Barenboim ofreció un concierto al Papa el pasado 11 de julio
MAITE LÓPEZ MARTÍNEZ | De todos es conocida la pasión de Benedicto XVI por la música. No solo la valora y aprecia, sino que parece buscar motivos y ocasiones para hablar de esta dimensión artística que va mucho más allá de lo estético y nos adentra en el ámbito profundo de lo sagrado.
Recientemente, con motivo de la fiesta de san Benito, patrón de Europa, el maestro Daniel Barenboim y la West-Eastern Divan Orchestra ofrecieron al Papa un concierto en su residencia estival de Castel Gandolfo. Al finalizar, el Papa dirigió unas palabras de agradecimiento y aliento: “Me alegro de acoger a una orquesta como esta, que ha nacido de la convicción o, mejor todavía, de la experiencia de que la música une a las personas, por encima de cualquier división”.
“La música –prosiguió el Pontífice– es la armonía de las diferencias (…). De la multiplicidad de timbres de los diversos instrumentos puede nacer una sinfonía. Pero esto no sucede ni mágica ni automáticamente. Hace falta una dedicación paciente y laboriosa y el esfuerzo de escuchar unos a otros, evitando el protagonismo y privilegiando la labor de grupo”.
También subrayó que las sinfonías interpretadas, la Quinta y la Sexta de Beethoven, expresan “el drama y la paz; la lucha del hombre contra el destino adverso y su inmersión serena en el ambiente bucólico”.
La West-Eastern Divan Orchestra es un proyecto ideado en 1999 por Barenboim y el filósofo Edward Said para reunir, con espíritu de concordia, a jóvenes talentos musicales palestinos, árabes e israelíes, así como un foro para el diálogo y la reflexión sobre el conflicto israelo-palestino. “Os deseo –concluía el papa Ratzinger– que sigáis sembrando en el mundo la esperanza de la paz a través del lenguaje universal de la música”.
En el nº 2.810 de Vida Nueva.
