¿Es posible la autofinanciación de la Iglesia?

La mayoría del presupuesto llega de los fieles, pero se puede hacer más

chico joven pasando el cepillo en misa para recaudar dinero

JOSÉ LUIS PALACIOS | La gestión de los dineros de la Iglesia resulta un asunto recurrente y polémico, que arrecia con cada campaña de la Declaración de la Renta. La comunidad eclesial en España lleva décadas esforzándose por llegar a la deseada autofinanciación, con resultados desiguales según sean las características de cada diócesis, comunidad o institución.

La asignación tributaria representa solo una parte, ni de lejos la más importante, en su financiación. Pero lo cierto es que del esfuerzo económico directo que hacen algunos católicos con su Iglesia se habla bastante menos.

Año a año ha ido aumentando el número de declarantes que optan por marcar la casilla de la Declaración de la Renta destinada a fines religiosos, hasta llegar a los nueve millones, si se tienen en cuenta que muchas tributaciones se realizan con el cónyuge. Por esta vía, llega entre el 20 y el 25% del presupuesto total de la Iglesia española, desde 2007, cuando desapareció el complemento presupuestario del Estado, según la memoria justificativa que anualmente presenta la Confederación Episcopal Española (CEE). Incluso en algunas diócesis urbanas y muy pobladas, la asignación tributaria tiene un peso residual.

El departamento económico de la Iglesia hace un gran esfuerzo por animar a los católicos y a otros ciudadanos que quieran apoyar su labor a contribuir a su sostenimiento, a través del sistema pactado en 2006 con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En virtud del mismo, la Agencia Tributaria recauda el dinero de los impuestos de aquellos contribuyentes que expresan su voluntad de colaborar económicamente con la Iglesia.

presentación de la campaña Por tantos en la sede de la Conferencia Episcopal

Presentación de la campaña 'Por tantos' en la sede de la CEE

Para el director de la Oficina para el Sostenimiento de la Iglesia, Juan José Beltrán, “existe conciencia en la mayoría de los católicos de la necesidad de contribuir económicamente, y en conciencia, a la Iglesia, puesto que son quienes han hecho posible la autofinanciación”.

Las aportaciones directas de los fieles (colectas, suscripciones, donativos, herencias…) y las contrapartidas económicas, en algunas ocasiones obligatorias, de los servicios religiosos prestados representan el grueso (entre el 45 y el 55%), del presupuesto que la Iglesia española destina a mantener el clero, sus instalaciones y las actividades litúrgicas y pastorales.

Un 20% procede de subvenciones de las administraciones públicas para actividades concretas, cuidado de inmuebles histórico-artísticos o de algunas actividades económicas con función social. Apenas un 5% procede de los rendimientos de su patrimonio.

“En la Iglesia se pide por muchos caminos y hay una variada fuente de ingresos, lo que resulta poco sistemático, pero la gran aportación la hacen los católicos”, dice Juan José Beltrán, para quien los fieles han ido aumentando su sensibilidad poco a poco.

“Falta mentalizarnos de que igual que
contribuimos con nuestro tiempo y nuestras habilidades,
en la catequesis o la atención social,
podemos compartir los bienes”.

Andrés Sánchez, párroco.

Con todo, el responsable de un departamento tan importante para el sostenimiento de la Iglesia admite que tal vez “se hace mucho ruido en determinados momentos” –en relación a la campaña de la Renta–, “mientras que las que giran en torno al apoyo a cada Iglesia diocesana, pueden pasar más desapercibidas”.

Más implicación laical

Andrés Sánchez es el actual párroco de Nuestra Señora del Sagrario, en el madrileño barrio de Carabanchel y, durante 15 años fue administrador diocesano del Fondo de Cooperación Económico de Madrid.

A su entender, “todavía se piensa que el Obispado, en abstracto, como si tuviera ingresos propios y suficientes, lo resuelve todo, también lo económico. Todavía falta mentalizarnos de que igual que contribuimos con nuestro tiempo y nuestras habilidades a ciertas actividades, como la catequesis o la atención social, podemos compartir los bienes”.

La incidencia de este modo de financiación también va por barrios, explica este cura, que hace seis años dejó su puesto en la administración diocesana: “Hay parroquias que jamás podrán autofinanciarse, delegaciones y actividades que no saldrían adelante si no fuera por la puesta en marcha de un fondo de cooperación. Algunas que tienen mucho son muy reticentes a dar, y otras siempre piden sin mirar antes sus recursos”.

En el nº 2.799 de Vida Nueva. ¿Es posible la autofinanciación de la Iglesia?, íntegro solo para suscriptores

 

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