La familia, un bien insustituible

papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán

papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán

ANTONIO PELAYO. MILÁN | El VII Encuentro Mundial de las Familias de Milán ha servido para reivindicar, una vez más, el papel vertebrador de esta institución en medio de la sociedad, pero también para brindar al Papa el cariño que se reserva a sus miembros más venerados. [La familia, un bien insustituible – Extracto]

Tres días de oxigenación para Benedicto XVI, 72 horas durante las cuales el Papa ha podido respirar a pulmón libre, lejos de los miasmas vaticanos. Es uno de los significados del VII Encuentro Mundial de las Familias (EMF) que ha tenido lugar en Milán del 1 al 3 de junio.

Centenares de miles de personas –un millón el domingo– le han testimoniado que creen en la Iglesia y aman a su Supremo Pastor, ajenos a los venenos, conspiraciones y enredos romanos de estos últimos meses. En todas las personas con las que hemos hablado resultaba evidente el deseo de “consolar” al Papa o, como nos decía un cristiano de Barcelona, “de acompañarle vaya donde vaya y suceda a su alrededor lo que suceda”.

Esta es, sin duda, la explicación de que en todo momento Joseph Ratzinger haya sido aclamado por una multitud muy superior a lo previsto. No me refiero a los participantes en el EMF, sino a los numerosísimos milaneses que se lanzaron a las calles para saludarle. La tradicional frialdad de los habitantes de esta urbe industrial y financiera desapareció ante la voluntad de demostrarle afecto y respeto. “Ha sido una de las grandes sorpresas de estas jornadas”, reconocía el cardenal de Milán, Angelo Scola.papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán

Ya intuimos que algo de esto iba a suceder el viernes 1 de junio, cuando, poco después de las 17 h., el Santo Padre entró en la ciudad procedente del aeropuerto de Linate. En las calles, muchos aplaudieron el paso del cortejo. Cuando este llegó a la Plaza del Duomo, allí se había reunido una multitud que, si bien no la abarrotaba, la llenaba suficientemente.

En un podio de gran sobriedad elevado ante de la espléndida fachada de la catedral gótica, el alcalde, Giuliano Pisapia, le dio la bienvenida en nombre “de los católicos, que son mayoría en Milán, pero también de los fieles de otras religiones, porque la fe no puede ser motivo de división, y también la bienvenida de los no creyentes, porque la diversidad que marca nuestro tiempo no puede ser motivo de enfrentamiento”.

Trabajar por el bien común

En su saludo, Benedicto XVI destacó la vocación de Milán de ser encrucijada –mediolanum– de pueblos y culturas: “También hoy Milán está llamada a redescubrir este papel positivo, forjador de desarrollo y de paz”. Y añadió: “Distinguiendo claramente sus papeles y finalidades, la Milán positivamente ‘laica’ y la Milán de la fe están llamadas a cooperar para el bien común”.

Después, al Papa le esperaba un momento de muy especial significado para un amante de la música como él: el concierto en el Teatro alla Scala, donde se interpretó la Novena Sinfonía de Beethoven, dirigida por el maestro Barenboim.

Como ya hiciera hace 28 años Juan Pablo II, se sentó en un sillón blanco en el patio de butacas, ocupadas por lo más granado de la burguesía milanesa, representantes del Foro Mundial de las Familias y el séquito papal, en el que destacaba, por obvias razones, el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone.

papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán concierto Teatro alla ScalaAl concluir la extraordinaria interpretación, un Ratzinger emocionado por tanta belleza tomó la palabra para evocar, en primer lugar, el concierto, que dirigió en dicho teatro en 1946, “después de los horrores de la Guerra”, el maestro Toscanini.

Ahí evocó “la sombra del seísmo que ha traído tanto sufrimiento a muchos habitantes de nuestro país”, y aseguró que “no tenemos necesidad de un discurso irreal sobre un Dios lejano y sobre una fraternidad no comprometida. Estamos ante un Dios cercano. Buscamos una fraternidad que en medio de los sufrimientos sostiene al otro y así le ayuda seguir adelante”.

Benedicto XVI pasó la noche en el Palacio Episcopal de Milán, en el piso que ocupa habitualmente el cardenal Scola y que fue, en su día, de Giovanni B. Montini, futuro Pablo VI. A primeras horas del día siguiente, celebró la Eucaristía en la capilla privada del Arzobispado, pero a las 10 de la mañana ya estaba en la contigua catedral, donde le esperaban los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, monjas de clausura y seminaristas de la diócesis de Milán y las sufragáneas de la Lombardia.

Scola quiso recordar “la herencia del largo y rico ministerio del cardenal Carlo Maria Martini y del cardenal Dionigi Tettamanzi, que proféticamente quiso para Milán este VII Encuentro de las Familias”.

El Papa recogió el guante y también envió un saludo a tan ilustres miembros del Colegio Cardenalicio (esa misma tarde mantuvo un encuentro con el cardenal Martini, necesariamente breve por la enfermedad del ilustre jesuita, pero que resultó, según alguno de los presentes, muy emocionante) e invocó la protección sobre la archidiócesis milanesa (la más grande de Italia y una de las mayores del mundo) de san Ambrosio, san Carlos Borromeo y los beatos milaneses recientemente elevados a los altares.

“El celibato sacerdotal y la virginidad consagrada –explicó– son el signo luminoso de la caridad pastoral y de un corazón no dividido”.

