Ernesto Cardenal, el poeta de la teología de la liberación

Ernesto Cardenal, sacerdote y poeta Nicaragua

El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana recae en el sacerdote y revolucionario nicaragüense

Ernesto Cardenal, sacerdote y poeta Nicaragua

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Un hombre sencillo, un hombre de Dios. Nicaragüense, sacerdote, poeta y revolucionario. Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925) obtiene por fin el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que le reconoce como una voz fundamental de la literatura. [Ernesto Cardenal, el poeta de la teología de la liberación – extracto]

Por fin. No solo por el hecho tangencial de que acumulara ya algunos años de finalista, sino porque arrastra una fama internacional desde principios de los años 80 que le hace uno de los poetas de mayor prestigio de cuantos aún escriben en español.

Lógico, podría parecer, para quien ha llevado tan lejos las fronteras posibles de la poesía, con ese “exteriorismo” al que ha dado nombre. Con su rebelión insaciable, las palabras, el lenguaje, no podía ser en sus versos más que revolución de la sintaxis, del ritmo, de la musicalidad, de las imágenes.

El propio Cardenal lo explica: “El exteriorismo no es un ismo ni una escuela literaria. Es una palabra creada en Nicaragua para designar el tipo de poesía que nosotros preferimos. El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura”.

Es la poesía de vanguardia, en donde se traza una continuidad con Whitman, Pound, T. S. Elliot, J. Joyce, Hilda Doolittle, Huidobro, Neruda, Paz o Vallejo.

Sin duda, Cardenal traspasó los límites de la literatura y de la religión como uno de los rostros del Frente Sandinista de Liberación Nacional en la revolución que acabó con la dictadura de Maximiliano Somoza. Precisamente, la eterna identificación de su boina negra y su barba cana con la lucha revolucionaria contra las dictaduras militares, con el pensamiento marxista, contra la injerencia norteamericana y a favor de la construcción de una sociedad más solidaria y justa, ha ocultado el peso verdadero, hondísimo y renovador de su poesía.

Sin embargo, ahora que es un perseguido por el Gobierno de Daniel Ortega, víctima de acoso y destrucción, con sus cuentas intervenidas y su prestigio enfangado, por atreverse a decir lo que nadie quiere oír –“en Nicaragua tenemos una dictadura”–, es la poesía quien viene a salvarle, a devolverle la voz.Ernesto Cardenal, sacerdote y poeta Nicaragua

Ya era hora, a él, que ha hecho, sigue haciendo, de la poesía, con sus epigramas, cantigas, salmos, oráculos, plegarias, himnos, un modo de dar testimonio contra la injusticia, la desigualdad, la miseria, el dolor; pero, ante todo, de testificar “el poder salvífico de Dios y la manifestación de su amor”. Por eso, desde Nicaragua, recluido y arrinconado, afirma: “Estoy feliz. No me esperaba ya un premio así. Ha sido toda una sorpresa. Es una muestra de generosidad, de reconocimiento, pero yo no lo merecía”.

Obra sideral

Sí, lo merecía. La poesía de Cardenal, su verso en busca de esa utopía simbolizada en la Resurrección y el Reino de Dios está, como la del reciente Premio Cervantes, el chileno Nicanor Parra, en la cumbre de la literatura iberoamericana.

Con una obra sideral, presente en cualquier canon de poesía al uso, como es Cántico cósmico (1989), su obra magna en 43 cantigas, que pertenece al linaje del Canto General de Pablo Neruda, del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz y los insólitos Cantos de Ezra Pound.

Por supuesto, del Cantar de los cantares, porque el decir bíblico está emparentado a esas cantigas que suponen la culminación de su obra con las hiperestrofas –hasta de 400 versos– en donde se dan cita el verdadero genio de su poesía, esa unicidad que la explica temáticamente: la curiosidad científica, la praxis revolucionaria y la experiencia mística.

En la Cántiga 40 (Vuelo y amor) escribió: “Dios que es la alegría de mi juventud/ así lo escribió el salmista viejo/ y el cura anciano recitaba al pie del altar/ en la misa pre-conciliar, yo niño, acólito, arrodillado/ o mejor traducido/ que es mi alegría y mi juventud/ que es todavía mi juventud/ no fue,/ es mi juventud. (…)”.

El encuentro con Dios apenas aparece, sin embargo, aludido o sugerido en su poesía: no hay lenguaje para expresar lo indecible. Los poemas muestran la circunstancia y emociones del encuentro místico, pero no a Dios mismo. Cuando lo hace es para ponerle voz a su convicción en la teología de la liberación.

Ernesto Cardenal, sacerdote y poeta NicaraguaEse Salmo 5Salmos (1964)– sirve de ejemplo elocuente: “Escucha mis palabras oh Señor / Oye mis gemidos / Escucha mi protesta / Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores / ni partidario de su política / ni te influencia la propaganda / ni estás en sociedad en el gángster (…)”.

De algún modo, Cardenal explica la raíz de aquella poesía que hay que situar, sin maniqueísmos, en el contexto de la Centroamérica de los 70: “La teología que me habían enseñado no me funcionaba para nada, y es porque era la tomista, inadecuada para mi tiempo, para la poesía de mi tiempo. Solamente pude escribir poesía teológica con el marxismo; con la teología marxista que ha sido la teología de la liberación”.

Místico y contemplativo

Pero esa poesía teológica no es abundante. Como en Thomas Merton –su maestro– y san Juan de la Cruz, en Cardenal, el verdadero pulso religioso es místico y contemplativo, como lo representa el poemario Telescopio en la noche oscura (1993).

El verso religioso está presente en toda su poesía, como lo está en esa presencia constante de lo cósmico, de lo científico, con el que intensifica la alabanza. Pero su verso es su manera de concebir el mundo y su presencia en él, como si la poesía fuera la herramienta para proteger al hombre que le rodea.

“También la poesía procede de Dios y es el mejor camino para acceder a Él. La poesía es, así, la voz de la verdad, de la belleza, de la realidad. Ella genera también la vida y los poemas hacen, a unos pocos, ‘reales’ en la tierra; de esta forma, los poetas son ‘los creadores de realidades’, y esta es la única manera de decir la verdad sobre la tierra”.

Pero Cardenal era ya poeta cuando “conoció a Dios”; universitario en Estados Unidos, en la mística de Thomas Merton, a la sombra del que se convirtió en monje trapense, y fundó el monasterio en Solentiname, que daría origen al movimiento sandinista. “Yo comencé primero hablando de la revolución del amor. Después evolucioné y hablaba de la revolución social”.

Enfrentado en no pocas veces con Roma, Cardenal aún tiene prohibido por el Vaticano administrar los santos sacramentos. Roma nunca vio bien su vocación de profeta sandinista: “Me hice sacerdote para ser contemplativo. Y en el fondo es lo que sigo siendo”, responde. Como también sigue siendo la voz apasionada de un sujeto comprometido con la libertad, la justicia, la verdad. Con el poema.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

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