Germán Sánchez: “La crisis de aquí sería una vida normal en Bolivia”

Germán Sánchez, misionero seglar vicenciano

Misionero seglar vicenciano

Germán Sánchez, misionero seglar vicenciano

FRAN OTERO. Fotos: LUIS MEDINA | Germán Sánchez forma parte de la gran Familia Vicenciana como misionero seglar. Acompañado por su mujer, también misionera, y sus dos hijos, trabaja con el carisma de san Vicente de Paúl en Cochabamba (Bolivia). [Extracto de la entrevista con Germán Sánchez]

Allí dirige la Fundación Amanecer, una institución de las Hijas de la Caridad que atiende a los niños cuyo hogar es la calle, consecuencia de los abusos y la violencia de su propio entorno.

A su paso por España, a donde ha vuelto por pocos días, y antes de ir a ver a su familia, aprovecha para atender a algunos medios de comunicación y para lanzar un grito de socorro. Se acaban los recursos y, si no llegan más, habrá que cerrar sus casas de acogida, así como los programas de inserción.

– ¿Cuál es su tarea en la Fundación Amanecer?

– Formo parte de los misioneros seglares vicencianos, y vivo en comunidad, junto con mi familia y religiosas, en Cochabamba. Mi tarea principal es la de dirigir esta fundación que trabaja con niños, niñas y adolescentes que viven en las calles. A grandes rasgos, les invitamos a dejar las calles y el consumo de droga; se trata de generar confianza para que salgan de esa situación.

– ¿Cómo es la vida de estos niños y jóvenes?

– La mayoría abandonan sus casas, sobre todo, por un maltrato muy fuerte, por causa de abusos sexuales, en definitiva, violencia extrema… Huyen de sus casas y, ya en la calle, van generando contactos con otros en la misma situación. A partir de aquí, el rol que asumen varía en función del sexo: las niñas suelen caer en la prostitución, mientras que los niños roban. Es una triste realidad que viven unos 800.000 niños en Bolivia y, especialmente, en Cochabamba.Germán Sánchez, misionero seglar vicenciano

– ¿Y los padres?

– Cuando llegan a un albergue nuestro, lo primero que hacemos es identificar a la familia por si tienen posibilidades de volver. Y es que ningún hogar sustituye el vínculo familiar; nada lo sustituye por muy deteriorado que esté. Por tanto, la primera opción es recuperar ese vínculo aunque suele ser muy complicado.

– ¿Recogen algún fruto en una situación de estas características?

– Hay de todo. Jóvenes que, pasados los años, vienen con su pareja y sus hijos a visitarnos; y jóvenes que han estado con nosotros y que los ves, poco tiempo después, en la calle y con alcoholismo crónico.

– ¿Cual es la raíz de toda esta problemática que vive Cochabamba?

– El maltrato tan brutal que reciben y la pobreza. Pero sobre todo la violencia, porque hay familias pobres que no viven esto. Me pregunto a menudo si los padres son los culpables. Del daño físico sí, pero de todo lo que lo ha provocado… Estamos ante un círculo de agresión y violencia muy fuerte y, probablemente, el padre que ahora pega sufrió lo mismo.

– Es un drama.

– Sí, como el de Carmen, que tiene 16 años. Nació en la calle y vive en la calle, pues no conoce otra cosa. A su madre la atendimos cuando tenía la misma edad y estaba embarazada.

“No estamos aquí para
perder la esperanza,
ni para sentirnos impotentes…
Entonces, ¿cómo se sienten ellos?”.

– ¿Llega a comprender todo lo que ocurre?

– No lo llegas a entender, no llegas a comprender los mecanismos que genera un ser humano para hacer de la calle su lugar de residencia permanente, porque se sufre mucho. Muchos dicen que están en la calle porque les dan muchas cosas y es cierto, pero en la calle se sufre mucho. No hay chicos de 15 años que no tengan cicatrices o chicas que no hayan sufrido abusos sexuales.

– ¿Ha llegado a perder la esperanza o a sentirse impotente?

