Joseph Franzelli: “No deberíamos sentirnos intimidados por ningún Gobierno”

Joseph Franzelli, obispo de Lira Uganda

Comboniano y obispo de Lira (Uganda)

Joseph Franzelli, obispo de Lira Uganda

ALBERTO EISMAN | Joseph Franzelli, misionero comboniano italiano, llegó a Uganda cuatro décadas atrás para dar lo mejor de sí mismo a un pueblo que ya siempre sería suyo. [Extracto de la entrevista a Joseph Franzelli]

Lo que no sabía (y eso le causó perplejidad) es que, después de tantos años de trabajo a pie de calle, acabaría siendo designado pastor y guía. El tercer obispo de Lira, pese a las dificultades, no pone barreras en su misión: mostrar a Jesús al alma ugandesa.

– Hace pocos meses, Uganda aparecía en los medios gracias al vídeo de la campaña de Kony 2012, en el que se da a conocer la figura del criminal de guerra Joseph Kony con el fin de que sea arrestado antes de concluir el año. ¿Cuál es su opinión?

– He visto el vídeo y me alegró ver cómo la tecnología ha podido llamar la atención del mundo mucho más de lo que han hecho otras iniciativas durante tantos años y acerca de un problema que, de otra manera, habría quedado olvidado. Otra cosa es la manera en cómo el vídeo presenta los hechos, con una excesiva simplificación de lo que es un problema complejo, abordándolo con unas cuantas imágenes y en poco tiempo. Las cosas se presentan como si esta fuera la situación actual, sin referencias históricas más completas, dando la impresión de que Kony está aquí o se acaba de ir. Por otro lado, es un relato unilateral: para cargar las tintas sobre sus crímenes, silencian otras serias atrocidades –denunciadas por organizaciones de derechos humanos, que acusan a las Fuerzas Armadas de graves abusos– que la población civil ha sufrido y que, hasta ahora, no se han podido investigar.

“La violencia, cuando se respira
durante años, sale luego a relucir
y explota en muchos momentos como consecuencia
de este trauma en el que la gente sigue viviendo”.

– ¿Cómo se vio afectada su diócesis por la guerrilla Ejército de Resistencia del Señor?

– En el Norte, muchas personas fueron asesinadas, secuestradas o mutiladas. Tenemos dos lugares emblemáticos del sufrimiento: el primero es la escuela de Aboke, donde los guerrilleros secuestraron a 139 chicas y una hermana comboniana siguió su rastro, consiguiendo recuperar a un bueno número de ellas; el segundo es Barlonyo, una aldea donde, en un día, masacraron a entre 200 y 300 civiles.

– Desde 2006, viven un inusitado periodo de paz y de estabilidad. ¿Se notan todavía las consecuencias del conflicto?

– Cuando yo llegué a la diócesis, en 2005, un tercio de la misma vivía en campos de desplazados internos. La experiencia de estos campos, viviendo hacinados, en condiciones inhumanas e inmorales y dependientes de la ayuda externa durante tanto tiempo, marcó mucho a las personas, debilitando en gran medida su tejido moral y su autoestima. Las víctimas no son solamente los asesinados o raptados, sino también los que tuvieron que sufrir estas situaciones. La violencia, cuando se respira durante años, sale luego a relucir y explota en muchos momentos como consecuencia de este trauma en el que la gente sigue viviendo.Joseph Franzelli, obispo de Lira Uganda

– Su diócesis acaba de celebrar 100 años de presencia del cristianismo. ¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la Iglesia de Uganda y su diócesis en particular?

– El desafío es el mismo: vivir alimentados por el Espíritu, evitar la tentación de continuar una pastoral “satisfecha” de tipo tradicional, con ritos que a veces pueden no estar enraizados en la vida diaria, especialmente ahora, en un tiempo en que el país está enfrentándose a problemas muy serios, donde los valores no son los del Evangelio: más poder, más dinero, divisiones entre grupos étnicos y partidos… Después de 100 años en los que la Iglesia ha crecido, ha llegado el tiempo de probar la autenticidad de la fe. Tenemos montones de cristianos buenos, pero, como pueblo, su impacto es débil y no está en proporción al número de creyentes e instituciones que tiene la Iglesia. Se dicen muchas cosas buenas de lo que ha hecho la Iglesia, especialmente en el campo del desarrollo, la salud o la educación, pero no se perciben claramente las razones de nuestro obrar.

