Ladrones de tierras en África

Mary Akiteng y Peter Kayiira, activistas contra el expolio de África

Gobiernos y multinacionales se alían contra los campesinos

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | El 18 de agosto de 2001, la vida de Peter Kayiira cambió para siempre. Ese día, muy de mañana, él y otras 12.000 personas se encontraron con varias unidades del ejército desplegadas en sus tierras de cultivo en Mubende, una región rural del oeste de Uganda. [Ladrones de tierras en ÁfricaExtracto]

“Sin previo aviso empezaron a disparar, a golpearnos y a destruir nuestras casas”, recuerda con el aplomo de quien ha repetido la misma historia muchas veces. “Ni siquiera nos dejaron recoger nuestras pertenencias”. Más de 400 familias resultaron afectadas y lo perdieron todo. Unos meses antes, el Gobierno ugandés había negociado la entrega de 2.500 hectáreas a la Neumann Kaffee Gruppe, una empresa cafetera alemana con sede en Hamburgo.

En junio, el gobernador de su distrito les comunicó que tenían que irse, algo a lo que los campesinos se negaron: “Estábamos convencidos de que la ley estaba de nuestra parte e intentamos hacer valer nuestros derechos y resistir, pero no nos sirvió de nada”, explica este maestro jubilado de 50 años que, desde hace diez, lidera una batalla legal que no ha conseguido resultados tangibles.

Janet Mary Akiteng, también ugandesa, de la región de Teso, conoce estos y otros abusos cometidos contra campesinos que se ven indefensos frente a la ambición de grandes compañías transnacionales: “Llegan, identifican las mejores tierras y echan a sus legítimos dueños”.

Janet Mary Akiteng y Peter Kayiira estuvieron recientemente en España para participar en la campaña “Paren, aquí vive gente”, una acción de la ONG Veterinarios Sin Fronteras que denuncia la responsabilidad de países de la Unión Europea al aliarse con gobiernos de muchas naciones africanas en el acaparamiento de tierras.

Mary Akiteng y Peter Kayiira, activistas contra el expolio de África

Mary Akiteng y Peter Kayiira

“En muchas ocasiones, Europa hace con sus políticas de cooperación lo que luego deshace con sus políticas comerciales”, afirma Javier Guzmán, director de la ONG española. “Con la cooperación dicen luchar contra la pobreza en África, pero con sus políticas comerciales promueven que las empresas transnacionales acaparen los recursos productivos de los africanos expulsando a comunidades enteras de su territorio”.

Estos dos campesinos ugandeses son testigos de las consecuencias de estas políticas, que son parte de un nuevo fenómeno que pone en peligro la soberanía alimentaria de millones de personas: la entrada de la producción de alimentos en los mercados bursátiles de especulación. De este modo, la tierra fértil se ha convertido en un recurso cada vez más escaso y preciado que atrae la codicia de compañías transnacionales.

Según el Banco Mundial, solo durante 2011, 42 millones de hectáreas de tierras cultivables en el mundo fueron adquiridas por inversores, de las cuales más del 75% (32 millones de hectáreas) se encontraban en África subsahariana. Janet Mary Akiteng, que coordina la red de organizaciones campesinas conocida como Teclanet, señala que los problemas que estas políticas traen a los agricultores más vulnerables no son solo el arrebatamiento de tierras: “Estas grandes compañías comercializan también de forma masiva productos químicos que producen resultados espectaculares, pero que a la larga son muy dañinos”.

La introducción de semillas transgénicas da la puntilla a las débiles economías de la agricultura de subsistencia: “Una vez que compras las que venden estas compañías, no te queda más remedio que seguir adquiriéndolas cada año, porque el grano que producen no vale para cultivar”.

Frenar los abusos

Frenar estos abusos de forma pacífica no resulta fácil y, a menudo, lleva a activistas en favor de los derechos humanos, como estos dos ugandeses, a emprender acciones largas y difíciles.

Desde que Peter Kayiira aceptó liderar a los campesinos de Mubende afectados para denunciar al Gobierno de Uganda y a la compañía cafetera alemana ,han pasado ya diez años: “El caso sigue parado y no se ve una resolución judicial próxima”, lamenta. Para él, “se trata de una batalla muy larga que tiene que comenzar con una educación cívica para que la gente conozca sus derechos y los haga valer”.

También insiste en que parte de la lucha debe pasar por identificar a las compañías transnacionales que cometen estos abusos y pedir a los consumidores europeos que boicoteen sus productos: “Si no podemos detener al ladrón en los tribunales, tendremos que pararle en los mercados a los que acuden”, sentencia.

Hay varias razones que explican que estas compañías puedan arrebatar con impunidad sus tierras a infinidad de campesinos africanos: “En primer lugar, porque en África el derecho a la propiedad de la tierra se suele basar en la costumbre y el conocimiento de la comunidad, que sabe que tal o cual terreno ha pasado de padres a hijos, pero casi nadie se molesta en adquirir un título de propiedad”, explica Janet Mary Akiteng. Además, los inversores suelen realizar estos acuerdos con los gobiernos sin consultar a las comunidades afectadas.

“Y para rematar el abuso, estas compañías engañan a la opinión pública en los países ricos asegurando que vienen a África a traer desarrollo”, puntualiza Peter Kayiira, para quien “esta explicación es equivocada, porque lejos de venir a África a luchar contra el hambre, lo que hacen es producir alimentos (o biocombustibles) para exportarlos a sus países”.

Su compañera de lucha insiste en que “nadie en Uganda está en contra de que vengan inversores extranjeros, pero si están interesados en adquirir tierras, deberían negociar directamente con nosotros, los campesinos, y no hablar a nuestras espaldas”.

Involucrarse en una lucha de David contra Goliat requiere una motivación profunda. Kayiira, que desde muy joven destacó como líder comunitario, reconoce que “el hecho de haber sido afectado personalmente mueve a uno a trabajar con más ahínco”. También piensa que, “si ante una injusticia, los que podemos hacer algo nos quedamos quietos, las cosas empeorarán” y que “los líderes que nos gobiernan necesitan que sus ciudadanos les digan que están equivocados”. La líder comunitaria de Teso añade que, “cuando tu comunidad se fía de ti, no puedes esquivar la responsabilidad de defender sus justas reivindicaciones”.

una familia en África

En esta lucha no faltan sombras, como reconoce Peter Kayiira, un católico muy convencido y que no comprende que la Iglesia de su país se desentienda. “Cuando recibimos el primer aviso de que nos querían robar nuestras tierras, en el 2001, la primera institución a la que acudimos para recabar apoyo fue la Diócesis de Kiyinda-Mityana, pero ni siquiera nos respondieron, y eso que entre las tierras expropiadas también había propiedades del obispado”.

Para él, esta actitud, que califica de “timidez”, solo tiene una explicación: “La Iglesia de mi país tiene documentos muy bonitos sobre la justicia social, pero cuando llega el momento de defender este valor ante los abusos de los poderosos, tiene miedo a enfrentarse al Gobierno”.

En el nº 2.801 de Vida Nueva.

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