De la objeción a la desobediencia

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“La obediencia al sucesor de Pedro es garantía de verdad, mientras que la desobediencia lo es de confusión. La obediencia no ata, sino que libera…”.

Hay un largo trecho, enorme y dilatado, entre lo que conocemos como objeción de conciencia, que es oponerse radicalmente a hacer algo que repugna a lo más íntimo y profundo de nuestros más serios convencimientos personales, y la desobediencia, que es algo así como una rebeldía y enquistamiento en una apreciación meramente subjetiva.

El momento no podía ser más solemne. Cardenales, obispos y sacerdotes concelebraban en Roma, en la basílica de San Pedro, con el Santo Padre Benedicto XVI, en la misa crismal. Sentíamos la comunión con Cristo y con el sucesor de Pedro.

Llega el momento de la homilía. Todos expectantes ante la palabra del Santo Padre. Después de algunas referencias a la ordenación e imposición de manos del Obispo, de forma que el sacerdote fuera santificado en la verdad, nos sorprenden unas palabras que hablaban de una desobediencia propuesta como camino de renovación.

“Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? –se pregunta el Papa–. ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de toda renovación, o no es más bien solo un afán desesperado de hacer algo, de transformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?”.

Recordaba Benedicto XVI el encuentro de los cardenales en el último consistorio y cómo se había hablado de un “analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente”. En medio de tantos conocimientos, de tanta información, puede faltar esa sabiduría y ese don del Espíritu para comprender y gustar los misterios de Dios.

El Sumo Pontífice es pastor, maestro, padre y guía de la Iglesia. A él le corresponde el oficio de discernimiento, de saber poner la mano en aquello que es la luz. La obediencia al sucesor de Pedro es garantía de verdad, mientras que la desobediencia lo es de confusión. La obediencia no ata, sino que libera. El subjetivismo es una cárcel de la que solamente se puede salir con la ayuda de aquel que es maestro de la fe.

La comunión en la Iglesia es mucho más que el simple consenso. Es un don del Espíritu que nos asegura la unidad en la fe y en el bautismo, en el seguimiento fiel al Evangelio, a la tradición católica y al magisterio del Papa.

Decía Benedicto XVI en esa misa: “Todo anuncio nuestro debe confrontarse con la palabra de Jesucristo: ‘Mi doctrina no es mía’ (Jn 7,16). No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella. (…) Si no nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquel que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble”.

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

 

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