Un dilema para los cristianos de Egipto

Mursi (en el centro), en un encuentro con representantes de las Iglesias ortodoxa y católica coptas
Mursi (en el centro), en un encuentro con representantes de las Iglesias ortodoxa y católica coptas

Mursi (en el centro), en un encuentro con representantes de las Iglesias ortodoxa y católica coptas

MIKEL LARBURU, Padre Blanco | Un paseo por el barrio cairota de Chubra, donde reside una gran parte de los cristianos coptos, nos da las pistas de su intención de voto. Sus preferencias van por Ahmed Chafik, exministro de Mubarak, y Amr Musa, también representante del presidente caído. ¿Es que son nostálgicos del antiguo régimen? La repuesta es menos complicada: los coptos egipcios tienen miedo a los islamistas.

Mikel Larburu, padre blanco

M. Larburu

Pero nunca sabremos cuál ha sido el papel que ha jugado la Iglesia en esta opción, que no deja de ser ambigua y peligrosa para esta comunidad de entre 6 y 10 millones de personas, un 10 % del electorado. De hecho, no ha habido consignas de voto.

Oficialmente, la Iglesia ha optado por la neutralidad. Pero nadie olvida las ambiguas relaciones que el recientemente fallecido papa Chenuda III ha mantenido con Mubarak, y se rumorea que algunos obispos habrían dado consignas a favor del candidato Chafik. De hecho, una foto donde aparecía el actual reemplazante interino de Chenuda, Bajomius, con el candidato apartado por la comisión electoral, Omar Soleiman, levantó un escándalo en el seno de la comunidad, donde fue interpretado como un apoyo de la Iglesia al régimen anterior.

En vísperas de las elecciones, el corazón de los coptos se balanceaba entre el voto eficaz y el voto arriesgado, diciéndose: “El antiguo régimen ha aprendido de sus propios errores mientras que los islamistas se creen que todo está permitido”. Pero, ¿votar por un antiguo representante del régimen sería verdaderamente la solución?

Son muchos los jóvenes coptos que participaron en la revolución de la Plaza Tahrir y creyeron en el movimiento de emancipación del individuo que presagiaba, ¡por fin!, la entrada en el mundo moderno.

Una veintena de organizaciones de jóvenes coptos nacidos de esta revolución se opusieron al conservadurismo de la Iglesia, afirmando su apoyo a los candidatos revolucionarios de izquierda, Hamdin Sabahi y Jaled Ali, que militan por la no injerencia de la Iglesia en los asuntos de la política y rechazan que el próximo Papa se exprese en nombre de los coptos.

Llegaron los comicios del 23-24 de mayo. Es interesante observar los pequeños márgenes de diferencia de votos que lograron los candidatos y que auparon, en el recuento del 16-17 de junio, a Mohammed Mursi y Chafik con el 25 y el 23% de las papeletas. Pero inmediatamente después llegaban Sabahi y Futuh, con el 21 y 17%, respectivamente, y que representaban ambos la verdadera apertura nacida en la Plaza Tahrir. Este dato no debemos olvidarlo de cara al futuro.

La Iglesia católica copta ha subrayardo
los compromisos democráticos del vencedor, Mursi,
y elogió su aparente buena voluntad
para trabajar con todos los sectores de la sociedad
“para conseguir el bien común”.

El 24 de junio se anunciaban los resultados oficiales de los dos candidatos mayoritarios: el vencedor era Mursi, del Partido Libertad y Justicia, que se mueve en la esfera de los Hermanos Musulmanes, con el 51,7% de los votos. Chafik quedaba segundo, con el 48,3%.

Nuevos retos

Las Iglesias de Egipto han dado una bienvenida cauta al primer presidente islamista del país, recordándole su compromiso como jefe de Estado “para todos los egipcios”.

El obispo Bajomius, Papa interino de la Iglesia ortodoxa copta, hizo una declaración deseándole a Mursi lo mejor para “solucionar los problemas de todos los ciudadanos”.

Bajomius se reunió también con Mursi. La Iglesia católica copta subrayó, por su parte, los compromisos democráticos de Mursi y elogió su aparente buena voluntad para trabajar con todos los sectores de la sociedad “para conseguir el bien común”. Mursi dijo que designaría a un vicepresidente cristiano.

Los retos son muchos y serios. Primero, tendrá que entenderse con el Ejército. No solo es una institución importante en la sociedad egipcia, sino que se cuenta con él para toda la geopolítica de Oriente Medio. Además, el Ejército es un poder económico con intereses a tener en cuenta. ¿Se conformará con su papel de garante de la Constitución?

Otro reto viene de la situación económica, maltrecha por dos años de disfunción y con una de las fuentes más seguras –el turismo– a reconquistar a través de la confianza y la seguridad.

Por último, pero no menos importante, la creación de nuevas instituciones políticas. Lo primero ha de ser la redacción de una nueva Constitución que borre lo que del antiguo régimen produce rechazo en las mentalidades nacidas en la primavera árabe y que acoja lo que ha nacido como esperanza de las urnas.

Los retos están presentes en las mentes de todos: ¿cómo conjugar sharia y minorías? El discurso religioso que parece emerger, ¿es compatible con la realidad laica y las leyes de la República?

La movilización popular ha sido necesaria, pero el proyecto revolucionario está aún por establecer y realizar. Y en cuanto al nuevo presidente, ¿qué peso real posee?

En el nº 2.809 de Vida Nueva.

 

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