JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La reflexión intelectual no está de moda. Maurice Barrès atacó desde su atalaya de ultraderecha en La protesta de los intelectuales a Zola y a los escritores Octave Mirbeau y Georges Courteline, promotores del Manifiesto.
“Él es quien califica a estos de intelectuales –dice Alain Minc–, y los define como aristócratas del pensamiento ajenos y contrarios a la vil masa. A partir de este instante, el término se extenderá universalmente, pero conllevará el estigma del ‘elitismo’ y ‘contrario a lo popular’”.
El problema es, sin embargo, si, como sentencia Minc, “Internet ha puesto fin a la idea del intelectual como monarca que monopoliza el espacio público”.
Javier Gomá responde: “Se percibe un cierto declive del intelectual a lo Zola, que se expresa a través de la escritura en soporte papel. Internet ha permitido (en mi opinión, afortunadamente) que hoy el número de opinadores sea infinito. Quien sea hoy de referencia, no lo dice una sociedad jerárquica y autoritaria, sino el consenso de los que escuchan o leen a ese intelectual, a quien, libre e igualitariamente, le conceden una especial autoridad. A mí me gusta la idea de que un ‘intelectual de referencia’ pueda ser un tuitero con muchos seguidores o un bloguero con muchas visitas. Cuando se dice que Twitter reduce la cultura a 140 caracteres se olvida que un tweet puede incluir un link a la Enciclopedia Británica. Por otra parte, es posible que el talento que antes era exclusivo de los intelectuales literarios, ahora esté más repartido; en el guionista de una serie de televisión de HBO, por ejemplo”. Son los que, en la jerga de Internet, se llama influencers.
En el nº 2.801 de Vida Nueva. Del 19 al 25 de mayo de 2012.