Deseos de renovación para el pueblo de Cuba

Benedicto XVI en la misa en la Plaza de la Revolución de La Habana Cuba

La emblemática Plaza de la Revolución de La Habana acogió la última eucaristía

ANTONIO PELAYO, enviado especial | La histórica rivalidad entre Santiago de Cuba, capital de la nación desde 1515 a 1607, y La Habana, convertida entre tanto en el principal puerto americano para los galeones españoles cargados de oro y plata, y que por esa razón le sucede en la capitalidad, reverdeció al saberse que la ciudad caribeña sería la primera visitada por Benedicto XVI en su viaje a la mayor de las islas de las Antillas. [Especial Visita de Benedicto XVI a México y Cuba]

Pero el Vaticano hizo esa opción porque en Santiago está el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, imagen de cuyo descubrimiento se cumplen ahora 400 años. Para no herir sensibilidades, el tiempo de permanencia en ambas ciudades se dividió casi milimétricamente.

El Papa aterrizó en Santiago de Cuba a las 14:00 h. del 26 de marzo. Al pie de la escalerilla le esperaban el presidente del Consejo de Estado, el general Raúl Castro; el arzobispo Dionisio García; el nuncio Bruno Musaro; y los obispos cubanos, entre otras personalidades.

La ceremonia de acogida tuvo un marcado aire marcial, matizado por la actitud caballeresca y casi protectora del primer mandatario cubano hacia el anciano pontífice, que caminaba con cierta indecisión, tal vez por las ráfagas de viento que agitaban su esclavina blanca.

El primero en tomar la palabra fue el presidente. El suyo fue un discurso muy diverso en el tono y en la gestualidad del que pronunció en idéntica ocasión su hermano Fidel, que sorprendió a Juan Pablo II y a su séquito por su virulento ataque a la colonización del continente por los españoles. Pero Raúl Castro no se mordió la lengua al afirmar que “sin razón a Cuba se la calumnia, pero nosotros confiamos en que la verdad de la que jamás nos apartamos siempre se abre camino”.

Benedicto XVI en Cuba bienvenida con Raúl Castro

El Papa con el presidente Raúl Castro, a su llegada a Cuba

“Nuestro Gobierno –afirmó a continuación, ya en un tono más conciliador– y la Iglesia católica, apostólica y romana en Cuba mantenemos buenas relaciones. La Constitución cubana consagra y garantiza la plena libertad religiosa de todos los ciudadanos, y sobre esa base guarda buenas relaciones con todas las religiones”.

Mirando al mañana

Raúl castro añadió que “las finanzas son un poder opresivo (…). La crisis mundial tiene una dimensión moral y favorece la distancia entre los gobiernos y los ciudadanos que estos dicen servir. La corrupción de la política y la ausencia de una verdadera democracia son los males de nuestra época. En estos temas y en otros, nosotros constatamos una coincidencia con sus ideas”.

Benedicto XVI quiso subrayar en su primer discurso la continuidad de su presencia en Cuba con “la histórica visita de mi predecesor, el beato Juan Pablo II, que ha dejado una huella imborrable”, y destacó que “su paso por la Isla fue como una suave brisa de aire fresco que dio nuevo vigor a la Iglesia en Cuba (…) y que al mismo tiempo alumbró la esperanza e impulsó el deseo de trabajar audazmente por un futuro mejor. Uno de los frutos importantes de aquella visita fue la inauguración de una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor colaboración y confianza, si bien todavía quedan muchos aspectos en los que se puede y se debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere a la aportación imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito político de la sociedad”.

“Estoy convencido –recalcó– de que Cuba, en este momento especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes, a los que cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando su identidad más genuina (…). La Iglesia, por su parte, ha sabido contribuir diligentemente al cultivo de esos valores mediante su generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos”.

Los diez kilómetros que separan el aeropuerto de la sede del Arzobispado los recorrió el Santo Padre en papamóvil. Así pudo constatar el calor entusiasta con que era recibido por decenas de miles de santiagueros. Idéntico entusiasmo se manifiestó en la Plaza Antonio Maceo, donde iba a tener lugar la Eucaristía en la festividad litúrgica de la Anunciación. Doscientas mil personas asistieron a la liturgia que Benedicto XVI concelebró en un espléndido altar con más de 200 cardenales y obispos de todo el continente latinoamericano. En primera fila se encontraba el presidente Raúl Castro.

Benedicto XVI en Cuba misa por el 400 aniversario Virgen del Cobre

Misa en Santiago de Cuba el lunes 26

La homilía, de contenido eminentemente litúrgico, contenía sin embargo alusiones muy concretas a la actualidad: “Sé con cuanto esfuerzo, audacia y abnegación los cubanos trabajan cada día para que en las circunstancias concretas de su país y en este tiempo concreto de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su rostro como el lugar donde Dios se acerca y encuentra con los hombres”.

Después, dirigiendo su mirada a la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que había sido trasladada desde su santuario, concluyó con estas frases: “Deseo hacer un llamamiento para que den un nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo y con las armas del perdón y la comprensión, luchen por construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios. Amén”.

Por los que sufren

Al día siguiente, martes 27, tras celebrar la misa en la capilla del histórico Seminario de San Basilio el Magno, el Papa se dirigió al santuario de la Patrona de Cuba, donde oró algunos minutos en silencio. A la salida, le saludaron con cantos y aplausos algunos de los habitantes del poblado del Cobre. A ellos les dirigió unas palabras de saludo: “He confiado a la Madre de Dios el futuro de su patria, avanzando por caminos de renovación y esperanza para el mayor bien de todos los cubanos. También he suplicado a la Virgen Santísima por las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres más queridos o pasan por graves momentos de dificultad”.

