Una misión en el mayor almacén chino de Europa

sacerdote chino en la misión en el polígono Cobo Calleja sur de Madrid

Un sacerdote comienza un pionero programa evangelizador en un polígono del sur de Madrid

sacerdote chino en la misión en el polígono Cobo Calleja sur de Madrid

Juan Alfonso Fu es el impulsor de esta iniciativa

ÁLVARO REAL. Fotos: LUIS MEDINA | “Los amamos y enseñamos a amar a los demás”, afirma una y otra vez Juan Alfonso Fu, sacerdote chino en España. Consciente de que al integrar a la amplia comunidad china presente en nuestro país a la vez se la está evangelizando, está empeñado en impulsar la misma acción, pero al revés: que sean ellos, los que llegaron de fuera, los que regalen su tiempo libre para ayudar a los que ya estaban aquí. [Una misión en el mayor almacén chino de Europa – extracto]

Juan Alfonso Fu se ordenó en 1998 en la diócesis de Xian. En 2005 tuvo que salir de China debido a una situación difícil y complicada con el Gobierno, motivada por su defensa de la libertad religiosa.

Desde entonces, y tras su llegada a España, ha pasado medio año estudiando español, seis años en Salamanca y, actualmente, estudiando el doctorado en la Universidad Pontificia de Salamanca. Desde julio de 2011 es el capellán de inmigrantes chinos de la diócesis de Getafe, una iniciativa que surgió gracias al impulso brindado por Rafael Zornoza, actual obispo de Cádiz, cuando era obispo auxiliar de Getafe.

“La comunidad está asentada en la localidad de Parla, en la parroquia de los Santos Niños Justo y Pastor, y allí celebramos misas y actividades”, cuenta este sacerdote. En total son una treintena de miembros, aunque también cuentan con diversas familias en otras localidades vecinas, como Fuenlabrada, Alcorcón, Leganés o Getafe.

“En el sur de Madrid es donde se encuentran más inmigrantes chinos”, explica Juan Alfonso Fu, que calcula la existencia de, aproximadamente, 200 católicos entre las 20.000 personas que forman la comunidad china en esa zona.

Su actividad pastoral está dedicada a la visita a los arciprestazgos para presentar la capellanía a los sacerdotes y a las parroquias, aunque su gran ilusión es la misión evangelizadora en el Cobo Calleja, “el mayor almacén chino de Europa”. “Allí se encuentran entre 500 y 1.000 empresas”, explica el sacerdote, “y en el lugar ya existen comunidades protestantes y budistas, religiones mayoritarias entre los chinos”. “Cobo Calleja no es solo un lugar económico, sino también espiritual”, explica.

sacerdote chino en la misión en el polígono Cobo Calleja sur de Madrid

Juan Alfonso Fu, en primer término, con Mario Reyes y Chunfag Li

La misión de evangelizar ese gigantesco polígono empresarial que es Cobo Calleja no es nada fácil. Gracias al contacto con un empresario chino que les prestó un local, Juan Alfonso ha llegado a organizar cursos de Biblia o catequesis, a los que acudían siete u ocho personas. Ahora, por desgracia, lo ha tenido que dejar, pero lo que algunos ven como misión imposible, él lo ve como un objetivo al que no piensa renunciar.

Juan Alfonso Fu considera que “la Iglesia en España aún pone poca atención a los inmigrantes chinos”, aunque esta comunidad esté fuertemente presente en todo el país.

“He oído pocas cosas por parte de la Iglesia española en este terreno y todavía no existe un verdadero plan evangelizador dirigido a mis compatriotas”. Esto sucede, en su opinión, por un “desconocimiento mutuo”, aunque es consciente de que “es la Iglesia quien debe tomar la iniciativa”. “Al ofrecer un plan de evangelización, también se está propiciando un plan de integración para la comunidad china”, destaca.

La Casa China

Muchos le están ayudando en este empeño, como sus compañeros en la parroquia, los sacerdotes Jaime y Cruz, a quien agradece su apoyo, pero reconoce que no es fácil y que muchas veces se encuentra con dificultades dentro y fuera de la Iglesia. Por ello busca entidades de fondo cristiano para evangelizar. “La Iglesia es la casa de todos”, afirma continuamente, consciente de que “sembrar la semilla del amor es otra forma de evangelizar”, y, para ello, él no piensa hacer distinciones dentro de la comunidad china a causa de su religión.

sacerdote chino en la misión en el polígono Cobo Calleja sur de Madrid

Chunfag Li y Yu Ru Li, dos de los voluntarios

En esta búsqueda de apoyos conoció APLA (Amigos de las Personas Inmigrantes) y a Mario Reyes, con los que comenzó a colaborar. Y entre sus frutos, la creación de la Casa China, donde se ofrecen clases de chino y de cultura oriental para que los inmigrantes no pierdan su identidad, así como clases de español para aquellos que se encuentran trabajando o que acaben de llegar al país. Ya tienen tres grupos, con 50 alumnos, en Parla.