Para dirigirse desde la Plaza del Duomo al estadio de San Siro, Benedicto XVI atravesó el centro de Milán, saludado con múltiples gestos de simpatía. El estadio estaba a rebosar: allí se habían concentrado los muchachos y muchachas que van a recibir este año el sacramento de la Confirmación, junto con sus padres, hermanos, padrinos, educadores y catequistas. Unas 80.000 personas en total.papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán estadio San Siro

“Para nosotros –le dijo Giovanni, uno de los confirmandos– es muy bonito recibirte en este estadio, donde juegan nuestros campeones, pero queremos decirte que para nosotros tú eres el más grande campeón y también el entrenador del inmenso equipo que es la Iglesia”.

El Papa asistió muy complacido al espectáculo catequético que habían preparado con tanto empeño sus anfitriones y que habían titulado ‘El espectáculo del Espíritu’. En su discurso, les invitó a ser “disponibles y generosos con los otros, venciendo la tentación de poneros a vosotros mismos en el centro de vuestras vidas, porque el egoísmo es enemigo de la alegría”.

Libertad, derecho de todos

A media tarde, el auditorio que le esperaba escuchar la palabra del Papa era muy diferente: las autoridades civiles y militares, los grandes empresarios, políticos y administradores de la cosa pública, hombres de cultura. Un centenar en total, a los que recordó el ejemplo de san Ambrosio, que, antes de ser obispo de Milán, había sido gobernador consularis de las provincias de Liguria y Emilia.

“Ningún poder humano puede considerarse divino –afirmó el Papa ante sus prestigiosos invitados–; por lo tanto, ningún hombre es dueño de otro hombre (…). La primera cualidad de quien gobierna es la justicia, virtud pública por excelencia, porque mira al bien de toda la comunidad, pero no basta, y san Ambrosio la acompaña con otra: el amor a la libertad. (…) La libertad, que no es un privilegio para algunos, sino un derecho de todos, un derecho precioso que el poder civil debe garantizar. Sin embargo, libertad no significa libre arbitrio del individuo, sino que implica la responsabilidad de todos y cada uno. Aquí se encuentra uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad a fin de que todos puedan proponer su visión de la vida común siempre, sin embargo, respetando a los otros y en el contexto de unas leyes que miran al bien de todos”.

Centrándose en el EMF, dijo: “El Estado está llamado a reconocer la identidad propia de la familia, fundada sobre el matrimonio y abierta a la vida, y además el derecho primario de los padres a la libre educación y formación de sus hijos según el proyecto educativo que ellos juzguen válido y pertinente. No se hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de educación para el bien común de toda la sociedad”.

papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán niña vietnamitaEl Parque Bresso me pareció, la primera vez que lo vi, una superficie tan inmensa como imposible de llenar. Me equivoqué, porque el sábado a las 20:30 h. ya lo ocupaban 350.000 personas, y al día siguiente, un millón.

La Vigilia o Fiesta de la Esperanza fue uno de los actos más bellos de este Encuentro, y, para sintetizarlo, escojo el conmovedor encuentro de Benedicto XVI con una deliciosa chiquilla vietnamita, Cat Tien, que, vestida a la antigua usanza, le presentó a su familia y le preguntó como había sido su infancia.

El Santo Padre (casi como un abuelo condescendiente) respondió: “Eran tiempos muy difíciles, pero el amor entre nosotros era tan grande que todo era superable y las cosas pequeñas nos proporcionaban grandes alegrías. En nuestra casa, la música fue muy importante (…). El Paraíso debe de ser algo parecido a lo que fue mi juventud; así que espero ir como a casa cuando me vaya al otro mundo”.

Ante otra pregunta sobre los problemas de las familias en estos tiempos de crisis de la pareja (separaciones, divorciados vueltos casar, etc.), sin apartarse de la doctrina oficial, insistió en que esas personas “se sientan amadas y aceptadas. No están fuera de la Iglesia, aunque no puedan recibir los sacramentos”.

Una misa católica

El gran día, el domingo 3, contra todo pronóstico amaneció clareado, y el Parque fue llenándose de forma extraordinariamente ordenada. Las gentes daban prueba de sentirse muy felices por asistir a esta Misa con el Santo Padre, al que recibieron con indescriptible entusiasmo. En el altar le esperaban dos centenares de cardenales, obispos y sacerdotes de todos los continentes. Fue una misa católica en el sentido literal de la expresión.papa Benedicto XVI en VII Encuentro Mundial Familias Milán papamovil Parque Bresso

Del mensaje del Papa lo mas destacable me parecen estas frases: “Viviendo el matrimonio, queridos esposos, no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro. Es fecundo también en la procreación generosa y responsable de los hijos, en su cuidado esmerado y en la educación metódica y sabia. Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto a las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación”.

Hizo, sin embargo, esta advertencia: “Vemos que en las modernas teorías económicas prevalece con frecuencia una concepción utilitarista del trabajo, la producción, el mercado. El proyecto de Dios nos muestra, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad más justa (…). Es más, la mentalidad utilitarista tiende a extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares, reduciéndolas a simples convergencias precarias de intereses individuales y minando la sociedad y el tejido social”.

Al finalizar la celebración eucarística, el Papa anunció que el próximo Encuentro Mundial de las Familias tendrá lugar en Filadelfia (Estados Unidos) en el año 2015.

En el nº 2.804 de Vida Nueva.

 

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