El Papa salda su deuda con México

Benedicto XVI en México

Benedicto XVI en México

DARÍO MENOR, enviado especial | Benedicto XVI ha saldado estos días en México una doble deuda. La primera es heredada de su antecesor, Juan Pablo II, quien en sus cinco estancias en el país azteca nunca visitó el Estado de Guanajuato, cuna de la lucha por la independencia y del movimiento cristero, que tanto ha marcado la religiosidad nacional. [Especial Visita de Benedicto XVI a México y Cuba]

La segunda deuda es propia. En sus casi siete años de pontificado, el Papa no había viajado hasta ahora a un país latinoamericano de habla hispana. México, el país que adoptó a Juan Pablo II como compatriota, esperaba con ansia a Benedicto XVI. Necesitaba sentir en su tierra y entre sus gentes a este Papa, cuya apariencia, algo fría y distante, se sitúa en las antípodas de su forma de vivir el cristianismo.

En Joseph Ratzinger domina la razón; en los mexicanos, el corazón. En los baños de masas, propios de Karol Wojtyla, que se ha dado durante tres días, del 23 al 26 de marzo, el Papa ha acabado con esa distancia.

Con su perenne sonrisa, sus saludos durante las decenas de kilómetros recorridos en el papamóvil y su español al principio algo titubeante y luego claro y firme, el obispo de Roma ha seducido a México. El eslogan más vitoreado durante el viaje (“Benedicto, hermano, ya eres mexicano”) prueba que el Pontífice se ha hecho un hueco en el corazón de los fieles de este país junto a Juan Pablo II.

El mismo Benedicto XVI reconoció en el encuentro con los periodistas que le acompañaron en el vuelo desde Roma que visitaba México siguiendo los pasos del Papa polaco. “Me siento totalmente en continuidad con Juan Pablo II. Me acuerdo muy bien de su primer viaje a México, que fue realmente histórico, en una situación jurídica muy confusa. Abrió las puertas y comenzó una nueva fase en la colaboración entre la Iglesia y el Estado. Sigo sus huellas y continúo lo que él comenzó”, dijo.

Benedicto XVI ceremonia bienvenida a México con Felipe Calderón

El presidente de México, Felipe Calderón, y su esposa recibieron a Benedicto XVI en Guanajuato

No esquivó el obispo de Roma el principal problema que sufre hoy México, la violencia desatada por el “narco”, responsable de la muerte de 50.000 personas en los últimos años. Dijo que acudía a este país para “reconfortar el esfuerzo por el bien y la lucha contra el mal” y dejó bien claro que la Iglesia católica no puede cerrar los ojos ante esta lacra. “Tenemos una gran responsabilidad. Debemos hacer todo lo posible contra este mal destructivo de la humanidad y de nuestra juventud”, subrayó.

La denuncia de la violencia ha sido un tema constante en las intervenciones del Papa en México. A su llegada al aeropuerto de Guanajuato, donde fue recibido por el presidente, Felipe Calderón, por el Episcopado mexicano y por más de 3.000 enfervorecidos fieles, pidió a los católicos que fuesen “misioneros entre sus hermanos” y que contribuyesen a una “convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana”. Dignidad que “se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad”, añadió en lo que fue su alusión más explícita a ese delicado asunto.

El presidente Calderón secundó sus palabras sobre la violencia, lamentando que llegase a un país que vive horas aciagas por culpa de la guerra interna de los cárteles de la droga y contra el Estado. “México ha sufrido la violencia despiadada y descarnada de los delincuentes. El crimen organizado causa sufrimiento a nuestro pueblo”, lamentó el mandatario, quien dijo al Papa que México esperaba sus “palabras de consuelo”.