Un nombramiento incómodo

– Usted es el tercer obispo de Lira y sucedió en el gobierno de la diócesis a dos obispos autóctonos. ¿Se sintió incómodo al verse nombrado obispo por el Vaticano en un país donde la gran mayoría del episcopado es ugandés?

– Sinceramente, me sentí incomodísimo al ser nombrado obispo, ya que no era algo con lo que yo contaba. Además, a pesar de haber estado previamente 17 años en Uganda, me nombraron obispo de una diócesis en la que nunca había trabajado y en la que no conocía a nadie. El hecho de tener que suceder a dos obispos africanos hizo que me rebelara interiormente, pero no hubo manera. Debido a la particular situación de la diócesis, tuve que aceptar en obediencia. Debo decir que el episcopado ugandés me acogió con los brazos abiertos y, dadas las circunstancias de la diócesis, lo apoyaron plenamente.

Joseph Franzelli, obispo de Lira Uganda– Usted pertenece a la congregación de los Misioneros Combonianos. ¿Ha cambiado el perfil del misionero dentro de esta Iglesia?

– El espíritu misionero significa ir “más allá”, salir al encuentro de los alejados, de los indiferentes. Recuerdo cuando, en 1971, llegué a Uganda, era el tiempo en el cual la AMECEA –organismo que agrupa a los episcopados del Este de África– había escogido el modelo de las “pequeñas comunidades cristianas” como la base de la evangelización, implicando a los laicos en la pastoral. Hoy, la situación ha evolucionado, pero la aportación misionera es necesaria como un factor decisivo para ayudar a que esta Iglesia, que es plenamente africana, sea una Iglesia realmente católica y no se cierre en sí misma como si fuera una “supertribu”. Eso requiere del misionero una gran humildad y creatividad para ver el papel siempre cambiante que tiene que asumir, no pretendiendo ser líderes sino acompañantes de esta Iglesia.

– La exhortación apostólica Africae Munus alerta a los cristianos africanos acerca del peligro de un cristianismo superficial y sociológico. ¿Se han hecho esfuerzos por profundizar en el proceso de inculturación y asimilación del mensaje cristiano?

Africae Munus nos alerta con razón del peligro de un cristianismo sociológico, una tentación en la que pueden caer los miembros y los líderes de la Iglesia. Hay el peligro de que la Iglesia sea percibida como una gran ONG que promueve desarrollo y se limite a eso, quedándose en valores puramente materialistas o desarrollistas. La labor de la Iglesia va más allá de la promoción humana, ya que, como dice san Pedro, tenemos que “dar razón de nuestra fe”.

Acerca de la inculturación, con todas las emergencias y los grandes problemas sociales que hemos tenido, este tema ha pasado a un segundo lugar y tenemos que retomarlo. El mensaje cristiano penetra en la cultura solo en el proceso de una cuidadosa inculturación que una la liturgia a la vida diaria de los cristianos.

“Tenemos que decir lo que pensamos,
no entrando en política partidaria
sino con el Evangelio en la mano”.

– En las últimas semanas, ha habido una polémica entre el presidente Museveni y los líderes religiosos que critican la gestión del Gobierno…

– En los años 70, el presidente keniano Jomo Kenyatta habló a los obispos del país diciéndoles: “Ustedes son la conciencia de la nación”. Sin ser católico, esperaba de los obispos que alzaran su voz cuando vieran algo que no iba bien. Ahí estamos, no porque lo dijera Kenyatta, sino porque Jesucristo nos pidió que fuéramos testimonios de la verdad y del Evangelio. No deberíamos sentirnos intimidados por ningún Gobierno. Tenemos que decir lo que pensamos, no entrando en política partidaria sino con el Evangelio en la mano.

En el nº 2.812 de Vida Nueva.

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