El poder sanante de la fe

un sacerdote consuela a un joven que está enfermo en la cama del hospital

Una aproximación al mundo de la salud para vivir y acompañar la fe de un modo más terapéutico

un sacerdote consuela a un joven que está enfermo en la cama del hospital

JESÚS MARTÍNEZ CARRACEDO, delegado de Pastoral de la Salud de la Diócesis de Tui-Vigo | Coincidiendo con la Pascua del enfermo que la Iglesia española celebrará el VI Domingo de Pascua (13 de mayo), proponemos a la reflexión de nuestros lectores una interesante aproximación al mundo de la salud desde diversas perspectivas: psicológica, bíblica, sacramental, pastoral… Sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos encontrarán en ellas una buena herramienta para vivir su fe y acompañar la de sus hermanos de un modo más saludable y terapéutico. Porque creer combate cualquier patología y nos abre a la experiencia de un Amor que cura y salva.

El tema propuesto este año por el vaticano Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios (para la Pastoral de la Salud) ha sido La gracia especial de los sacramentos de sanación; y el del Departamento Nacional de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española (CEE), El poder curativo de la fe.

En esta clave propongo este artículo y, a través de él, pienso que se nos abre una ocasión propicia para reflexionar y compartir la fe juntos, una fe que sana y salva.

Es, a la vez, también una responsabilidad, pues hacerlo con quienes vivís día a día la pasión de la fe y del sufrimiento, de la enfermedad y del poder sanante de nuestro Dios, es sentirse pequeño. Como Ezequiel o Pablo, que anuncian más con el corazón que con el precioso lenguaje.

Posiblemente, algunos de vosotros y vosotras lectores, no seáis creyentes, pero os interese reflexionar sobre el tema. Espero que también a vosotros os aporte cosas, aunque la cuestión está planteada desde una visión cristiana católica.

¿En qué contribuye la fe a la salud?

  • Fe y salud física o psicosomática.

La fe inspirada en el Evangelio influye de forma indirecta en el debilitamiento de los factores de riesgo de enfermedad. Se promueven actitudes y momentos (Cuaresma) en los que se toma conciencia y se motiva a un consumo moderado de la comida, la bebida, el alcohol o el tabaco. Favorece la serenidad, ayuda a relativizar los problemas que nos angustian en exceso. Nos interpela para que no nos dejemos llevar por las prisas. Nos ayuda a encajar y dar sentido a las frustraciones de la vida diaria. En definitiva, es causa indirecta de salud psicosomática.dos médicos atienden a un niño enfermo en el hospital

Existen suficientes estudios que prueban la incidencia de la fe vivida intrínsecamente, es decir, la vivencial y no tanto la extrínseca, o de prácticas externas, en: una menor incidencia de depresión y trastornos psiquiátricos, y menor gravedad; la recuperación más rápida; menor ansiedad; menores tasas de suicidio; mayor bienestar subjetivo; menor impacto de eventos traumáticos o estresantes; o menor consumo
de drogas.

  • Fe y salud existencial.

Al vacío existencial C. Jung le llama “sufrimiento del alma que no ha encontrado sentido”. La fe nos ofrece ese sentido. Es más, R. Tagore expresaba así el sufrimiento del hombre y la mujer de hoy: “Mi corazón está triste porque no sabe de dónde le están llamando”. El ser humano necesita un proyecto vital, una escala de prioridades, un sentido y una meta para su vida. Y la fe le proporciona todo esto: el proyecto, las prioridades, el sentido y la meta.

Abraham Maxlow habla de las necesidades que cada uno debe tener cubiertas para que pueda ser feliz: la seguridad, la pertenencia, el amor y la estima y aprecio, y la realización de uno mismo.

Si nos damos cuenta, todas estas profundas aspiraciones del ser humano se ven satisfechas en una fe viva: la fe produce una seguridad vital porque sabemos que Dios no nos falla; no aquieta del todo las incertidumbres, pero las hace más tolerables; la fe nos comunica el sentimiento de pertenecer a Dios y a una comunidad de hermanos; la fe nos ayuda a estimarnos a nosotros mismos, pues somos obra de Dios, que “hizo obras grandes en mí”, y somos “templos del Espíritu”; y la fe nos estimula a vivir y a desplegar todas nuestras potencialidades al servicio de los demás.

  • Fe y salud social.

Una persona de fe que participe en una comunidad religiosa o que comparta prácticas litúrgicas o caritativas se verá facilitada al encuentro personal y a compartir diversos aspectos de su vida con otros. Y es sabido que el apoyo social beneficia psíquicamente.

Este apoyo social se verá reforzado por la llamada a amar a los demás, a ayudarles creando relaciones genuinas y comprometidas hacia ellos y estimulando actitudes de reconciliación y perdón.

Una persona de fe cristiana es aquella que cree en el Amor de Dios y lo ha experimentado. Es aquella que se siente amada por Él e inclinada a devolverle ese amor a través de su relación personal con Él y del servicio amoroso a los hermanos. Es aquel que confía en el otro, que le ve con ojos y corazón de hermano o hermana, que cree en él o ella y en sus posibilidades. El Amor de Dios lo induce a abrirse y comunicarse en la pareja, en la familia, en la sociedad y en la comunidad cristiana y universal.

  • Fe y práctica religiosa saludable.

La fe es confianza, y esta tiene una fuerza inmensa de curación. Dice Bernhard Hanssler que “Jesús es el único fundador religioso que ha eliminado de la religión el elemento del temor”. Por eso es inconmensurable la importancia psicohigiénica de la terapia de la confianza instaurada por Jesús. Jesús sana mediante su proximidad amorosa. El Dios-con-nosotros hace que experimentemos a Dios como Abba, como Padre bueno, en el que los oprimidos por la culpa se sienten acogidos, perdonados y amados.

Los sacramentos son fuente de salud: entendiendo por sacramento “todo signo sensible y eficaz de la gracia invisible de Dios”, cada cristiano y cada comunidad está llamado a ser sacramento, signo del amor redimido, redentor y sanador.

Los gestos litúrgicos de la Iglesia, bien celebrados, tienen fuerza sanante, consoladora, reconciliadora. Son gestos de adoración, pero también de sanación, traen esperanza, alegría, fe y amor. Ofrezco ahora unas pequeñas pistas de en qué aspecto ofrecen sanación cada uno de ellos, pero soy consciente también de que cada uno tendría materia suficiente para un tratado.

Pliego publicado en el nº 2.799 de Vida Nueva. Del 5 al 11 de mayo.

Compartir