Dolor y esperanza

Benedicto XVI volvió sobre este tema en el acto más multitudinario de su viaje, la misa celebrada en el Parque del Bicentenario de Silao, junto al monumento del Cristo Rey del Cubilete, meta de cientos de miles de peregrinos que acuden cada año a caballo. Ante más de 600.000 fieles y buena parte del Episcopado latinoamericano (concelebraron 250 cardenales y obispos y 3.000 sacerdotes), pidió a los católicos que se preparen para la inminente Semana Santa “mirando muy dentro del corazón humano, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza a la vez, como los que atraviesa en la actualidad el pueblo mexicano y también otros de Latinoamérica”.

Durante el Angelus, mostró que el viaje a México tiene repercusiones para todo el continente, pues denunció algunos de sus grandes males, como la división de familias por la migración, la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad. Mientras cruzaba con el papamóvil la gigantesca explanada del Parque del Bicentenario, el obispo de Roma ofreció una de las grandes imágenes del viaje al ponerse sobre la cabeza un típico sombrero mexicano.

Durante el saludo que dedicó al Pontífice antes de que comenzase la misa, el arzobispo de León, José Martín Rábago, titular de la diócesis visitada por el Papa, hizo un descarnado diagnóstico de la situación de México. Dijo que en los últimos tiempos se han producido “acontecimientos de violencia y muerte” que han provocado entre los mexicanos una “penosa sensación de temor, impotencia y duelo”.

No se quedó el arzobispo solo en los síntomas; también buscó las causas: citó la pobreza, la falta de oportunidades, la corrupción, la impunidad y los errores y limitaciones de la Justicia. Siguiendo las palabras de Benedicto XVI, quien durante el vuelo había pedido a la Iglesia que desenmascarase la “idolatría del dinero que esclaviza a los hombres”, Martín Rábago lamentó que hoy parezca que “esta vida solo vale la pena ser vivida si permite acumular bienes y poder rápidamente, sin importar sus consecuencias”.

Benedicto XVI en México con sombrero charro parque del bicentenario

Benedicto XVI, con el sombrero típico, antes de la Misa en el Parque del Bicentenario

Aunque esta nueva cultura trata de imponerse, “la inmensa mayoría de nuestra gente no quiere caminar por caminos de muerte y destrucción”, sino que desea “vivir en paz y gozar de la felicidad en Cristo” para conseguir que se alcance la “reconciliación, la justicia y la paz”.

Tres días de vítores

Antes incluso de aterrizar en el aeropuerto de Silao, en Guanajuato, el Papa ya probó la calidez y hospitalidad de los mexicanos. A diferencia de otros viajes, en esta ocasión el Pontífice comenzó a recibir regalos y señales de afecto en el propio avión.

Tres periodistas mexicanos le regalaron un reproductor de música con canciones tradicionales, una Biblia en cómic, una medalla conmemorativa y el número especial que el principal diario de León, AM, ha realizado con motivo de la visita. Al Papa se le vio agradecido y emocionado por estos gestos de cariño.

Fue solo el principio, pues durante las jornadas que pasó en México, en todo momento ha estado acompañado por cientos de miles de personas que le vitoreaban con fervor. Fue impresionante comprobar cómo durante la práctica totalidad de los 34 kilómetros que separan el aeropuerto de Silao de León, donde se hospedó, había multitudes esperando para verle. Según los cálculos de las autoridades, solo en ese tramo se congregaron más de 500.000 personas. Las aglomeraciones en las calles para ver pasar a Benedicto XVI dentro del papamóvil fueron continuas durante todo el viaje.

En la hermosa Guanajuato, ciudad colonial incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, hubo muchos fieles venidos de las distintas partes de México que esperaron hasta 12 horas para escuchar las palabras del Pontífice y poder saludarle. En la Casa del Conde Rul, sede del Gobierno estatal de Guanajuato, Benedicto XVI mantuvo una entrevista privada con el presidente Calderón para, después, mandar un cariñoso saludo a los miles de niños mexicanos que le esperaban en la Plaza de la Paz.

