El buen negocio de reducir la pobreza

En el país más inequitativo del mundo se está descubriendo que reducir el número de pobres es un buen negocio, si en vez de una política asistencialista, se opta por un empoderamiento de los pobres.

El anuncio sobre la reducción de la pobreza a 34.1% tuvo toda la apariencia de una noticia especializada para economistas, sociólogos o demógrafos; sin embargo, significaba para 1.218.000 colombianos un cambio de vida, y para el presidente Santos y su equipo de gobierno, un logro dentro de un proceso difícil.

La propuesta

Dos semanas después de su posesión había propuesto a los industriales del país, reunidos para la Asamblea de la Andi en Cali, un gran acuerdo para combatir la pobreza. Bien recibida su propuesta, no la dejó en el aire de los buenos propósitos y cinco días después, en una reunión con representantes de los gremios, concretó su idea: recuperar para esa causa 3.5 billones de pesos mediante el desmonte de una gabela empresarial: la deducción del 30 por ciento de la reversión de utilidades en activos fijos.

Contaba el presidente con un antecedente significativo: cinco años atrás el influyente banquero Luis Carlos Sarmiento había planteado ese mismo propósito de luchar contra la pobreza; después se producirían pronunciamientos alrededor del mismo tema con propuestas concretas: la entrega a los campesinos de las tierras incautadas a los narcotraficantes, a los guerrilleros y a los paramilitares; y a terratenientes que las mantenían improductivas. En distintos foros se deliberó sobre la idea de generar más empleo formal como forma eficaz de combatir la pobreza. Por eso cuando el presidente convocó a la lucha contra la pobreza, encontró un ambiente favorable a ese propósito.

¿Qué es un pobre en Colombia?

Son 15.242.000.

Ingreso mensual de menos de 194.696.

Hogar promedio de 4 a 6 personas

Desempleados:

54.7% en las ciudades

61.2% en el campo

¿Qué es un indigente?

Son 4.744.000.

Ganan menos de 87.672 pesos al mes.

Después vendrían sus propuestas de la Ley de Víctimas y de la restitución de tierras, junto con su proyecto de viviendas gratuitas para los más pobres entre los pobres.

La oposición y los críticos cumplieron con su función, al multiplicar las dudas y las preguntas sobre esta política que bien podía llamarse de opción preferencial por los pobres.

¿Demagogia, acaso? El expresidente Uribe que había dado todo su apoyo a los inversionistas y dueños de capitales, reaccionó, sin pensarlo dos veces, y atribuyó los proyectos a un afán demagógico y electorero, en búsqueda del esquivo apoyo de la opinión pública en los estratos 1 y 2.

 

Combatir la pobreza, ¿para qué?

Más sosegados, políticos y economistas leyeron esas propuestas como jugadas inteligentes para estimular la economía: los planes de vivienda generarán empleo y actividad industrial; y el regreso de los campesinos a sus tierras, además del empleo, estimulará la producción agrícola. Adicionalmente producirá votos en los estratos más pobres, habitualmente desconfiados frente a políticos y gobernantes.

Paralelas a los maliciosos pensamientos de opositores y políticos, estaban las razones políticas que investigadores y conocedores de la realidad social habían puesto en evidencia. Quizás la de mayor bulto es que cualquier proceso de paz fracasaría -como ha venido sucediendo- ante el hecho de una pobreza aceptada como parte normal de la vida colombiana. Una pobreza ambiente y un acuerdo de paz son realidades inconciliables, que se rechazan entre sí. Los críticos que afirmaron que el presidente Santos le había arrebatado sus banderas a la guerrilla, se acercaron a la realidad política que late detrás de este proyecto social.

Mal puede convivir la voluntad de paz de una sociedad con hechos como estos: “el trabajo infantil, el consumo de drogas, la violencia intrafamiliar, las violaciones, los embarazos adolescentes” mencionados por el alto consejero Samuel Azout como manifestaciones de esa pobreza extrema que lleva en sí una carga tal de violencia que impide pensar siquiera en paz social. La paz, además, es planta frágil que no prende en el ambiente envenenado de la desigualdad.

