Myanmar, un largo camino aún por recorrer

La opositora y Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi

Las elecciones legislativas del 1 de abril suponen una nueva piedra de toque a la tímida apertura democrática

La opositora y Nobel  de la Paz, Aung San Suu Kyi

La opositora y Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi

ALEJANDRA PEÑALVER | Como en tantos asuntos de difícil solución, la estabilidad política, social y religiosa en Myanmar (22 años atrás, Birmania) tambien es cuestión de tiempo.

Apenas ha transcurrido un año desde que la Junta Militar, que durante medio siglo gobernó con puño de hierro la excolonia británica, cediera el poder a un gobierno civil.

Lógicamente, no se puede dar carpetazo a más de cinco décadas de dictadura y represión en unos meses. Por eso, mientras no pocos lanzan ya las campanas al vuelo por los evidentes signos de apertura democrática, otros llaman a la calma.

“Hay que esperar, todavía es pronto para sacar conclusiones o dar todo por hecho”, advierte Emiliano Pérez, misionero dominico con base en Hong Kong, que, durante su viaje de tres semanas en diciembre, tuvo el privilegio de conocer de primera mano la penosa situación de los birmanos.

“El Gobierno, aunque es civil de facto, aún está dirigido en gran parte por los militares, lo que, sin duda, ralentizará el proceso de apertura”, recuerda el religioso. “Parece claro –añade– que la paz y la estabilidad son las prioridades del Gobierno del exgeneral Thein Sein, actual presidente del país, pero la situación de mucha gente, como los miembros de la etnia karen, sigue siendo dramática”.

Larga guerra civil

Myanmar protagoniza hoy una de las guerras civiles más largas de la historia. Desde que el país surasiático consiguiera en 1948 la independencia del Reino Unido, jamás ha habido paz entre sus casi 60 millones de habitantes. De hecho, un tercio de la población pertenece a las 11 etnias que desde entonces mantienen una lucha armada contra el Gobierno.

Disuelta la temida Junta Militar en marzo de 2011, Myanmar ha experimentado una evidente apertura política, traducida en medidas reiteradamente reclamadas por la comunidad internacional (entre ellas, la de iniciar negociaciones de paz con las minorias étnicas), como requisito indispensable para levantar las sanciones económicas y comerciales impuestas durante años por los Estados Unidos y la Unión Europea.

Así, en las últimas semanas, se firmaron sendos alto el fuego con dos de los grupos rebeldes más conflictivos, los mon y los karen (mayoritariamente cristianos), que, tras arduas negociaciones, han acordado dejar las armas. Más complicado parece, sin embargo, un acuerdo de paz con los kachin, etnia asentada en el Estado norteño de Kachin, en la frontera con China.

Otras de las medidas aperturistas adoptadas por el Gobierno ha sido la liberación de la líder opositora y Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi –en arresto domiciliario durante gran parte de las últimas dos decadas–, así como la de centenares de presos políticos y de conciencia (se ha concedido la amnistía a más de 800 en los últimos cuatro meses).

También se ha legalizado la Liga Nacional por la Democracia (LND), partido que lidera Suu Kyi, permitiéndole presentarse a las elecciones parlamentarias del 1 de abril. Será la primera vez que la líder opositora pueda participar en unos comicios desde que regresó a Birmania en 1988, cuando se convirtió en símbolo de la democracia para miles de personas. Aquel fatídico año, cuando decenas de miles de personas se enfrentaron al régimen militar para defender sus libertades, al menos 3.000 de ellas murieron a manos de las inmisericordes fuerzas de seguridad.

Por estas y otras tantas razones de índole diplomática que se están gestando, no resulta aventurado decir que soplan vientos de cambio y libertad en Birmania.

“Esperemos que las conversaciones entre el Gobierno y los kachin desemboquen en un resultado positivo, aunque todavía es complicado conocer lo cerca o lo lejos que están de llegar a un acuerdo de paz”, asegura el obispo de Banmaw, Raymond Sumlut Gam.

Idéntica incertidumbre muestra el padre Paul Aung Dang, director de los servicios sociales de Banmaw Karuna (Cáritas local): “Aunque el diálogo de paz alcance algunos buenos resultados, llevará mucho más tiempo que las decenas de miles de refugiados regresen a sus hogares”.

El principal problema, tras 17 años de relativa calma, es que algunos asuntos prioritarios siguen sin resolverse, entre ellos, el de una mayor autonomía para los kachin. Por esta razón, las hostilidades entre el Ejército birmano y los kachin se incrementaron en junio del pasado año, provocando más de 60.000 desplazados, que en su mayoría encontraron refugio en las iglesias de la zona.

Sin duda, el papel de la Iglesia ha sido primordial durante estos duros meses, aunque aún queda un largo camino por recorrer para un país en el que los católicos son minoría (apenas el 4% de la población).

En el nº 2.795 de Vida Nueva.

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