III Foro Católico-Ortodoxo: la prioridad actual es “la creación de empleo”

un hombre en una oficina busca un contrato laboral

Analizan en Lisboa los desafíos de una crisis que es también “antropológica y espiritual”

un hombre en una oficina busca un contrato laboral

ANTÓNIO MARUJO. LISBOA | Los líderes europeos de las Iglesias católica y ortodoxa creen que, ante la crisis actual, “se debe dar prioridad al trabajo”, y que “hay que centrarse en las actividades de creación de empleo”.

En el comunicado final del III Foro Católico-Ortodoxo, celebrado entre el 5 y el 8 de junio en Lisboa, los representantes de ambas confesiones añaden que dicha crisis, además de económica, es también “una crisis cultural y moral y, aún más profundamente, antropológica y espiritual”. Este Foro, una de las iniciativas más importantes de diálogo institucional entre los responsables católicos y ortodoxos del continente, atiende objetivos de carácter pastoral, ya que es la Comisión Mixta la encargada de velar por los temas relacionados con el diálogo teológico.

El encuentro contó con la participación –entre otros– del cardenal húngaro Péter Erdö, arzobispo de Budapest y presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), así como de otros prelados en representación de diversos episcopados (Francia, Bégica, Alemania, Italia, Escocia, Bosnia-Herzegovina, Ucrania, Bielorrusia, Federación Rusa y España, en la persona de Manuel Barrios Prieto, director del Secretariado de Relaciones Interconfesionales de la CEE). Por parte ortodoxa, asistieron a la cita delegados de los patriarcados de España y Portugal, Moscú, Serbia, Rumanía, Georgia, Chipre, Polonia, Albania, Chequia y Eslovaquia.

Desarrollo integral

En esta tercera edición, el Foro centró sus debates en La crisis económica y la pobreza, desafíos para Europa hoy. Se trataba de reflexionar en busca de modos de hacer frente al “liberalismo desenfrenado”, que coloca “el lucro económico por encima de la integridad de la persona”, como advirtió el cardenal Erdö en la inauguración de los trabajos.

Esa misma preocupación ha quedado reflejada en el comunicado final, donde se insiste en que, si los europeos quieren salir de la crisis, tienen que “cambiar su estilo de vida”. La situación actual “puede ser una oportunidad para sanear la conciencia”, dando sentido “a la actividad económica a partir de una visión integral” de la persona, subordinando la economía “a los objetivos de desarrollo integral y solidario, abriendo la cultura a la búsqueda de la verdad, brindando un lugar a la sociedad civil y al ingenio de los ciudadanos que trabajan por el bienestar de sus contemporáneos”.

Según el mismo texto, esta crisis, “muy grave”, se ha desencadenado “porque se han separado las finanzas de la economía real, y porque la economía se ha apartado del control de la voluntad política, que, a su vez, se ha desligado de la ética”. Por todo ello, muchos europeos sufren ahora, especialmente, “el paro, la ausencia de perspectivas y esperanza”, y se muestran “inquietos por su futuro”.

Muy crítico en el diagnóstico, el comunicado episcopal recuerda una vez más que “el mercado no debe ser una fuerza anónima y ciega”, y que “las ideologías hedonistas y materialistas han propuesto puntos de vista reductores, llevando a creer que la felicidad se podía lograr a través de la acumulación de bienes, que la libertad era la satisfacción de todos los deseos y que la vida en sociedad podría resultar de la simple combinación de todos los intereses privados”.

Para combatir esta perspectiva, el Foro sugiere la necesidad de “un nuevo tipo de relación con el dinero, la producción y el consumo”, en la línea de “la tradición cristiana ascética del ayuno y del compartir”, que las Iglesias intentan hoy concretar a través de la ayuda “a las personas que sufren una situación de precariedad, contribuyendo así al desarrollo de una sociedad más justa”.

Aunque la realidad no invita al optimismo, la declaración insiste en que es necesario mantener la esperanza, porque ya en otras épocas Europa supo “revertir el curso de su destino, apelando al pensamiento y la moral cristianos”.

Finalmente, y tras rechazar “todas las formas de corrupción y explotación”, el documento conclusivo se refiere también a la cuestión ambiental: “No podemos seguir dilapidando los recursos de la creación y contaminar el medio ambiente en que vivimos, como lo hemos hecho. La vocación del hombre es ser el guardián, y no el depredador de la creación”. Y añade: “Hoy, es necesario darse cuenta de la deuda que tenemos con las generaciones futuras, a las que no debemos dejar un medio ambiente degradado e inhabitable”.

En el nº 2.805 de Vida Nueva.

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