OBITUARIO: Ireneo García Alonso, un obispo crucificado

Ireneo García Alonso, obispo de Albacete, fallecido en 2012

Ireneo García Alonso, obispo de Albacete, fallecido en 2012

ALBERTO INIESTA, obispo auxiliar emérito de Madrid | El día 4 de junio fallecía en Toledo don Ireneo García Alonso, de 89 años de edad, que fue obispo de Albacete de 1968 a 1980, cuando presentó su renuncia al Papa debido a la enfermedad de Parkinson, que comenzaba a padecer.

Los dos nos conocíamos antes de ser obispos, por estar relacionados con la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal, como delegados de nuestras respectivas diócesis de Toledo y Albacete.

Precisamente, ocurrió que en tiempo de sede vacante en Albacete, tuve que ir a Toledo a dar dos charlas que Ireneo me había encargado. Recuerdo que en aquella convivencia sacerdotal coincidimos en la misma mesa a la hora de comer, y yo le dije, medio en broma, medio en serio: “¡Mira que si tú fueras obispo de Albacete!”. Bromas y risas, y todo quedó así, como una ocurrencia intranscendente.

Pero cuál no sería mi alegría y mi sorpresa, cuando un poco después se supo la noticia: Ireneo García Alonso, nuevo obispo de Albacete. Luego pensé si cuando hablamos ya sabía la noticia, pero me dijo que por entonces no sabía nada.

De todos modos, desde entonces para mí era ante todo mi obispo, con el que yo debería colaborar y al que debía respetar. Inclusive, le ofrecí hablarle de usted desde entonces, aunque no lo consintió.

Don Ireneo fue un buen obispo y un obispo bueno, cordial y servicial, valiente y prudente, optimista y paciente, al servicio del Concilio y de la Iglesia postconciliar. En cuanto se confirmó su enfermedad, tomó la decisión de presentar su renuncia al cargo. Desde entonces, estuvo crucificado con Cristo, pidiendo por su diócesis, eso sí, muy bien acompañado por dos hermanas, Cari y Feli, que se consagraron a él completamente.

Desde aquel Calvario, los tres, a través del Cuerpo Místico, habrán estado inyectando fuerzas a esta joven Iglesia de Albacete, donde descansa en la cripta de la Catedral.

Es humano expresar a su familia nuestra condolencia por el dolor de la separación, pero es también cristiano dar gracias a Dios, porque nuestro hermano, después de tan largo viacrucis, ha llegado al fin a las puertas del Reino de los Cielos.

En el nº 2.805 de Vida Nueva.

Compartir