Manuel Cortés: “El Evangelio lleva dentro dinamita cultural”

Reelegido superior general de la Compañía de María (Marianistas)

Manuel Cortés, superior general Compañía de María marianistas

Texto y fotos: DARÍO MENOR | Manuel Cortés continuará durante otros seis años como superior general de la Compañía de María, después de ser reelegido en el 34º Capítulo General de la Congregación celebrado en julio en Roma. Este valenciano, nacido en 1945, cuenta que el Instituto fundado por el beato Guillermo José Chaminade en 1817 se centrará este período en la educación y en la colaboración con los laicos.

– ¿Qué decisiones principales han tomado en el Capítulo?

– En el Capítulo General hemos abierto tres frentes. El primero no es nuevo, es la preocupación por la renovación espiritual y por un mayor conocimiento del carisma. En este campo se han reforzado algunos aspectos de la formación inicial y del discernimiento vocacional. El segundo frente es la misión. Es importante definir las prioridades, que se han dividido en dos polos. El primero es la educación. Consideramos que, en este momento de la historia de la Iglesia, la educación tiene una gran importancia. El propio Papa ha hablado de la emergencia educativa. Hemos recogido ese reto reforzando nuestro compromiso con la educación. El segundo polo de nuestra misión es el compromiso con los laicos, que también queremos consolidar. Finalmente, el tercer frente abierto en el capítulo, y que será tal vez el más difícil de llevar a cabo, es la reestructuración de la Compañía. Es evidente que, en los tiempos que corren, las ayudas mutuas y la toma de decisiones de forma conjunta son cada vez más necesarias.

– ¿Con cuántos hermanos cuenta hoy la Compañía? ¿Cómo está afectando la crisis vocacional?

– Hoy somos unos 1.200 hermanos, con una media de edad de alrededor de 62 años. En los últimos seis años hemos perdido a 150 hermanos. Hay muchos fallecidos porque el porcentaje de ancianos ha crecido también mucho. Por ejemplo, en unidades tradicionales, como los Estados Unidos, Francia o España, el porcentaje de fallecidos es muy grande. Está claro que esas unidades van a disminuir bastante. En otros lugares, sin embargo, como África, México o Haití, los números están creciendo. Si se siguen desarrollando, compensarán las caídas de otras unidades. Estamos al final del ajuste. Imagino que el número de hermanos se estabilizará en torno a los mil. Esas son las perspectivas, pero hay una parte de misterio, pues las vocaciones no las podemos fabricar nosotros.

“La Iglesia en Occidente tiene que
pagar sus pecados y meteduras de pata históricas.
Eso sí, no hay ninguna institución en el mundo
que pueda presentar una hoja de servicios como la suya”.

– ¿Considera que la Vida Religiosa (VR) tiende a ser más africana y asiática y menos occidental?

– La tendencia es la del mundo. El problema en Europa no es solo de la VR ni de la Iglesia. Estoy en contra del discurso que dice que no tenemos vocaciones por culpa nuestra. No es así. Estamos participando del mundo. No soy un profeta, no sé cómo afectará este mayor influjo asiático y africano a la VR. Hay que dejar que el Espíritu Santo siga su camino. Está claro que el contexto cultural influye en muchos aspectos. También hay que tener en cuenta que la Iglesia tiene un aspecto contracultural. Por ejemplo, cuando empieza a desarrollarse después de Jesucristo en el mundo occidental, rompe las estructuras sociales existentes, entre ellas, la esclavitud. No es que el Evangelio simplemente se acomode a una cultura, también la transforma. En su parte nuclear, el Evangelio lleva dentro dinamita cultural.

– ¿La Iglesia en Occidente sigue siendo hoy dinamita cultural?

– No, porque nuestra cultura es fruto de la Iglesia también. El problema en Occidente, que hace precisamente perder vitalidad a la Iglesia, es que esta se siente al mismo tiempo partícipe y víctima de lo que está pasando. Cuando alza una voz profética contra ciertos aspectos de nuestra cultura que nos llevan a la disolución, como el primado de lo económico sobre los valores humanos, o el poder por el poder, la Iglesia se encuentra con que se la tacha de retrógrada. La Iglesia en Occidente tiene que pagar sus pecados y meteduras de pata históricas. Eso sí, no hay ninguna institución en el mundo que pueda presentar una hoja de servicios como la suya. Allí donde está muriendo la gente, allí donde tienes un campo de refugiados, ahí está la Iglesia. Es una gran labor silenciosa.

En el nº 2.813 de Vida Nueva. Entrevista con Manuel Cortés, íntegra solo para suscriptores

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