 

Los pobres en la economía

Colombia es un país de ingreso medio alto, equivalente, en promedio a más de seis mil dólares, que contrasta brutalmente con el ingreso de un dólar por día de los más pobres. Estas 4.744.000 personas constituyen la prueba de que la paz es un imposible y de que cualquier política de paz debe ir a la par con la construcción de la igualdad. Ya fue dicho en múltiples formas que la paz es hija de la justicia.

Y así como han contado los hechos económicos para la disminución de la pobreza, también estuvieron en el crecimiento de los niveles de pobreza. Parecen informaciones simplistas por lo evidentes que, sin embargo, descubren las consecuencias de la injusticia social. Los millonarios que hace cinco años se reunieron para deliberar sobre la pobreza, miraron el hecho desde el punto de vista de sus negocios y concluyeron que un pobre es un consumidor menos y que, sacarlo de la pobreza, es recuperar un consumidor. El crudo utilitarismo de esa conclusión es parte de la razón económica del presidente Santos para su lucha contra la pobreza.

Las cifras muestran que a menos pobreza, mayor crecimiento económico. Los 1.3 millones de puestos de trabajo que registró el Dane en 2011, y el crecimiento económico de 5.9 por ciento de Colombia el año pasado, llevaron al decano de economía de la Universidad de los Andes Alejandro Gaviria, a concluir que “el índice de pobreza se redujo como un claro reflejo del crecimiento económico unido a la baja en los precios de los alimentos”. Está de acuerdo con él, el director de Planeación, Hernando José Gómez: “en la reducción de la pobreza tienen que ver aspectos como la recuperación de la economía (creció el 4.3% en 2010), la caída del desempleo, las transferencias monetarias y una mayor información sobre ingresos y gastos de la población”.

Lugares de la pobreza

Índices más altos:

Quibdó: 46.7%

Pasto: 40.6%

Montería: 37.5%

Índices más bajos:

Bucaramanga. 10.7%

Bogotá: 13.1%

Medellín: 19.2%

 

La pobreza en el campo bajó del 49.7% al 46.1%

La pobreza extrema en el campo bajó de 25% a 22,1%

Son datos y opiniones que han validado la lucha contra la pobreza como una política económica con efectos positivos a mediano y largo plazo.

Reducir el número de pobres, además, ha implicado la reducción del desempleo y de la desigualdad, las dos debilidades enfermizas de la economía y de la convivencia en la sociedad.

A eso tienden los esfuerzos oficiales y privados con que hoy se está combatiendo la pobreza en Colombia. El alto consejero para la prosperidad, Samuel Azout cree, basado en su experiencia profesional, que deben complementarse dos acciones: la del crecimiento de la economía, por un lado, y la de la oferta social, por el otro.

El crecimiento de la economía creará oportunidades al multiplicar los puestos de trabajo, pero de nada valdrá ese esfuerzo si los pobres no saben aprovechar las oportunidades. Lejos de una solución asistencial, se trata de estimular programas que buscan el empoderamiento de las familias y de las comunidades, de modo que ellos mismos sean protagonistas de su desarrollo. Que es la aplicación del conocido consejo de no solo darle un pescado al necesitado, sino de enseñarle a pescar. “Es darles las competencias de la vida para que ellos mismos superen su condición”.

Las cifras del problema

Pobreza bajó a 3.41% o sea 1.218.000 pobres menos (Dane).

Extrema pobreza bajó a 10.6%, o sea 674.000 indigentes menos (Dane).

Crecimiento económico 2011: 5.9%.

Nuevos puestos de trabajo: 1.3 millones (Dane).

Desigualdad pasó de 0.560 a 0.548 (Indice Gini).

 

Empoderando

Un proyecto así se adelanta en la acción de la Red Unidos que continúa y complementa las tareas de la Red Juntos creada durante el gobierno Uribe.

Con Unidos, el propósito del presidente Santos es sacar de la extrema pobreza a 350 mil familias en los próximos tres años y medio, de modo que en ese plazo las familias obtengan las competencias necesarias para superar sus indigencias.

La creación del Departamento Administrativo para la Prosperidad Social acelerará ese proceso. Con el segundo presupuesto más grande del país, de siete billones de pesos, Bruce MacMaster tiene la misión de dejar atrás la etapa de la pobreza extrema. Con él trabajan once mil personas entre las que están incluidas las que hacían parte de Acción Social y las del Instituto de Bienestar Familiar. La finalidad es disminuir la pobreza extrema, como programa de Estado que no dependerá del talante de los gobernantes, y que se mantendrá vigente, cualquiera sea el mandatario de turno.

