Custodios del débil en el corazón de África

Una parroquia de Obo, el mejor refugio ante el acoso de la guerrilla

parroquia de los Mártires de Uganda en Obo, República Centroafricana

Texto y fotos: JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Levantarse poco antes de las cinco, rezar, celebrar la Eucaristía a las seis y, terminada esta, empezar a escuchar los mil problemas de quienes a acuden a la parroquia, intentando sacar un hueco de unos pocos minutos para desayunar. Así comienza una jornada cualquiera de los sacerdotes de la Parroquia de los Mártires de Uganda, en Obo, un apartado rincón en la selva del extremo este de la República Centroafricana.

Cuando el padre Martin llegó a Obo en 2009, el lugar llevaba un año bajo los ataques del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en siglas inglesas), la temida guerrilla de Joseph Kony que, tras dos décadas de terror en el norte de Uganda, ha desplazado a cerca de medio millón de personas entre el noreste de la República Democrática del Congo y el sureste de la República Centroafricana.

Ambas zonas están poco pobladas, tienen abundantes bosques y poca presencia de un Estado débil que no tiene los medios para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

“Cuando me faltaban unos 40 kilómetros para llegar a mi nuevo destino, me encontré con un coche calcinado que había sido atacado pocos días antes en una emboscada del LRA. Sus ocupantes murieron tiroteados y el vehículo fue incendiado”, recuerda el sacerdote. Que reconoce: “Tuve miedo y consideré seriamente volverme atrás, pero pensé que, si Dios quería mandarme a la parroquia de Obo, Él tendría un plan para protegerme”.

parroquia de los Mártires de Uganda en Obo, República Centroafricana

El P. Martin con sus fieles

Pronto, el padre Martin se encontró aquí con una oportunidad de repetir el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Acababan de llegar unos 2.000 congoleños que atravesaron la frontera después de huir a pie durante varios días para escapar de los ataques del LRA en sus aldeas.

La solidaridad de la comunidad

Es posible que sea la humildad la razón por la que el párroco de Obo no da muchos detalles sobre este tema, pero Jean Claude, un joven líder del campo de refugiados congoleños que sonríe a cada frase, se explaya más al recordar aquellos días: “Llegamos sin nada y fue la parroquia la que nos dio de comer durante dos meses hasta que llegaron las primeras agencias humanitarias a la zona. La solidaridad de la comunidad católica con nosotros fue algo que no olvidaremos nunca”.

El equipo pastoral de la parroquia de Obo tiene a su cargo muchas otras actividades: desde campeonatos deportivos con los jóvenes, que organiza el padre Florentin –gran aficionado al fútbol y a las carreras de fondo– hasta el impulso de movimientos como la Renovación Carismática, la formación de catequistas o el seguimiento de la vecina escuela primaria, en teoría concertada, pero, en la práctica, en manos de la diócesis, que hace que los maestros puedan cobrar sus salarios y realizar su trabajo en condiciones dignas.

En el nº 2.809 de Vida Nueva. Custodios del débil en el corazón de África, íntegro solo para suscriptores

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