Dios entre los campos de Castilla

Leonor Izquierdo, mujer de Antonio Machado

Una exposición en Soria conmemora los cien años del poemario más universal y confesional de Antonio Machado

Campos de Castilla pintura paisaje

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La Fundación Antonio Machado y Acción Cultural Española (AC/E) conmemoran el centenario de la publicación de Campos de Castilla, la obra más universal del poeta sevillano, con una exposición en el Palacio de la Audiencia, en Soria, que, básicamente, celebra su originalidad a la hora de abordar el tema de Castilla.

“Estructurada de manera didáctica –afirma el comisario de la muestra, Javier Huerta–, se abrirá con una primera parte centrada en el poeta y sus circunstancias, para adentrarse en la llegada de Antonio Machado a Soria en 1907 y su pasión por Leonor; y una segunda titulada Descubriendo Castilla, en la que se apuntará la originalidad de Machado. Se exponen todos los antecedentes de autores del 98 y otros modernistas que antes de Machado trataron el tema de Castilla; con lo que se quiere matizar la originalidad de Machado”.

En Campos de Castilla está también ese Machado angustiado ante la muerte de Leonor y la estela de Dios. “La actitud de Machado ante Dios es similar a la de Unamuno, una constante lucha consigo mismo, lucha entre la imposibilidad de creer y el deseo, la necesidad, de creer para dotar de sentido a la vida”, según el crítico y académico Carlos Bousoño.

Pero esa visión de Dios, que López Aranguren llamó “un fluctuar entre escepticismo e inconcreta creencia, entre desesperanza y esperanza”, es mucho más profunda de lo que se ha postulado desde cierta crítica, que ha resuelto la duda machadiana dando por hecho el triunfo del ateísmo y que contagia su visión contemporánea, incluso en la exposición, en la que no se matiza, como debiera, su credo religioso.libro Campos de Castilla de Antonio Machado

Machado era, como decía Bergamín, “en su vida y en su obra, entera y verdaderamente, un hombre de fe”. Cierto, como confesó también su hermano José, que Machado vivió una religión personalista, no practicante, pero sí creía en un Dios esperanza, en un Dios comunión, en un Dios humano.

En un texto clásico y no suficientemente reconocido, Antonio Machado y el “sueño de Dios”, el hispanista Armand F. Baker se pregunta si la falta de fe que determinados autores atribuyen al poeta verdaderamente es de él, o si es una proyección de los mismos críticos. Porque también hay quienes creen lo contrario.

Por ejemplo, su hermano José, Bergamín o el crítico José María González Ruiz, autor de otro ensayo ya perenne, La teología de Antonio Machado, entre otros muchos autores. O el propio Miguel de Unamuno, a quien Machado confesó en una carta: “Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en él como en un padre”.

El Dios soñado

Machado, en Soria, en los campos de Castilla, en la enfermedad y muerte de Leonor, experimenta una “iluminación mística” cuyo exponente es ese poema LIX que simboliza también su encuentro con el Dios soñado: “Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón”.

Ese misticismo no es circunstancial. Está, como señala Baker, presente en el amor idealizado; incluso el poeta emplea un bello verso de Campos de Castilla para justificarse: “Dante y yo, perdón señores, / trocamos, perdón Lucía, / el amor en Teología”, que enlaza con santa Teresa, con san Juan de la Cruz, poetas de cabecera de Machado.

Habita en Machado, por tanto, un “hondo sentido religioso”, que cohabita con períodos de descrédito de la fe, pero nunca deja de buscar a un ansiado Dios.

Miriam Hoffmann de Gabor, en otro texto referencial, El Dios de Antonio Machado, lo expone claramente: “Si la primera actitud de Machado fue la de un subjetivismo idealista, le vemos luego aspirando siempre a la fraternidad y a la comunión como medio de encontrar a Dios y de realizar el ideal cristiano, la filosofía cristiana del porvenir. La pasión del hombre es entonces la pasión de Dios”.

