María, la madre de Jesús

+ FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“María nos invita a dirigirnos a Dios no solo para pedir, sino también para alabar y agradecer…”.

Para los ancianos como yo, el mes de mayo es el mes de María. Se trata de una tradición un poco ingenua, lo reconozco, pero era una referencia educativa muy provechosa. Hoy queda poco de todo aquello. No debemos caer en el error de eliminar la devoción a la Virgen María en el proyecto educativo cristiano, en la composición de la personalidad cristiana de nuestros adolescentes.

Benedicto XVI nos ha ofrecido recientemente una hermosa catequesis sobre la Virgen María presentándonosla como modelo de vida cristiana, modelo especialmente de fe y de oración.

Por su maternidad, a la vez natural y sobrenatural, María pertenece enteramente al mundo de la Encarnación, al mundo de Cristo, que es el mundo verdadero. Ella vive maternalmente vinculada a su hijo que es el Hijo de Dios. Su amor de mujer y de madre es a la vez adoración, fe, obediencia, fidelidad y confianza. Sus cariños de madre son oración y esperanza. En su maternidad, la Alianza del Sinaí llega a ser la Alianza del Emmanuel.

María es la primera persona humana renacida en Cristo, unida a Él por el vínculo de una maternidad que se hace fe y amor, fidelidad y obediencia, entrega y colaboración. En ella comienza la nueva humanidad, la humanidad recreada en Cristo y por Cristo.

María nos invita a dirigirnos a Dios no solo para pedir, sino también para alabar y agradecer; no solo para pedir por nosotros, sino para interceder por el mundo entero.

La devoción a la Virgen María nos enseña a creer en Jesús como centro de nuestra vida, a vivir junto a Él, en comunión de fe y de amor, en toda circunstancia.

Venerar a la Madre de Jesús en la Iglesia significa aprender de ella a ser comunidad que cree y ora. Ella es la Madre y la Maestra de la fe y de la oración, del amor total. Ella es el corazón místico de la Iglesia de Dios..

En el nº 2.801 de Vida Nueva.

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