Vocación para todos

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Muchas más han de ser, deben ser, las vocaciones que lleven a estos jóvenes a una presencia responsable como cristianos en la familia, en la sociedad, en la vida pública…”.

Acabamos de celebrar el Día del Seminario. Ahora llega la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Siempre de actualidad un asunto tan importante para la Iglesia como es el de la vocación ministerial y consagrada.

Entre los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud se ha señalado, como uno de los más espléndidos, el despertar de la vocación a la vida sacerdotal y a la vida consagrada en sus distintas formas. Lo cual es muy positivo e indica lo profundo del mensaje y, sobre todo, la fuerza del Espíritu, que llama a una voluntaria opción de vida en una consagración generosa.

Sin embargo, y esto se señala mucho menos, la Jornada Mundial de la Juventud ha servido para que muchos jóvenes reflexionaran acerca de la coherencia de su misma vida cristiana y su relación con la Iglesia, así como el compromiso evangélico que responsabiliza a cada uno.

Sin duda alguna, no pocas serán las vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa. Pero muchas más han de ser, deben ser, las que lleven a estos jóvenes a una presencia responsable como cristianos en la familia, en la sociedad, en la vida pública y para entrar decididamente en la misión de la Iglesia, que no es otra que la de evangelizar en cualquiera de los ambientes en los que los cristianos se encuentren.

De estas llamadas a vivir con la lealtad y consecuencia el Evangelio, en medio de una sociedad secularizada, se ha hablado mucho menos. Sin embargo, se ha de tener muy en cuenta esta imprescindible dimensión evangelizadora y misionera de todos los miembros de la Iglesia. Lo cual no disminuye lo más mínimo la importancia de esas vocaciones especiales y ministeriales, que son imprescindibles en la vida de la Iglesia.

Al seminario y a la casa de vida religiosa, ciertamente. Pero sin olvidar a tantas y tantas vocaciones llamadas a vivir el testimonio cristiano en medio del mundo, a saber lo que es compartir, a vivir la comunión eclesial, al compromiso del seglar en la vida pública en el esfuerzo por hacer cada día un mundo más justo y fraterno.

La Iglesia existe para evangelizar, para llevar el mensaje del Evangelio allí donde están los hombres y mujeres de este mundo. Se necesitan testigos y ministros que ayuden a Jesucristo para que la palabra de vida llegue a todos y encuentren el camino de la verdadera salvación.

Decía el papa Benedicto XVI: “Toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el ‘primer paso’, y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu. En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2012).

En el nº 2.798 de Vida Nueva.

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