La novela inacabada de Jesús

libros de autores contemporáneos sobre Jesús

Los escritores aprovechan la crisis para publicar ficción con Cristo como protagonista

Christopher Moore y Francisco González Ledesma, escritores

Christopher Moore y González Ledesma

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La novela de Jesús es una obra inacabada. Aún se está escribiendo. Ahora es cuando están apareciendo en los escaparates un amplio número de novelas que, más allá del fenómeno religioso, están centrándose en el mito de Jesús. [La novela inacabada de Jesús, extracto]

Un Jesús ficcionalizado, a veces ortodoxo según los evangelios, otras apartado de teologías, en todo caso, como un referente ineludible y contemporáneo: incluso revestido con humor reverencial, sin embargo.

También se presenta en relecturas personalísimas, singularmente heterodoxas, que cuñan una interpretación literaria, una visión testimonial de cómo se ve y se piensa en Jesús.

Por encima de su validez catequética o de su sintonía con la Iglesia ecurialense, estos argumentos y el protagonismo ineludible de Jesús son síntomas de una necesidad de vuelta a la fe, a fijar en Jesús la esperanza. Aunque es indudable que lo que al final leemos son, como siempre, las convicciones del novelista.

Lo han hecho, por ejemplo, enfrentándose directamente a una recreación novelística y biográfica, Anne Rice, Philip Pullman o Christopher Moore.

La primera, desde la fe practicante en la serie de El Mesías: el niño judío (2005) y Camino a Caná (2008; el segundo, con una animosidad atea y antieclesiástica –El buen Jesús y Cristo el malvado (2011)–; y el tercero con su habitual sátira, en la que la vida de Joshua, el Jesús parodiado por Moore, es narrada por el irreverente Colleja, Cordero: el Evangelio según el mejor amigo de la infancia de Jesucristo (2012).libros de autores contemporáneos sobre Jesús

Incluso desde un punto de vista más lateral –y español, aunque de géneros muy dispares: histórica, comedia, thriller o cuentos de hadas–, a Jesús se le ha tratado en recientes novelas sin concederle el protagonismo: Jesús Sánchez Adalid (Los milagros del vino), Eduardo Mendoza (El asombroso viaje de Pomponio Flato), José Luis del Corral (El códice del peregrino) o, mirando a través de la Virgen, Gustavo Martín Garzo (Y que se duerma el mar) y Carmen Sanz (Ella estuvo allí). Incluso Juan José Benítez ha culminado su serie de Caballo de Troya aprovechando el tirón. Y, a su sombra, otras fantasías similares.

Pero, sobre todo, ha habido autores que, estos últimos tiempos, se han asomando a un Jesús redivivo en este mundo contemporáneo, como recientemente James Frey y David Safier o, ya hace unos años, James BeauSeigneur o Francisco González Ledesma con el seudónimo de Enrique Moriel.

Al fin y al cabo, el crítico Harold Bloom ya dijo hace años que no podemos abstraernos a lo que la novela contemporánea nos muestra, y es que “el culto occidental a Dios es también el culto a un personaje literario llamado Jesucristo, como lo es don Quijote, Hamlet o Falstaff”.

Bloom remarcaba con ello que, al margen del dogma y textos evangélicos, Jesús está en los cimientos de la fe y el canon bíblico, pero también está presente en la imaginación colectiva, quizás como ningún otro.

El profesor Pablo C. Díaz, de la Universidad de Salamanca, acepta, en este sentido, que “toda tarea de reescribir a Jesús es un trabajo siempre provisional”. El peso de Jesús como mito cultural, al margen de su significación para los cristianos, es “lo suficientemente fuerte para saber que la exploración literaria aún será fructífera durante generaciones”. Así es. La crisis, sin embargo, demanda más a Jesús. Y el novelista lo usa.

Género propio

Las novelas de Jesús constituyen un género propio de la novela contemporánea desde el Romanticismo. No es nada nuevo. Son, de algún modo, los “apócrifos modernos”.

