de agosto en Asunción, han analizado de un modo autocrítico su actuación en la crisis política que motivó la destitución del entonces presidente del Gobierno, Fernando Lugo, por el Congreso paraguayo a finales de junio tras su mala gestión en la matanza de indígenas en Curuguaty.

En aquellos días, pese a la postura de colectivos de Iglesia que denunciaron que el proceso formaba parte de un “juicio político” orquestado para sacar del poder al exobispo, varios prelados se unieron a los críticos que pedían a Lugo su abandono de la presidencia en caso de no poder llevar las riendas del país.

Más de dos meses después de unos hechos que acabaron con la designación como presidente del hasta entonces número dos del Ejecutivo, Federico Franco, del Partido Liberal –aunque el Partido Colorado, fuerza política que había copado durante seis décadas los gobiernos de la nación, y que contaba con una fuerte posición parlamentaria, ya había tratado de destituir a Lugo en hasta 23 ocasiones–, los prelados han reflexionado sobre los mismos a partir de las “inquietudes, dudas y decepciones”, pero también las “esperanzas”, de quienes les han hecho llegar su opinión sobre el posicionamiento eclesial en un momento político tan grave.

La aceptación de su posible fallo se aprecia claramente en este punto del comunicado hecho público tras la reunión asamblearia: “Si se ha juzgado que se han cometido errores, pedimos la comprensión y el perdón”.

Para, a continuación, más concretamente, explicar qué les movió a censurar a Lugo en aquel momento: “La actuación de algunos obispos del Consejo Episcopal Permanente la noche del 21 de junio se debió a la noticia recibida de un inminente derramamiento de sangre. Se quiso evitar que hubiera otro hecho delictuoso entre hermanos”.

“Los obispos –abundan en su petición de perdón–, sabiendo que nuestra misión primordial es crear un ambiente de paz y de comunión, asumimos nuestra responsabilidad en el caso de que no hayamos dado testimonio de comunión”.

Los prelados, que reconocen sus “limitaciones y errores, como Iglesia”, así como que han puesto “quizá el acento más en lo humano que en lo divino”, no esconden que su actuación en tal crisis política ha producido “discrepancias y disidencias” en las comunidades cristianas, fundamentalmente en ámbitos parroquiales y de la Vida Religiosa.

De ahí que planteen este mensaje como un nuevo punto de partida, desde “una mirada de fe sobre lo sucedido”, para que la Iglesia sea sin lugar a dudas en la sociedad un “puente de reconciliación, pacificación y comunión”.

Empezando por la convivencia intraeclesial: “Podemos discrepar con opiniones y acciones que no conciernen directamente a la doctrina y moral cristiana, pero evitando que estas puedan generar divisiones y discordias en la comunidad”.

De ahí que dediquen el resto del comunicado a agradecer el compromiso de fe tanto de los sacerdotes y religiosos como de los fieles laicos. Una mano tendida, con un lenguaje cercano y humilde, que, una vez más, llama a la unión fraterna: “Llamados por el Señor a ser los pastores de la Iglesia en Paraguay, queremos seguir trabajando con todos en la planificación y solvencia de la comunión basada en la confianza y en el amor mutuo”.

Elecciones en un año

Pese a las dudas despertadas en algunos sectores, el presidente en funciones, Federico Franco, ha convocado nuevas elecciones generales para el 21 de abril de 2013, coincidiendo con el fin de la legislatura que inauguró Fernando Lugo.

Sin embargo, el anterior mandatario ha manifestado su escepticismo ante la validez de la cita electoral: “Nos preguntamos si una justicia electoral, viciada por integrantes de partidos tradicionales y conservadores, que han ejecutado ese golpe [en referencia a su destitución por el Parlamento paraguayo], puede garantizar elecciones libres, transparentes y creíbles”. Para ello, solicita la vigilancia de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de observadores internacionales.

En el nº 2.814 de Vida Nueva.

 

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