Becky Adda-Dontoh: “La Iglesia de Nigeria se siente frustrada, pero no intimidada”

Becky Adda-Dontoh, miembro Justicia y Paz de Nigeria

Miembro de la Comisión Justicia y Paz de la Archidiócesis de Jos

Becky Adda-Dontoh, miembro Justicia y Paz de Nigeria

ALBERTO EISMAN | Becky Adda-Dontoh, miembro de la Comisión Justicia y Paz de la archidiócesis nigeriana de Jos, trabaja desde hace varios años para establecer mecanismos por los que las comunidades cristianas puedan ser más activas en la resolución de conflictos. Algo esencial en el país africano, donde en los últimos meses se está produciendo una oleada de ataques terroristas contra los cristianos por parte de la secta Boko Haram. [Extracto de la entrevista con Becky Adda-Dontoh]

– Jos y su estado de Plateau, igual que otras zonas en Nigeria, se han visto afectados por actividades violentas. ¿Cuál es la situación ahora mismo?

– La zona de Jos está polarizada en frentes religiosos con asentamientos humanos “solo de cristianos” o “solo de musulmanes”. La situación general hoy es de relativa calma, pero es muy impredecible y puede cambiar en minutos. Soldados, policías y otros agentes son muy visibles dentro de la ciudad con controles de seguridad tanto en las calles como en las entradas de las iglesias. Ya no se permite que los vehículos aparquen cerca de los templos y los feligreses son cacheados con detectores de metales antes de entrar. El aguante de la gente es extraordinario. Pocas horas después de un ataque, vuelven a las calles y continúan sus actividades.

– ¿Cuál ha sido el impacto de estas acciones terroristas en la vida diaria de la gente?

– Muchos musulmanes que viven en zonas predominantemente cristianas o cristianos en zonas musulmanas han abandonado sus hogares, mudándose a zonas controladas por sus correligionarios. Los ataques han tenido también un impacto negativo en la asistencia a los servicios religiosos, pues hay miedo. Una ciudad donde antes había una animada vida nocturna, es ahora una ciudad desierta. Se evitan también lugares de esparcimiento como medida preventiva ante nuevos ataques.

– ¿Cuál ha sido la reacción de los cristianos al verse como objetivos de estos ataques?

– La Iglesia se siente frustrada, pero no intimidada, y continúa llamando a la calma entre los cristianos. Los líderes eclesiales han pedido a jóvenes cristianos con ganas de revancha que se abstengan de represalias por los tres ataques suicidas contra iglesias que ha habido hasta ahora: el día 26 de febrero en la Church of Christ, el 11 de marzo en la parroquia de St. Finbars y el 10 de junio en la Christ Chosen Church.

“El arzobispo Ignatius Kaigama ha sido decisivo
en la búsqueda de medios pacíficos
ante esta crisis. Él está colaborando incansable
y muy abiertamente con los líderes musulmanes
para poder alcanzar una paz sostenible”.

– ¿Cuál es la actitud de la Iglesia?

– La respuesta de los líderes cristianos en general ha sido ambivalente: mientras muchos hacían llamados a la paciencia, otros cuantos amenazaban con movilizar a los cristianos para defenderse si el Gobierno no controlaba la situación. Sin embargo, el liderazgo de la Iglesia católica en el Plateau State, presidida por el arzobispo Ignatius Kaigama, ha sido decisivo en la búsqueda de medios pacíficos ante esta crisis. Él está colaborando incansable y muy abiertamente con los líderes musulmanes para poder alcanzar una paz sostenible. Incluso ha impulsado un Centro de Paz y Diálogo que estará en el eje de los procesos interreligiosos de mediación. Cuando ha hablado en público, Kaigama ha subrayado el compromiso de la Iglesia con las estrategias de diálogo y no violencia. Igualmente, la jerarquía eclesiástica hace énfasis en el hecho de que la crisis no es un conflicto religioso, sino de índole económica y política.

– ¿Qué percepción tiene la sociedad sobre Boko Haram?

– Las percepciones son variadas: para unos es un sucedáneo de intereses políticos y para otros es un grupo fundamentalista, mientras los hay que lo perciben como el producto de la mala gobernanza y la corrupción. La gente, en general, le tiene miedo, especialmente porque siguen actuando sin un rostro visible.

– ¿Ha cambiado su trabajo después de la irrupción de estas acciones violentas?

– Mi trabajo no ha cambiado, pero el ritmo se ha ralentizado ya que se ha vuelto mucho más complejo. Tenemos que reinventar nuestros enfoques para adaptarlos a la situación de violencia y así evitar la profundización de las divisiones etno-religiosas. Los desafíos actuales son mayores, debido a los altos niveles de inseguridad. La desconfianza y las divisiones etno-religiosas hacen que la gente encuentre más difícil el aceptar procesos de mediación. Tenemos la esperanza de que la paz prevalecerá algún día.

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

 

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