La reciente noticia del avance en la erradicación de la pobreza ha sido un estímulo y una notificación de que, aunque ambicioso, este programa es posible e indispensable en un país en donde diariamente se crean nuevas oportunidades que solo eran aprovechadas por una minoría. Por eso en el plan de acción figuran las políticas para superar la desigualdad.

El virus de la desigualdad

Los datos sobre desigualdad son abrumadores, sobre todo cuando revelan la existencia de dos países distintos y distantes, el uno del otro: el que vive en las ciudades y el que malvive en el campo. Los investigadores del CEDE de la Universidad de los Andes, en los datos iniciales de su Encuesta Longitudinal Colombiana, destacan, por ejemplo, que mientras en la región cundi-boyacense el gasto mensual per cápita es de 95.546 pesos, en Bogotá se cuadruplica y alcanza los 392.290. En los hogares urbanos los ingresos por debajo del nivel de pobreza se encuentran en 59.3%, pero en el campo se dan en el 82.9%. La misma encuesta reveló que mientras el 90% de la población urbana dispone de acueducto, este servicio solo cubre el 66% de la población campesina.

Colombia ha aumentado sus ingresos hasta niveles apreciables, pero es una riqueza mal distribuida, hasta el punto de quedar junto con Haití y Angola, entre los tres países más inequitativos del mundo, según un informe de las Naciones Unidas que cubre 129 países.

¿Por qué? se pregunta el centro de investigaciones (CID) de la Universidad Nacional y responde:

Porque hay una mala distribución de la tierra. Mientras tres mil propietarios disponen de 40 millones de hectáreas, tres millones de familias sólo tienen 5 millones de hectáreas.

El capital en acciones está concentrado en unas pocas manos. Entre los dos millones de accionistas, un privilegiado grupo de dos mil concentra el 82% de las acciones.

La brecha de la educación: en una orilla están los estudiantes ricos con una educación de alta calidad y al frente la mala calidad de la que reciben los pobres.

El régimen tributario que concentra exenciones y gabelas para ricos empresarios e inversionistas, mientras le suelta los perros al resto de la población.

Son las cuatro razones de una desigualdad que, a la vez, explica los avances de la pobreza.

 

Gasto Social por habitante

  • En América Latina promedio: 981 us
  • En Colombia: 500 us (Cepal)

Enfrentando la pobreza

Desde el sector privado se enfrentan la pobreza y el hambre con iniciativas como la de los campesinos del sur del Cesar con su proyecto de autonomía alimentaria, para volver a los tiempos en que las fincas producían toda clase de alimentos. Cercados por los cultivos industriales de biocombustibles, estos campesinos se habían quedado sin qué comer. Un estudio de la Universidad Nacional mostró a 17.400 familias con hambre oculta; y a 10.400 con hambre crónica, hecho escandaloso en una región de alto potencial agrícola. Hoy los campesinos se han convertido en custodios de semillas y animales criollos y en 12 municipios la siembra de verduras, hortalizas y frutas, la cría de animales domésticos, el estímulo a la conservación de la cocina tradicional y la creación de centros de mercadeo campesino, están haciendo retroceder el hambre, el desempleo y la pobreza.

Más dramática es la situación que en la Sierra Nevada enfrenta el sacerdote capuchino Juan Guinart con su hogar Sirena en la sierra y el Hogar del Niño en Valledupar, en donde provee de alimentos a niños y ancianos que no tienen otra posibilidad de alimentarse. Como el Banco de Alimentos de la arquidiócesis de Bogotá o las ocho sedes de atención de emergencia alimentaria de las misiones scalabrinianas en Cúcuta o el programa de atención alimentaria escolar de Pastoral Social en la misma diócesis, son meritorias actividades que combaten el hambre pero dejan intacta la pobreza, un fenómeno en el que convergen los desequilibrios y las injusticias de la sociedad y que demanda, como solución, el ajuste severo de las estructuras económicas, sociales y políticas, que hacen posible una sociedad justa. Algo de todo eso comienza a cambiar cuando se puede mirar la lucha contra la pobreza como un buen negocio. VNC

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