‘Las nieves del Kilimanjaro’: conciencia de clase

Las nieves del Kilimanjaro, fotograma de la película

Las nieves del Kilimanjaro, fotograma de la película

J. L. CELADA | Es un hecho incuestionable que hay varias clases de conciencia: la buena (asociada a la integridad), la mala (prima hermana del sentimiento de culpa), la errónea (heredera de la ignorancia)… Ya no lo es tanto –cada vez menos– que tengamos conciencia de clase.

En los años de la hueca bonanza económica, llegamos a creernos burgueses o –en el peor de los casos– “clase media”, cuando nunca debimos olvidar que el común de los contribuyentes somos obreros. Por si alguien estuvo tentado de pensar lo contrario, aquí está la crisis para devolvernos a la realidad. Y cineastas como Robert Guédiguian, siempre dispuesto a recordarnos que la clase es también esa distinción que solo se alcanza luchando por la dignidad de la persona.

Su último trabajo nos remite a Las nieves del Kilimanjaro, pero no porque haya decidido acometer una nueva adaptación del relato de Hemingway. Tampoco porque nos traslade a la cima de la mayor cumbre africana. El sonido de una gavitota y de un carguero pronto delatan que el realizador francés ha regresado a su Marsella natal, escenario de repetidas –e irrepetibles– historias sobre tipos corrientes (Marius y Jeannette, De todo corazón, La ciudad está tranquila…), que han hecho de su filmografía un cine tan reconocible como necesario.

Ese inconfundible universo vuelve a estar habitado por seres que, aun en las circunstancias más adversas (paro, delincuencia, entornos desestructurados…, supervivencia, en suma), tratan de ser honrados y mantenerse fieles a sus principios y compromisos. Héroes anónimos, en las antípodas de cualquier cómic, que aquí Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin o Gérard Meylan –¡quiénes si no!– dotan de una humanidad –y una normalidad– que interpela, conmueve, asusta…Las nieves del Kilimanjaro, fotograma de la película

La militancia –no solo sindical, sino familiar– de todos ellos deja testimonios de su batalla diaria contra la injusticia y a favor de un orden social más fraterno. Aunque se queden sin un viaje-regalo a Tanzania, o deban afrontar la jubilación anticipada ejerciendo de abuelos… y hasta de padres adoptivos.

La calidez de sus relaciones se ve alterada, sin embargo, por un suceso que sacude la apacible –ni anodina ni indiferente– existencia de nuestros protagonistas. Y surgen las dudas (¿ofende a alguien su felicidad?), los dilemas morales (¿la solidaridad tiene límites?) y ese conflicto interior propio de la gente decente.

Idéntica honestidad, alejada de panfletos y demogagias, se apodera de Las nieves del Kilimanjaro. De sus personajes, con una fragilidad a prueba de atracos; y del conjunto de una película cuya lúcida denuncia escuece a los espíritus más sensibles y a cuantos, sin haber sido parte del problema, se sienten responsables de la solución. Porque eso es tener conciencia… y clase.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Les neiges du Kilimanjaro.

DIRECCIÓN: Robert Guédiguian.

GUIÓN: Robert Guédiguian y Jean-Louis Milesi, basado en un poema de Victor Hugo.

FOTOGRAFÍA: Pierre Milon.

MÚSICA: Pascal Mayer.

PRODUCCIÓN: Michel Vandestien.

INTÉRPRETES: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Marilyne Canto, Grégoire Leprince-Ringuet, Anaïs Demoustier, Adrien Jolivet

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

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