El Congreso paraguayo destituye al presidente Fernando Lugo

Fernando Lugo, presidente de Paraguay, destituido

Los países vecinos y varios colectivos de Iglesia muestran su rechazo a este “juicio político”

Fernando Lugo, presidente de Paraguay, destituido

Lugo ante los medios tras conocer su destitución

B. A. | El Parlamento paraguayo, convocado el pasado 22 de junio para evaluar la responsabilidad del presidente del país en la matanza de Curuguaty, decidió en dos días –por 39 votos a favor y seis en contra– la destitución de Fernando Lugo, por considerarlo responsable de la misma. [Colectivos de Iglesia muestran su rechazo al “juicio político” a Fernando Lugo]

Según declaró luego en presencia de numerosos grupos de campesinos que lo respaldaban y que salieron a exteriorizar su descontento, Lugo acató el fallo para evitar un derramamiento de sangre. Acto seguido, se designó como primer mandatario al vicepresidente Federico Franco, quien prometió que dejará el cargo el 15 de agosto de 2013, a la conclusión de su mandato.

Cuando en 2008 asumió la presidencia con una coalición de partidos, tras 60 años de gobierno del Partido Colorado, Lugo parecía traer aire fresco a las corruptelas de un país marcado por los 34 años en el poder del general Alfredo Stroessner (1954-1989), quien acosó y persiguió violentamente a los opositores en nombre de la seguridad nacional y el anticomunismo.

Aunque el dictador fue destituido por los miembros de su propio partido, el Colorado, sus hombres continuaron al frente del gobierno con permanentes luchas intestinas y no supieron afrontar la diversas crisis que vivió Paraguay.

A su llegada a la presidencia, Lugo hizo una serie de promesas, como la reforma agraria, la regularización de los títulos de las propiedades y una mejor distribución de la riqueza en un país que es el cuarto productor de soja y el noveno de ganado vacuno, y que en 2010 tuvo la mayor expansión económica de América Latina y la segunda del mundo después de Qatar.

Pero el presidente debió gobernar con un Parlamento de mayoría colorada, que trabó sus proyectos y que intentó destituirlo por “juicio político” hasta en 23 ocasiones. La rapidez con que se produjo su destitución se explicaría por el temor de los terratenientes a que las ocupaciones se repitieran y que, finalmente, saliera adelante la prometida reforma agraria.

Horas antes de que fuera destituido, un grupo de obispos visitó al presidente en la residencia Mburuvicha Roga. Tras permanecer con él 45 minutos de reloj, se retiraron sin hacer declaraciones, salvo el titular de Caacupé, Claudio Giménez, quien reveló a los periodistas que le pidieron a Lugo que renunciara para evitar enfrentamientos.

Pero de los 15 prelados con que cuenta el Episcopado paraguayo, dos mantuvieron una posición contraria, entre ellos, Mario Melanio Medina, obispo de San Juan Bautista de las Misiones, quien declaró que en América Latina hay dos modelos: “El que busca la igualdad social, y el capitalismo, que solo quiere amasar fortuna y al que no le interesa absolutamente nada de la situación de los pobres”.

Críticas de los religiosos

También tuvieron una actitud crítica los religiosos y religiosas, que a través de la entidad que los representa, la CONFERPAR, dieron a conocer un comunicado en el que ven en “la raíz de estos hechos la complicidad de los tres poderes del Estado”, y centran su denuncia “en el abandono de una reforma agraria integral, en no haber enfrentado el problema de la distribución de la tierra, sometida hasta ahora al acaparamiento, a la irregularidad, a la posesión mal habida; en el encubrimiento sistemático de estos problemas por parte de la Justicia y el Parlamento”.

Quien sí otorgó el primer respaldo al nuevo Gobierno fue el nuncio apostólico, Eliseo A. Ariotti, con su visita al flamante presidente al poco de haber asumido el cargo. Desde algunos sectores, se acusa a los terratenientes y a la Iglesia de abanderar una ofensiva que intenta privilegiar a los dueños de la tierra, en un país donde los pobres superan los dos millones.

Lo que el nuevo Gobierno no llegó a imaginar fue la reacción de los mandatarios de los países vecinos. Los cancilleres de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) consideraron que la destitución de Lugo fue un acto bochornoso, con el que se violó el debido derecho a su defensa. El presidente venezolano, Hugo Chávez, convocó a su embajador y le cortó el suministro de petróleo y gas.

Por su parte, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, sugirió expulsar a Paraguay del MERCOSUR y de la UNASUR, tras conocerse el veredicto del Senado, y recordó que para un país que viola la cláusula de la democracia, la sanción es la no participación en esos organismos multilaterales. Además, retiraron a sus embajadores Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay, Colombia y Venezuela.

En el nº 2.807 de Vida Nueva.

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