Teresa Losada: “La vida eterna empieza aquí, no allí”

Teresa Losada, religiosa, fallecida en agosto de 2013

Franciscana misionera de María y fundadora de Bayt al-Thaqafa

Teresa Losada, religiosa

Texto y foto: JORDI LLISTERRI | “Durante 10 años casi nadie se ocupaba de esto”, dice Teresa Losada. “Esto” son los magrebíes que en los años 60 trabajaban en la construcción y residían en la periferia de Barcelona. Casi nadie, excepto tres monjas de la congregación de las Franciscanas Misioneras de María que se instalaron en Sant Vicenç dels Horts para convivir con los musulmanes. [Entrevista con Teresa Losada, extracto]

Por la mañana iban a limpiar a una fábrica y por la tarde ayudaban a las familias de la barriada. Una de estas religiosas era Teresa Losada, que en 1974 fundó el primer centro de atención a la comunidad magrebí de Cataluña, Bay al-Thaqafa (Casa de Cultura). La entidad hoy atiende a más de 4.000 personas con actividades de formación y asesoría, y promoviendo el encuentro y el diálogo.

Tal labor es la que ha valorado la Generalitat de Cataluña concediendo a esta religiosa el II Memorial Cassià Just de la Dirección General de Asuntos Religiosos –en la primera edición lo recibió el cardenal Martini–.

“Un premio nunca es una cosa personal. El reconocimiento siempre es trascendente. No puede quedar en mi persona o en Bay al-Thaqafa, porque lo hemos recibido gracias a las personas que nos rodean. Es una onda expansiva”.

Así habla Teresa, agradecida a la vez que “un poco avergonzada”, del ánimo con el que recibió el galardón en el Palau de la Generalitat de Barcelona. Allí recordó la “travesía dramática de este cruce de orillas Norte-Sur en el que los cruceros de lujo y diversión avanzan a plena luz del día mientras las pateras de miseria e infortunio lo hacen en la oscuridad de la negra noche”.

Le gusta recordar todas las historias de conversión que ha vivido: gente que se ha convertido al diálogo, a la cordialidad y a la convivencia. La gente sencilla que le dice: “Teresa, tú has roto el muro de las religiones con nosotros”.

Le “emociona” el diálogo interreligioso y dice que “estar en relación con otra religión, me ha hecho a Dios mucho más grande”. Una implicación que valoraron en el propio Vaticano cuando, en el año 2000, la nombraron consultora del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

Siempre tuvo claro su camino. Nacida en Lugo en 1943, a los 18 años optó por la Vida Religiosa. La amplia presencia de las Franciscanas Misioneras de María en el Magreb hizo que la enviaran a Barcelona y a Roma a estudiar árabe. El proyecto de ir a Marruecos no se concretaba y pasó unos 10 años en la Universidad de Barcelona. Se doctoró en Semíticas y le propusieron ocupar una cátedra. Tenía por delante una prometedora carrera académica, pero… llegó otra opción: “Sentía una llamada a estar con la gente”.

Una liberación

Entonces veía que los musulmanes ya estaban aquí y no solo allí. Y así empiezó la dedicación a este colectivo –“fue como una liberación”–, aunque, en esos años, les decían que era perder el tiempo dedicarse “a gente que no se convierte”.

Pero Teresa es de las que sabe que “la Iglesia es pionera allí donde hay una necesidad”. Aunque piensa que aún falta dar el “el paso de trabajar ‘para’ los inmigrantes a hacerlo ‘con’ ellos”. Lo que define como la dinámica del Evangelio, en la que, “si Dios es padre de todos, todos somos hermanos”.

Ahora, Teresa afronta otra batalla. Contra un cáncer de mal pronóstico. Cuando los amigos la visitan o la llaman, les conmueve su entereza. “La vida eterna empieza aquí, no allí”, dice convencida de que “Dios es un padre que te va acoger. Dios no puede dejar a nadie. No puede dejar al otro”.

Ahora son musulmanes y cristianos los que la apoyan. Estos rezan por ella y le traen agua de La Meca. En esta lucha tampoco está sola: “No tengo miedo a la muerte. Sé lo que me voy a encontrar”.

EN ESENCIA

Un libro: el que estoy leyendo, Las palabras vivas, de Pedro Miguel Lamet.

Una película: De dioses y hombres, de X. Beauvois.

Una canción: Al vent, de Raimon.

Un deporte: andar.

Un rincón del mundo: Sant Vicenç dels Horts, que no me muevan de aquí.

Un recuerdo de la infancia: sentada en las rodillas de mi padre enseñándome poesías.

Una persona: dos: mis padres.

La última alegría: una reunión hablando de diálogo interreligioso.

La mayor tristeza: ver a los niños magrebíes que llegan aquí dejados de la mano de Dios.

Que me recuerden por… más que a mí, a todo aquello que hace crecer al mundo en humanidad.

En el nº 2.795 de Vida Nueva.

Compartir