Variaciones sobre el tema de la paz

Desde que el hombre existe sobre la tierra, ha deseado y ha buscado la paz. Pero la paz es un bien  al cual se llega por caminos que se entrecruzan y relacionan; hablamos por ejemplo del perdón, la reconciliación, la reparación y la justicia que  son variaciones del amor.

Pero existen también otros caminos que van en contravía de los anteriores y por los cuales no pocos pretenden llegar al mismo objetivo: me refiero a la guerra y la violencia. Sobre estos dos temas quiero poner hoy mi mirada.

Comienzo por el que aparentemente es más contrario a la paz: la guerra. En verdad, guerra y paz no son términos opuestos. Entre ellos, según algunos, hay más bien una relación dialéctica en cuanto que la guerra es, o debería ser, una condición para la paz. “Yo no vine a traer la paz sobre la tierra sino la guerra”, dijo Jesús (Mt. 10,34). Y la paz es una característica del Reino Mesiánico. “Mi paz os dejo, mi paz os doy; pero no os la doy como la da el mundo” (Jn.14,27) .

Interesante ahondar en esta línea. Descubrimos que el ideal de la paz no es una tranquilidad pasiva, una aceptación sumisa de la voluntad del otro. No es la paz octaviana ni mucho menos la paz de las armas. La paz es el fruto de una lucha por la justicia, por la verdad y por la dignidad del hombre. No podemos, por tanto, aspirar a que esto se de sin asegurarle un espacio civilizado a la confrontación, a la discusión de nuevas opciones, a la protesta ciudadana.

Nadie podría negarle a los grupos alzados en armas el derecho a decir “sus verdades”, a promover un proyecto político, a promover un cambio social. Lo que no podría aceptarse es el recurso a la violencia de las armas, al terrorismo, al secuestro, a las formas incivilizadas de hacer la guerra.

El hombre encontrará siempre contra quien o contra qué luchar. Ya decía Zarathustra: “debéis buscar vuestro enemigo; debéis hacer vuestra guerra y hacerla por vuestros pensamientos. Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz breve mejor la  larga. No os aconsejo el trabajo sino la lucha.  No os aconsejo la paz sino la victoria. Sea vuestro trabajo  una lucha. Sea vuestra paz una victoria”.

En esta línea de pensamiento también hay una violencia que conduce a la paz. Todo en la naturaleza funciona a base de violencia; la supervivencia de las especies, por ejemplo, es un caso típico de violencia natural.  Existe, incluso, la violencia del amor: el que ama lucha por lo que ama.

Entre nosotros, hace falta oponer a la violencia de los anarquistas la violencia de los hombres de bien. El nuestro es un país de gente buena que no lucha, que perdió toda agresividad  frente a quienes pisotean los valores humanos y cristianos. Gente que renunció a pelear las buenas causas, el “buen combate” de que habla san Pablo, por temor y miedo de los “violentos irracionales”.

Por esto se explica el caos y el desorden en que hemos caído: hay engaño, hay mentira, hay corrupción, hay injusticia; pero seguimos dormidos, sin reaccionar.

“Tiempo es ya de levantarnos del sueño”. Hemos padecido una larga pesadilla en la que la otra guerra y la otra violencia  ejercidas por los hijos de las tinieblas no ha tenido respuesta adecuada en los hijos de la luz. Digamos que no podemos arrodillarnos como los camellos, para que sobre nosotros cabalguen los ladrones, los corruptos y los asesinos.

“Desde los días de Juan el Bautista, el reino de los cielos sufre violencia y los violentos se hacen con él” (Mt. 11,12) o en otra traducción: “desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista y los más decididos son los que se adueñan de él”.

Concluyo este reflexión con este pensamiento que encuentro en una de las canciones de Gloria Estefan: “Y vamos abriendo puertas y vamos cerrando heridas, que paso a paso en la senda, vamos a hallar la salida”.

MONSEÑOR FABIÁN MARULANDA, Obispo emérito de Florencia

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