Alejandro Londoño 80 años de servicio pastoral

“Un día mi provincial me llamó por teléfono y riéndose me pidió permiso para hablar mal de mí en Roma. Me dijo que me estaban pidiendo como secretario de cartas en latín, ante lo cual me expresó: Usted no es para eso, se chiflaría. Usted es para la Pastoral Juvenil”. Así recuerda el jesuita Alejandro Londoño el comienzo de un interesante itinerario que hasta el día de hoy, a sus 80 años, vive con pasión. “El amor por la Pastoral Juvenil ha sido como mi segunda vocación. Valoro mucho la formación y la acción de los grupos juveniles”.

Alejandro nació en Medellín, en una familia muy unida. Aunque su padre hablaba poco de religión, todos los días “le hablaba de Jesús” cuando lo veía levantarse temprano para ir a comulgar. Su mamá, como buena paisa, rezaba el rosario y también las tres avemarías cuando salían de paseo. Desde muy joven hizo parte del movimiento Scout, de la JEC (Juventud Estudiantil Católica) y de la Congregación Mariana. “Opté por ser jesuita porque no pude ir a unos retiros vocacionales y el Señor aprovechó para llamarme en esos días”. Tal vez por eso se declara poco creyente de las propagandas vocacionales.

Es licenciado en filosofía, teología y teología pastoral. Siempre le ha preocupado la evangelización y la concientización de los jóvenes, lo cual equivale a “buscar primero una opción por Cristo y por una Iglesia comunitaria, y luego por la justicia social y por los pobres”. Esa utopía se fue afianzando en el tiempo en que realizaba los “Campamentos Misión” en comunidades campesinas (¡como 35 años!). El trabajo con estas comunidades lo marcó profundamente: “Fue mucho lo que aprendí de ellas. Sus enseñanzas las resumo en una frase: ‘Dentre pa’ dentro’, que contrapongo a otra muy fina y ciudadana: ‘Tenga la fineza de quedarse afuera’”.

Durante 20 años apoyó el Seminario Latinoamericano de Pastoral, dirigido por otro conocido jesuita pastoralista, Jesús Andrés Vela. “Al principio me invitó a colaborar en un curso de 5 meses, que ya cumplió 34 años y se sigue repitiendo, durante un mes completo, en varios países. Yo hacía como esos ciclistas chupa rueda, acomodaba sus enseñanzas para los jóvenes”. De esta experiencia resultaron unos 20 libros que publicó con la ayuda de José Ignacio Torres, primero, y de su hija Pilar Torres, después, en Indo American Press Service. Curiosamente, el libro que mayyor acogida ha tenido, con casi 30 ediciones, ha sido 112 Dinámicas, un texto sobre dinámicas y prácticas pastorales que escribió en terminales de buses y aeropuertos.

Octogenario con ímpetu

Además de la Casa de la Juventud, ha colaborado activamente con la CRC y con el SPEC. También ha dado cursos a los hispanos en Estados Unidos, a través del SEPI de Miami. Sin embargo, y como dato particular, ostenta una extraña marca: “nunca he sido superior de nada ni de nadie”. Tal vez esa actitud de servicio desinteresado es la mejor descripción de Alejandro hasta el día de hoy.

Ser un octogenario no lo ha menguado en sus ímpetus pastorales (a la fecha colabora con el Instituto para niños ciegos, con los niños de Bienestar Familiar, con exdrogadictos de Despertar y con varias parroquias). Más aún, no duda en afirmar que la ecología es su tercera vocación. De ello dan cuenta los cuatro grupos con enfoque ecológico que anima (uno de ellos ecuménico), y los dos programas comunitarios en el suroriente de Bogotá en los que participa (uno radial y otro televisivo). También sigue publicando algunos libros con las Paulinas y los Paulinos. Pero no todo es trabajo. Los lunes se escapa a un parque a leer y a caminar. En medio de sus caminatas ecológicas, lo invade un sueño: “que las personas encuentren a Dios en la naturaleza y sean solidarias con los pobres, sobre todo con los que han sufrido las inundaciones por causa de nuestra irresponsabilidad”. Definitivamente, ¡la pastoral es su vida! VNC

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