Lo que empezó siendo una pequeña iniciativa, poco a poco va creciendo con la ayuda de diversas instituciones, como la ONG Desarrollo y Asistencia. Juan Alfonso Fu y la Casa China van aportando voluntarios chinos a los proyectos, en lo que se está convirtiendo en un programa pionero de integración.

“Ya son entre 60 y 70 voluntarios chinos”, explica María del Valle Pinaglia, directora de Promoción de Desarrollo y Asistencia, que explica a Vida Nueva cómo trabajan en residencias de ancianos y hospitales, en salidas de ocio y tiempo libre o en programas de acompañamiento. “A nosotros nos ha permitido abrirnos a más gente y ofrecer a los voluntarios una nueva manera de integrarse y aprender”, explican desde esta ONG, que actualmente busca implantar el proyecto en colegios profesionales, empresas y universidades.

“La imagen que se tiene de los chinos es la de ser una comunidad aislada, que no se compromete, que va a los suyo. De esta manera queremos revertir la situación y mostrar otra imagen de esta comunidad”, explica Mario Reyes, vicepresidente de la Casa China. “La visión del mundo interior de la cultura oriental y la visión de la gratuidad y del mundo exterior de la cultura occidental se complementan perfectamente”, añade. “Mírala, si cada vez que sonríe sale el sol…”, destaca Mario sobre una de la voluntarias.

Yu Ru Li no es católica, pero conoce lo que es la gratuidad y colabora con la Casa China. Es voluntaria en una residencia de ancianos en uno de los proyectos de Desarrollo y Asistencia. “Son muy buenas personas”, afirma la joven, que recuerda que conoció a Juan Fu en una fiesta de Navidad y, desde entonces, es “mi amigo”.

De su experiencia con los ancianos destaca lo que está aprendiendo con Dolores, una viejecita de 102 años a la que va a visitar en la residencia. “Les basta con una sonrisa, con un gesto, con una palabra cariñosa…”, explica. “La gente de la tercera edad necesita amor”, sentencia.

sacerdote chino en la misión en el polígono Cobo Calleja sur de Madrid

De izq. a dcha., Chunfag Li, Mario, Isabel García, Mª del Valle, Yu Ru Li y Juan

Igual sucede con Chunfag Li, que dedica su tiempo de voluntariado a dar clases de chino para los más jóvenes. “Ofrecemos clases para que los niños no olviden su lengua”. Con ello quieren interpelar a la sociedad y al colectivo chino. “Merece la pena ayudar a los niños”, explica Chunfag Li, que destaca de Juan Fu que “es muy amable y muy abierto”. “La gente de la Casa China son muy buenas personas y los considero mis amigos”, afirma.

Tanto Yu Ru Li como Chunfag Li estiman que lo primero que deben hacer los jóvenes chinos es aprender español para poder desenvolverse, pero también consideran que es bueno que aprendan chino para no perder sus raíces y su cultura.

Una cultura que está floreciendo ya en la España mesetaria, fruto de unos flujos migratorios y de una globalización que también están ayudando a la evangelización, como recuerda Juan Alfonso: “No hace falta ir a China a evangelizar, puesto que los chinos ya se encuentran en España”.

Un ejemplo de la universalidad de la Iglesia

Una casa que acaban de donar a APLA, en la madrileña Glorieta del Marqués de Vadillo, es el último proyecto integrador en el que el sacerdote Juan Alfonso Fu ha puesto toda su ilusión.

La religiosa de la Congregación de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, Isabel Mariscal, pensó, al conocer la donación, en utilizarlo originalmente como taller para enseñar a cocinar, pero con la colaboración de la Casa China, está luchando por crear allí un comedor social en el que pueda participar también el voluntariado chino.

“Es una muestra de la universalidad de la Iglesia”, cuenta ilusionada Isabel Mariscal. “Trabajamos unidos religiosas, seglares y sacerdotes, españoles y chinos”.

En estos momentos están a punto de cerrar el contrato y comenzar las primeras obras. Inicialmente se ampliarán en este nuevo centro algunos talleres de APLA que ya funcionan en Argüelles y, posteriormente, intentarán abrir este comedor social, que será un ejemplo de integración de la comunidad china.

Actualmente están buscando ayuda de todo tipo, con Cáritas, con el Banco de Alimentos y con empresarios, tanto españoles como chinos, que quieran colaborar en esta iniciativa solidaria. Un total de 20 empresarios chinos y 80 españoles ya han mostrado su disposición a ayudar, de alguna manera, en el proyecto.

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

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