Fernando Sebastián recibe la Medalla de Oro de la Fundación Pablo VI

obispos Fernando Sebastián y Antonio Algora

En su discurso, reconoce que la Iglesia tiene carencias en su presencia y acción en la sociedad

obispos Fernando Sebastián y Antonio Algora

Fernando Sebastián y Antonio Algora, en foto de archivo

FRAN OTERO | Hace poco más de una semana, rodeado de numerosos obispos, algunas autoridades políticas y muchos amigos, Fernando Sebastián, arzobispo emérito y columnista de Vida Nueva, recibió en Madrid la Medalla de Oro de la Fundación Pablo VI, creada por el cardenal Ángel Herrera Oria y que presidió el propio galardonado entre los años 2004 y 2010.

Su sucesor en la presidencia y obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, fue el encargado de entregar la medalla, así como de moderar el encuentro, en el que destacaron la Laudatio, a cargo del sacerdote y periodista burgalés Joaquín Luis Ortega, y la respuesta agradecida de Sebastián.

Ortega dedicó al homenajeado, con el que compartió tareas en la Conferencia Episcopal Española (CEE), palabras llenas de reconocimiento. Reconocimiento en todas las facetas que ha desempeñado: como sacerdote, religioso, profesor, teólogo, gestor eclesial y pastor.

La respuesta de Fernando Sebastián empezó por el agradecimiento al Patronato de la Fundación, a los presentes y al recorrido que por su vida se acababa de hacer: “Joaquín Luis acaba de presentar un elogio de mi persona con la gracia y la sobriedad castellana que él pone siempre en sus cosas magistralmente, pero que en este caso desborda la realidad. Yo agradezco de corazón sus palabras, las acertadas y las menos ciertas, dichas todas con el mismo cariño y acogidas por mi parte con la misma gratitud”.

En su discurso aprovechó, además, para recordar los vínculos que tuvo, aunque no le conociera personalmente, con Herrera Oria: tuvo que intervenir en muchas de sus obras, como en la Universidad Pontificia de Salamanca, en el Diario Ya o en la Diócesis de Málaga, donde continuó su labor en una fundación docente.

“Pude comprobar la fuerza de sus intuiciones apostólicas y renovadoras, y pude ver también lo difícil que es en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia poner en marcha nuevas iniciativas con realismo y sensatez, sobrepasar un poco la línea segura y cómoda de lo ya conocido”, dijo.

Finalmente, explicó que en todas las obras del cardenal encontró las mismas características, que no eran otras que dotar a la Iglesia de los medios de presencia y de acción que requiere una sociedad moderna, culturalmente promovida y políticamente libre, religiosamente fragmentada y pluralista. “No es agradable comprobar que las mismas carencias de la Iglesia que Herrera quería remediar, en buena parte, siguen estando presentes hoy”, añadió.

Por todo ello, insistió en una “necesaria renovación interior para anunciar y vivir el mensaje de Jesucristo en una sociedad libre, democrática y desconfesionalizada; la formación de dirigentes cristianos y la evangelización de la cultura; la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia y de la caridad a la convivencia social y política”.

En el nº 2.799 de Vida Nueva.

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