Fue precisamente de paz de lo que les habló a los pequeños. Les dijo que ocupan un “lugar muy importante” en su corazón, sobre todo los que sufren, y les animó a que se conviertan en heraldos de la paz. “Amen siempre a todos y hagan el bien”, rogó el Pontífice, que también tuvo palabras para los adultos. “La familia, la escuela y quienes tienen responsabilidad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor. Debemos proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza”.

Tras su discurso a los niños, Benedicto XVI saludó a una multitud de personas en la Casa del Conde Rul, entre los que se encontraban varios familiares de víctimas del “narco”. Este gesto fue muy destacado por la prensa mexicana, que lo comparó con el “no” recibido por las víctimas de los abusos sexuales del mexicano Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, cuando pidieron ser recibidas por el Pontífice.

Este episodio no fue el único que relacionó la visita con el “caso Maciel”. Aprovechando la presencia en León de un ejército de periodistas de todo el mundo, fue presentado el libro La voluntad de no saber, en el que se denuncian los crímenes de Maciel y la supuesta falta de voluntad de Ratzinger para atajar este problema cuando era cardenal y estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Benedicto XVI en México celebra vísperas con los obispos

El Papa celebró las vísperas con los obispos de México y América Latina

‘Sínodo’ latinoamericano

Benedicto XVI aprovechó la visita a México para tener una suerte de sínodo con el Episcopado latinoamericano en las vísperas celebradas en la catedral de la Madre Santísima de la Luz de León. En su alocución, el Papa les dijo a los obispos que “no están solos” y alabó la fraternidad entre ellos.

Al hablar de los problemas de la Iglesia en América Latina, citó la falta de recursos humanos y materiales, así como las trabas impuestas a la libertad por parte de los mandatarios. Este continente, en el que muchos de sus países están conmemorando el bicentenario de su independencia, está marcado por la fe católica, transmitida por “insignes y abnegados misioneros” que lo dieron “todo por Cristo”.

El Papa les habló a los más de 130 cardenales y obispos presentes del Año de la fe, que debe conducir a los hombres hacia una libertad “auténtica y responsable”, y de la Misión Continental impulsada en Aparecida tras la asamblea de las conferencias episcopales latinoamericanas en 2007, promotora de “tantos frutos de renovación eclesial”. También les pidió que cuiden a los seminaristas, presbíteros, religiosos y laicos, y que fomenten la comunión entre todos.

Sobre el laicado subrayó que no es justo que “se sienta tratado como quien apenas cuenta en la Iglesia”. Para concluir, Benedicto XVI trató de equilibrar la posición de la Iglesia latinoamericana: debe siempre mirar a Dios pero permanecer con los pies en la tierra. “Estén del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo. La Iglesia no puede separar la alabanza de Dios del servicio a los hombres”, recordó.

Antes del Papa, habló Carlos Aguiar, arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Aguiar celebró los frutos de Aparecida y destacó cómo el “dinamismo espiritual y pastoral” ha despertado la conciencia de los laicos de América Latina para convertirse en “levadura” de los valores evangélicos en la sociedad.

A su regreso de la catedral de León al Colegio de Miraflores, donde se hospedaba con una comunidad de religiosas españolas, el Pontífice se encontró con una multitud que le esperaba. Tras un buen rato jaleándole, los congregados lograron que el Papa se saltase el programa y saliese a saludarles.

“Muchísimas gracias por este entusiasmo. Nunca he sido recibido con tanto entusiasmo. México va a permanecer siempre en mi corazón. Ahora puedo entender por qué Juan Pablo II decía que se sentía un Papa mexicano”, dijo, después de ponerse, nuevamente, un sombrero charro –en este caso de color blanco– que le entregó un grupo de mariachis. Con estas palabras y esa imagen, Benedicto XVI demostró que la doble deuda con la que viajaba a México había quedado saldada.

En el nº 2.795 de Vida Nueva.

Especial Visita de Benedicto XVI a México y Cuba

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