No estamos aquí para perder la esperanza, ni para sentirnos impotentes… Entonces, ¿cómo se sienten ellos? Con el recorrido que hago por los hogares, paso dos o tres veces al día por donde están los chicos. Te sientas un rato, y desaparece el tiempo. Te cuentan sus problemas…

– ¿Tienen estos chicos alguna alternativa, además de su fundación?

– Muy poquitas, y esto se agrava con la escasez de recursos.

– ¿Cómo se ve desde Bolivia la situación económica y social de España?

– No quiero cuestionar los niveles de sufrimiento de un lugar u otro, porque el sufrimiento de aquí no es importante allí, pero el caso es que se sufre. Pero yo me planteo cómo explicarle a Carmen la crisis que vive España, o a Zulema, violada por su tío a los ocho años y que vive desde entonces en la calle. No sé cómo. No lo entenderían. ¿Qué crisis le voy a explicar con la situación que tienen? Es cierto que tantos millones de parados es una realidad muy fea y no deseable, pero la situación que se vive allá no tiene comparación. Por eso, me resultaría muy complejo explicarles a mis chicos que España está en crisis, porque la crisis de aquí sería una vida normal allá. No lo cuestiono, pero son dos mundos diferentes.

“Dicen que no hay fondos,
pero no me lo creo,
Hay fondos, pero también una psicosis
y una depresión social que está afectando
mucho a las obras sociales”.

– Y con la crisis de aquí, se ayuda menos allá.

– Por este motivo estamos a punto de cerrar o de reestructurar algunas casas, clausurar talleres. Han bajado las donaciones, y es que cuesta más mirar a un contexto que no se conoce y, además, en una situación de psicosis. Dicen que no hay fondos, pero no me lo creo, porque nadie ha quemado dinero, ni ha desaparecido. Hay fondos, pero también una psicosis y una depresión social que está afectando mucho a las obras sociales. Está siendo también una crisis de solidaridad hacia otras realidades.

– Tiene dos hijos, de 10 y 6 años. ¿Cómo viven esta situación y tu opción de vida?

– A nuestros hijos no les llama la atención nuestra opción de vida, sino el contexto en el que nos movemos. Muchas veces, cuando recojo a Daniel, mi hijo mayor, en el colegio, algunos niños de la calle se suben al coche para que les acerque a algún lugar. Luego me pregunta quiénes son. Para ellos no es una realidad lejana, forma parte de su contexto. Es una de las grandes herencias que le estamos ofreciendo a nuestros hijos: que valoren todo lo que tienen.Germán Sánchez, misionero seglar vicenciano

Vocación de servicio

– A ellos les sorprendió la vocación de su padres. ¿Cómo surgió?

– Fue a través del carisma vicenciano, aunque yo no tengo el recorrido de otros en la Juventudes Marianas Vicencianas (JMV). Tuve la suerte de tener una experiencia en una casa para enfermos de Sida de las Hijas de la Caridad, y esta me marcó mucho. Recibí elementos nuevos desde donde pensar; no tenía una fe cultivada, pero sentía algo especial, algo que me atraía, algo trascendente. Luego descubrí que había envíos misioneros, y en 1994 me fui a Honduras. Volví a España algunos meses después para trasladarme a América de nuevo en 1995 y hasta hoy. Tuve la suerte de coincidir con un grupo de personas que me ayudaron mucho a cultivar y hacer crecer esa vocación. Sin eso, probablemente no estaría contando todo esto.

– ¿Ha tenido la tentación de tirar la toalla?

– Nunca tuve la tentación de volver a España. Hay momentos muy duros, las cosas pierden sentido y ves realidades ante las que te preguntas, y muchos chicos se preguntan dónde está Dios. Nos queda acompañar, y ya Dios se hará presente. Sobran las palabras.

– ¿Hay algo agradable en todo esto?

– Desde la fe, todo es agrable aunque duela. Decía san Vicente de Paúl que los pobres duelen y huelen, y es verdad. Algo muy bonito para los chicos es descubrir las condiciones en que Jesús vino al mundo. Y todos reconocen que ya saben por qué lo sienten cerca, y es porque ha vivido igual que ellos. Hay en esta realidad muchos signos de fe y esperanza. Es increíble la capacidad de muchos chavales para sobrellevar los problemas que tienen.

En el nº 2.806 de Vida Nueva.

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