Siria, un conflicto al borde de la guerra civil

columna de humo en los conflictos en Siria

columna de humo en los conflictos en Siria

CARMEN RENGEL. JERUSALÉN | Todo empezó con una pintada. Alentados por los triunfos de Túnez y Egipto contra sus dictadores, unos chiquillos de Deraa hicieron un grafiti contra el presidente de Siria, Bashar el Asad. Fueron detenidos y torturados.

Sus vecinos protestaron en masa. Era el 15 de marzo de 2011. Cargaron los soldados. Mataron a cuatro civiles. Los primeros en este casi año y medio de gente pidiendo derechos tras 40 años de ordeno y mando de una dinastía, la de los Asad, y un partido, el Baaz. Naciones Unidas reconoce 6.143 muertos, pero los opositores elevan la cifra a casi 17.000.

El conflicto, en estos meses, ha virado lenta pero profundamente, pasando de ser una pugna entre la calle –con manifestaciones de cerca de un millón de personas en una mañana, en más de 30 ciudades– y los policías y soldados del régimen, a una pelea armada entre el Ejército leal al presidente –casi 500.000 efectivos– y el Ejército Libre de Siria, unos 25.000, en su mayoría desertores que apenas cuentan con sus armas reglamentarias.

La comisión especial creada por la ONU para controlar lo que ocurre reconoce que, en determinadas provincias, especialmente en el oeste, la situación es de guerra civil, tremendamente desigual, pero guerra abierta. No así en el resto del país, donde las manifestaciones salpican las noticias, igual que los atentados terroristas de origen turbio, que se conjugan con las reacciones masivas de apoyo popular a Asad.

Lo que se ha logrado hasta el momento es someter a Damasco a una potente presión económica (sanciones que impiden comerciar con sus empresas y bancos, embargo de armas y petróleo, lista negra de políticos e instituciones) y diplomática (con cierre de embajadas occidentales y expulsión de embajadores).

Los opositores internos afirman que estas medidas están haciendo daño al régimen, pero no lo aparenta. Sigue fuerte, con la ayuda de sus dos socios históricos, Rusia y China, que han impedido represalias mayores. Se han enviado observadores de la Liga Árabe y la ONU, sin que hayan logrado el alto el fuego prometido. La ONU aún confía en que se aplique el plan de paz de Kofi Annan.

Turquía, en grave crisis con Siria al cierre de esta edición por el derribo de uno de sus aviones, ha pedido corredores humanitarios o pasillos aéreos para ayudar a los civiles, pero sin éxito. Una intervención armada, a la libia, se descarta, sobre todo por la división de la población, a favor y contra su mandatario, y el poderío militar sirio.

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir