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Eclesiología de la praxis pastoral


Una obra de Juan Pablo García Maestro (PPC, 2012). La recensión es de Felisa Elizondo

Eclesiología de la praxis pastoral, Juan Pablo García Maestro, PPC

Eclesiología de la praxis pastoral

Autor: Juan Pablo García Maestro

Editorial: PPC, 2012

Ciudad: Madrid

Páginas: 253

FELISA ELIZONDO | Una eclesiología urgida por la práctica pastoral, como reza el mismo título. Y atípica, porque, al proponer los temas y al subrayar algunos aspectos, el autor “se expresa” en el sentido que advierte el prólogo del libro. De hecho, en estas páginas se muestra la preocupación de alguien que no esquiva los retos ni desoye las “alarmas” que suenan cuando han pasado cinco decenios del acontecimiento del Concilio, un momento singular de la eclesiología.

Juan Pablo García Maestro, profesor de esta materia en el Instituto Superior de Pastoral (Madrid), reflexiona estando en plena pasta de la acción, con la experiencia adquirida en contextos variados y con una notable sensibilidad para el ecumenismo y el diálogo interreligioso.

Recoge las advertencias de otros buenos observadores sobre la andadura reciente y las prospectivas de la Iglesia en el nuevo milenio (cap. 1). Propone en primer término considerar “la Iglesia que Jesús quería”, conocido título de G. Lohfink, siguiendo una exégesis actual de los rasgos de las comunidades primeras que ofrecen los evangelios de Mateo y Marcos, las cartas paulinas y el Apocalipsis.

Lo hace en un capítulo que sintetiza así la caracterización: pluralismo y variedad de formas con las que intentan plasmar el seguimiento de Jesús; pasión por mantener la unidad entre las diversas Iglesias y dentro de la misma comunidad; comunidades fraternales tanto en el nivel estructural como en el modo de entender el compartir con los pobres, y conscientes de la llamada a transformar el mundo injusto por fidelidad a Jesús.

Todo ello con un compromiso no meramente individual, sino de la entera comunidad que ha de vivir lo que Jesús predicó y encarnó (cf. pp. 81-82).

Al proponer esa vuelta a los orígenes releyendo los textos, el autor es consiente de que se hace posible beber en las fuentes primeras, que siguen siendo fuentes vivas, porque recogen las experiencias insustituibles de las comunidades del Nuevo Testamento.

Pero apunta, además, como tarea inmediata y todavía pendiente, a la relectura de los lugares en que el Vaticano II aparece superando visiones reductoras de la Iglesia que habían prevalecido en tiempos preconciliares. Una comprensión del origen trinitario, la implicación del Espíritu en su vitalidad, la afirmación de la colegialidad y la conciliaridad, que son expresiones de la comunión, son logros de la eclesiología del Concilio que esperan ser desarrollados y que han conocido frenos que el autor considera necesario superar.

Mesiánica y profética

Además, para él, en la misión de evangelizar tantas veces recordada estos años, ha de aparecer claramente la vertiente crítico-profética si la Iglesia quiere educar para la libertad, canalizar los conflictos del pluralismo y mostrarse como signo de unidad.

Consciente de que hay valores en la modernidad que reclaman ser cristianizados y no rechazados, la Iglesia ha de ser de veras “católica” y recuperar su potencial mesiánico y profético en bien de los pobres, los extranjeros y exiliados. En esa dirección habría de orientarse la reorganización necesaria de la misma Iglesia (cf. p.185).

El cap. 4 es una afirmación del ecumenismo como responsabilidad de todos los cristianos. Una tarea que nace del amor y la humildad en la búsqueda de la verdad que “se construye siempre con el otro”. El alegato a favor del diálogo y la reconciliación, que es empeño de todos en la Iglesia, se completa con una amplia reseña de las diversas confesiones cristianas existentes y la historia del Consejo Mundial de las Iglesias.

La última parte del volumen vuelve sobre afirmaciones de fondo del Concilio que señalan la realidad sustantiva del Bautismo, el sacramento en el que se funda todo ministerio laical; y la Confirmación, sacramento que compromete en la defensa de la justicia.

No oculta la insuficiente toma de conciencia de lo que un documento como Lumen Gentium implica a efectos de la identidad, la participación y la corresponsabilidad de los laicos en las comunidades de hoy, necesitadas de romper el círculo vicioso ya denunciado en el decreto Ad Gentes: una Iglesia clerical a falta de laicos responsables y una escasa responsabilidad de estos por el predominio clerical (p. 175).

García Maestro aboga por ministerios que sean servicios realizados con un ethos de igualdad y fraternidad, tanto en el interior como más allá del círculo de la comunidad, y advierte de que, a semejanza de una orquesta, quien dirige en la Iglesia es consciente de que sin los instrumentistas su acción no tendría sentido.

Una mención especial merecen las páginas dedicadas a la Palabra como fundamento de toda actividad pastoral, redactadas a raíz del Sínodo de 2008. El autor se muestra convencido de que “sigue siendo un desafío para los estudiosos de la Biblia realizar una exégesis que esté verdaderamente al servicio de las necesidades de la comunidad cristiana“ (p. 183).

Para el autor, esa cercanía a las fuentes bíblicas llevará también a “andar por el camino de la pobreza”, a salir al encuentro del mundo, a testimoniar la vida en situaciones de muerte, a abrirse a los otros y dejarse evangelizar. Condiciones que la Iglesia debe aceptar si ha de realizar ahora mismo su misión evangelizadora.

Hay también algunas anotaciones sobre los nuevos movimientos, con su carga de promesas pero también con su problematicidad, un tema recurrente en las páginas de información y en los debates eclesiales.

Finalmente, una breve “conclusión” sintetiza el intento del autor en dos páginas cuya lectura puede resultar una verdadera reseña de esta eclesiología que hemos llamado “atípica” por razones varias y que en su brevedad contiene apuntes muy dignos de ser repensados.

En el nº 2.812 de Vida Nueva.

Actualizado
03/08/2012 | 01:53
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