Las referencias son inevitables y numerosas en la historia de la literatura. Desde la popular e irregular Historia de Cristo de Giovanni Papini a la tensión dramática de Robert Graves en Rey Jesús, o de Nikos Kazantzakis con dos novelas complejas y contradictorias: Cristo de nuevo crucificado y La última tentación de Cristo. Anthony Burgess se ciñó más a la ortodoxia en dos obras menores: Jesucristo y el juego del amor o El hombre de Nazareth.

David Safier, escritor

El escritor David Safier

Más recientes son las relecturas en primera persona de Norman Mailer (El evangelio según el Hijo) y de José Saramago (El evangelio según Jesucristo), ensombrecidas por la intensidad del uruguayo Tomás de Mattos en La puerta de la misericordia(2002), quizás la última de las grandes novelas de Jesús.

Es común citar también “imitaciones de Cristo” como las de Balzac (Jesucristo en Flandes), Dostoievski  (Los hermanos Karamazov) o, más cercanas, las de Valle-Inclán (Jardín umbroso), Unamuno (Flor de santidad) y Pérez Galdós (Nazarín). Las referencias son innumerables.

Frente a ellas, obras ya conocidas, sin embargo, destaca un aspecto singular de las obras contemporáneas. Por un lado, que en vez de la de la Pasión –que concentró buena parte de la literatura acerca de Jesucristo en el siglo XX–, una gran mayoría de las últimas novelas de Jesús que están publicándose en estos tiempos de desesperanza presentan un Jesús renacido, un Jesús que en su segunda venida se comporta, o reacciona, de múltiples maneras ante el mundo y la Iglesia que ve. Y tienen éxito, aunque calidad dudosa.

El más reciente ha sido el norteamericano James Frey (Cleveland, 1969), que en El último testamento (Mondadori, 2012) sitúa a su Jesús –con múltiples nombres: Ben Sión, Ben Jones o El Profeta– en Nueva York, lo mismo que a “sus amigos, familiares y seguidores”.

Aunque Frey ha insistido en que la novela “no es un manifiesto personal” y que “escribí lo que creí que los personajes creerían”. “Pero pienso que si el Mesías apareciera en Nueva York, rechazaría la religión al por mayor, las convenciones sociales… Es lo que hizo. Fue rebelde, visionario; polarizó y fue matado por lo que creía. Eso se ha olvidado. Su mensaje de extrema radicalidad lo abrazan los más conservadores. Y en el libro tomo la posición de que si renaciera sería un radical extremo que buscaría cambiar el mundo”.

Lo cierto es que la novela se queda en una superficial crítica de la religión, el culto al dinero o la invitación a vivir la vida sin pensar en el más allá.

El candidato de Dios (Destino, 2008), de González Ledesma, en la que Cristo –Christian Earth– se presenta incluso a las elecciones norteamericanas frente a Barak Obama e Hillary Clinton, apunta a mejor literatura.

Muy distinta, aunque con mayor éxito aún que Frey, es la fábula del alemán David Safier (Bremen, 1966): Jesús me quiere (Seix Barral, 2011). “El sentido del humor es imprescindible. Escribo para entretener, para hacer reír a la gente. Hay gente que lo entiende, que sabe leer un libro, reírse y ya está, pero otros piensan que deben tener un mensaje. Si quieres pensar sobre Jesús, las religiones, sentido de la vida, la reencarnación también puedes hacerlo. O no. Si estas historias no tuvieran sentido del humor, serían como rezar”.

Pero qué dice frente a ese Jesús, protagonista de una novela difícil de clasificar –es comedia, puede ser calificada de fantástica, incluso encaja en un modelo en decadencia como el llamado chick-lit, el rosa contemporáneo–: “Supongo que solo habré ofendido a quienes creen que Jesús volverá a la tierra para condenar al fuego eterno a todas las almas no creyentes, como se dice en el final de la Biblia. Pero yo creo en el Jesús del Sermón de la Montaña, no en el que junto a Dios tortura a las personas”, dice el autor. Detrás de su aparente vacuidad –representado en ese Diablo que adopta el rostro de George Clooney–, afronta opiniones teológicas que dan a la novela una doble lectura.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.799 de Vida Nueva.

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