Los poemas más religiosos

Antonio Machado poeta y escritor Generación del 27En Campos de Castilla, como ya vio el padre Emilio del Río, están sus poemas más religiosos –“directamente cristianos”, afirma–, versos contemplativos, versos de consolación ante la muerte de Leonor. “En Santo Domingo / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón / rezando contigo, / cuánta devoción”, como escribió en el poema XII de su Cancionero I.

Machado no se entiende sin la experiencia de Soria, sin la tragedia de Leonor, sin ese “diálogo del alma con el universo”, donde verdaderamente encuentra a Dios, según Rafael A. González. Aunque, ante Él, confiese una súbita desesperación, como lo hace en los versos de Profesión de fe, del poema “Parábolas”, o en esos otros versos en los que se ha ejemplarizado la increencia, cuando rezuman fe:

“El Dios que todos llevamos, / el Dios que todos hacemos, / el Dios que todos buscamos / y que nunca encontraremos. / Tres dioses o tres personas del solo Dios verdadero”.

La muerte de Leonor le conduce, primero, al encuentro primordial con Dios, luego hacia una prolongada descreencia ante el abandono de Dios en la edición de 1917: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Pero ese descenso no acaba en un ateísmo descarnado y desesperanzado, como se ha insistido citándose la mayoría de las veces disquisiciones de Juan de Mairena. No es así: en Machado vive una “presencia del espíritu divino” de forma permanente, aunque ese Dios, como ha descrito el filósofo José Luis Abellán, sea “concebido como una gran conciencia, de la cual la nuestra forma parte”.

Aunque tenga raíz panteísta, Machado cree, ante todo, en un Dios que da sentido a la vida; en la religión de Cristo resucitado, como evoca en su famoso poema “La saeta”, icono de Campos de Castilla: “¡No puedo cantar, ni quiero, / a ese Jesús del madero, / sino al que anduvo en la mar!”.

Leonor Izquierdo, mujer de Antonio Machado

Leonor, la mujer de Machado

Homenaje

La exposición de Soria –que se trasladará también a Madrid, donde podrá verse a partir de octubre en la Biblioteca María Zambrano de la Universidad Complutense– insiste en una tercera parte, Cancionero de vida, en esta visión salvífica, que es, además, un homenaje a “los principales autores a los cuales homenajea Machado en Campos de Castilla, desde Giner de los Ríos y Unamuno hasta Azorín y Ortega”, según Javier Huerta.

La muestra, de insistente contenido bibliófilo y fotográfico, expone también, en un cuarto capítulo, el legado de Campos de Castilla, en donde recoge a autores y poetas, desde 1936 hasta la actualidad, que han seguido la estela machadiana, caso de Leopoldo Panero o Claudio Rodríguez, fundamentalmente en el paisaje como objeto poético y de reflexión.

En ese paisaje también habita ese “Dios adusto de la tierra parda”, que Machado reivindica en un poema como “Dios íbero” y que constituye todo un ejemplo de cómo vivía Machado la fe más allá de plegarias de buenas cosechas y reprochando al campesino que “insulta a Dios en los altares” si estas no son beneficiosas.

En ese mismo paisaje castellano Machado expone, además, una “fascinante y compleja relación entre Castilla, el Romancero y la Biblia”, según Huerta. Un paisaje trágico. Un paisaje moral, en el fondo, donde los ecos bíblicos se leen en versos como ese “dónde está la utilidad de nuestras utilidades, volvamos a la verdad: vanidad de vanidades”, de enorme actualidad.

“En definitiva, se trata de que se vea en la exposición la síntesis de la obra de Machado partiendo de Campos de Castilla”, según Manuel Núñez Encabo, director de la Fundación. Pero en esa síntesis falta el verdadero calado de un Machado –como había escrito en Soledades“siempre buscando a Dios entre la niebla”. Pero que en Campos de Castilla lo encontró.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

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