Murillo en el Prado: el arte de la amistad y la fe

Jesús niño repartiendo pan, de Murillo

Una excepcional muestra reúne obras encargadas por el canónigo de la Catedral de Sevilla

Retrato de Justino de Neve, de Murillo

Retrato del canónigo Justino de Neve, pintado por Murillo

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “Las pinturas generadas por la amistad entre Murillo y Justino de Neve forman un conjunto realmente estelar”. Este es el calificativo que elige Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo Nacional del Prado y comisario de Murillo & Justino de Neve: El arte de la amistad, para describir la veintena de obras que el Prado reúne en una magnífica exposición que reconstruye la relación de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) con su gran amigo y mecenas, Justino de Neve (1625-1685), canónigo de la Catedral de Sevilla.

Tres aspectos realzan la exposición del gran pintor sevillano, que después de Madrid se podrá ver también en el Hospital de los Venerables de Sevilla, sede de la Fundación Focus-Abengoa, y en la Dulwich Picture Gallery de Londres.

En primer lugar, que la mayoría de la obra expuesta es “pintura de devoción” de un Murillo en su gran madurez y apogeo: todas están fechadas entre 1662 y 1670.

Segundo, que proceden de encargos realizados por Justino de Neve para tres proyectos básicamente: la decoración de la iglesia de Santa María la Blanca (1664-65), diversas obras que le encargó para la catedral (la Sala Capitular y capilla bautismal) y, por último, un conjunto de lienzos para el Hospital de los Venerables Sacerdotes.

Y, en tercer lugar, que se ha intentado reconstruir la colección que Justino de Neve poseía de obras de Murillo, 18 en total, solo superada por la del comerciante Nicolás de Omazur, con 31.

“Resulta llamativo –añade Finaldi– que solo uno de los cuadros de esta exposición se encuentre aún en la ciudad natal del pintor. Al reunir obras que en su día estaban concentradas en el corazón de la ciudad andaluza, y al poner el acento en uno de los ejemplos más brillantes y productivos de relación entre un artista y su cliente y protector de todo el siglo XVII, esta exposición y el catálogo que la acompaña contribuyen a corregir una injusticia histórica”.

Bautismo de Cristo, de Murillo

'Bautismo de Cristo', de Murillo

Excepto ese Bautismo de Cristo que corona el retablo de San Antonio en la capilla del santo en la Catedral de Sevilla, el resto de obras proviene de instituciones como el Museo de Bellas Artes de Budapest, la Dulwich Picture Gallery de Londres, la National Gallery of Scotland, el Museo del Louvre, Museum of Fine Arts de Houston o el propio Museo del Prado, que expondrá por primera vez la llamada Inmaculada de los Venerables con su marco original procedente de la Catedral de Sevilla.

“Forman un corpus de obras de madurez de un Murillo que, en la cumbre de su fama, alcanzaba de manera consistente altas cotas de belleza y expresividad”, puntualiza Finaldi.

Relación pintor-modelo

El impulso conjunto entre el Prado, la Fundación Focus-Abengoa y la Dulwich Picture Gallery londinense reúne así algunas de las “obras más destacadas y originales” del pintor sevillano.

“La amistad entre Murillo y Neve generó un notable conjunto de pinturas entre las que figuran, por ejemplo, el propio retrato que Murillo pintó de Justino de Neve en 1665. El cuadro lo mantuvo en su poder el canónigo hasta que a su muerte lo legó al Hospital de los Venerables Sacerdotes, institución para presbíteros enfermos y ancianos de la que Justino había sido una pieza clave para su fundación”.

Este retrato simboliza para Finaldi “la especial relación que unió al pintor con su modelo, una relación que fue tanto personal como profesional”.

Posiblemente Neve fuera confesor de Murillo, además de “ejecutor” de su testamento. Según el comisario, “su duradera amistad se basaba en unos intereses devocionales y financieros comunes, en el respeto que cada uno sentía por los méritos y capacidades del otro, y en el deseo de ambos de ser reconocidos en sus ámbitos respectivos”.

De ahí el retrato que el propio Finaldi hace de Justino: “Hombre de Iglesia dedicado a sus funciones, descendiente de flamencos por la línea paterna y de malagueños por la materna, Neve se nos presenta como un clérigo tridentino modelo, como un eclesiástico preocupado por preservar no solo las prerrogativas y el estatus de la Iglesia, sino también su disciplina espiritual y moral”.

La Inmaculada Concepción de los Venerables

'La Inmaculada Concepción de los Venerables'

Además, se pueden ver en la exposición obras fundamentales como las cuatro concebidas para la cúpula y el final de las naves laterales de la iglesia de Santa María la Blanca, que se reúnen por primera vez solo para la sede del Prado, o “unas pequeñas y exquisitas pinturas devocionales sobre obsidiana”.

En el inventario de la colección ya se recogían estas tres pequeñas obras, que están descritas como pintadas sobre “láminas de piedra”.

Reunidas ahora por vez primera desde 1685, dos de ellas proceden del Louvre, y la otra, la Natividad, de la colección Rienzi del Fine Arts Museum de Houston.

“Se ha apuntado que es posible que Justino deseara ‘cristianizar’ unos objetos a los que probablemente se les atribuía una función ritual en las prácticas religiosas de los aztecas, pero es del todo plausible que la obsidiana se utilizara como soporte sobre todo por su carácter exótico y su singular apariencia vítrea. En su testamento, Justino legó la Natividad, de la que él mismo dice que estaba pintada sobre piedra, a la Cartuja de Sevilla, en memoria del gran afecto que sentía por este monasterio”.

La colección de Neve –que por primera vez se transcribe y publica íntegramente en el catálogo de la exposición: de las 160 obras, 112 son de temática religiosa– estaba encabeza por la Inmaculada Concepción de la colección del Prado, que se ha sometido a una intensa restauración.

Además, se ha identificado como la misma que poseía el canónigo y que, en su marco original, llevaba tallados los atributos de la Virgen –el mismo con el que se ve en la muestra y que se había conservado en la catedral de Sevilla–, comprada después de su muerte por el Hospital de los Venerables.

Entre el resto de obras de Murillo que Neve poseía destacan cuatro pequeños óvalos de cobre con representaciones de santos que pasaron a la colección de Nicolás Omazur. Uno se podrá ver en Madrid por primera vez.

Jesús niño repartiendo pan, de Murillo

'Jesús niño repartiendo pan'

“En el inventario de Neve no figura la atribución a ningún artista, pero en el de Omazur son descritos como ‘originales de Murillo’. Esto parece confirmar que el pintor producía miniaturas y, lo que es más importante aún, añade otras cuatro obras del artista al total de 18 que poseía Neve. Hasta muy recientemente no se conocía ninguna miniatura de Murillo, pero ha aparecido una, cuyo tema, El sueño de san José, se corresponde con uno de los santos identificados en este cuarteto. Esta bella pintura, que bien podría ser la obra que perteneció a Neve, también se expone”, explica Finaldi.

La veintena de obras que reflejan la vinculación entre Murillo y Neve –que culminan dos alegorías, la Primavera (La florista) y el Verano (Hombre joven con una cesta de frutas), únicas obras de género que se exponen– enmarcan el magnífico Barroco sevillano y representan, según Finaldi, “una buena muestra del excelente conocimiento de las técnicas pictóricas, del asombroso dominio del color y de la inventiva iconográfica de Murillo”.

Cinco de ellas se han restaurado en el Prado para la exposición de Madrid –que se clausura el 30 de septiembre–, antes de viajar a Sevilla y Londres. Un compendio magistral del gran Murillo y de su devoción católica.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.806 de Vida Nueva.

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