Con este acto mariano finalizaba la etapa de Santiago de Cuba. Después de una hora y media de vuelo, el avión papal llegaba a La Habana. En su aeropuerto fue saludado por el arzobispo, cardenal Jaime Ortega, y un grupo de la Escuela Nacional de Danza, y se dirigió a la Nunciatura Apostólica, donde tomó unas horas de descanso.

Pocas, porque a las 17:30 h. llegaba al Palacio de la Revolución. En el dintel le esperaba Raúl Castro, y dentro, las más altas jerarquías del régimen. Allí, el Papa y el presidente mantuvieron una entrevista privada que duró 45 minutos. De nuevo ante las cámaras y los objetivos de los fotógrafos, se intercambiaron sendos regalos y se despidieron. Una vez más, se pudo observar cómo Raúl Castro estaba muy pendiente del Papa, ofreciéndole su apoyo para trasladarse de un lugar a otro. La jornada concluyó con una cena en la Nunciatura, a la que estaban invitados todos los obispos cubanos y el séquito.

La Plaza de la Revolución José Martí de La Habana es un espacio concebido para las grandes concentraciones humanas, que el régimen ha usado para sus celebraciones patrióticas. La domina una estatua de José Martí, padre de la patria. Las fachadas de dos edificios oficiales lucen sendas gigantografías del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos. Ya en 1998, fue escenario de una Eucaristía presidida por Juan Pablo II; 14 años después, su sucesor hizo lo mismo en la mañana del día 28, el último de su estancia en Cuba.

Valiente homilía

Es difícil saber el número exacto de personas que asistieron a la ceremonia; según algunas fuentes, medio millón. En su discurso de bienvenida, el cardenal Ortega afirmó que él era “el Papa que trae la ternura, la dulzura, la misericordia de Dios a todos y promueve la conciliación entre todos”.

Benedicto XVI en Cuba en el santuario de la Virgen del Cobre

El Papa pudo rezar en el Santuario de la Virgen del Cobre

Benedicto XVI no decepcionó a quienes esperaban una homilía comprometida y valiente. En su primera parte, se centró en el tema de la verdad y la libertad, estigmatizando el escepticismo y el relativismo “de personas que, como el gobernador romano Poncio Pilatos, se lavan las manos y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse”. También censuró la irracionalidad y el fanatismo de los que se encierran en “su verdad” e intentan imponerla.

“Fe y razón –aseguró– son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad. Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para eso le dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios”.

“Además –prosiguió–, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en Él”.

Sobre estas bases antropológicas, Ratzinger aclaró que, para cumplir con su misión, que no es otra que anunciar a Cristo, la Iglesia “ha de contar con la esencial libertad religiosa (…). Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana. El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad”.

“Cuando la Iglesia –insistió– pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno (…). Ella busca dar testimonio con su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó, y que nunca puede descuidar”.

En este punto, evocó el ejemplo del sacerdote cubano Félix Varela, “que ha pasado a la historia –recordó– como el primero que enseñó a pensar a su pueblo”, y pronunció la frase que, sin duda, puede ser considerada como la síntesis del mensaje que Ratzinger ha querido dejar con su presencia y palabra: “Cuba –subrayó la palabra– y el mundo necesitan cambios, pero estos se darán solo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad”.

Estas frases, que expresan de forma paladina las reivindicaciones esenciales de la Iglesia católica cubana, fueron escuchadas por Raúl Castro, que asistió a la Misa acompañado por figuras destacadas de su Gobierno. Finalizada la liturgia, el presidente fue invitado a subir al estrado y de forma inequívoca manifestó al Papa su satisfacción por cómo se había desarrollado la ceremonia y por las palabras que había pronunciado. Esta escena viene a ser como el sello de un pacto Iglesia-Estado para colaborar más en el futuro inmediato de la nación. El tiempo dirá qué hay de verdad en todo ello.

Encuentro con Fidel

Los afortunados que esa mañana pudieron adquirir el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, pudieron leer en primera página un artículo “del compañero Fidel”. Al final de sus elucubraciones, el comandante escribía: “Gustosamente saludaré mañana miércoles a Su Excelencia el Papa Benedicto XVI como lo hice con Juan Pablo II, un hombre a quien el contacto con los niños y los ciudadanos humildes del pueblo suscitaba, invariablemente, sentimientos de afecto. Decidí por ello solicitarle unos minutos de su muy ocupado tiempo cuando conocí por boca de nuestro canciller Bruno Rodríguez que a él le agradaría ese modesto y sencillo contacto”. Quedaba, por fin, descifrada la incógnita: el encuentro Castro-Ratzinger. Vista la agenda de este, la cita tuvo lugar esa mañana.

Benedicto XVI con Fidel Castro en su encuentro en La Habana

Benedicto XVI con Fidel Castro en su encuentro en La Habana

Ya antes de las 12:00 h., Fidel llegó a la Nunciatura. Gracias a las imágenes del CTV, pudimos observar el deterioro físico del otrora “líder máximo”, que, sin embargo, no ha perdido su carisma ni su personalísimo sentido del protagonismo.

Ratzinger y él se fundieron en un abrazo e iniciaron una conversación, podríamos decir, entre octogenarios que se informan sobre la propia salud, vigor físico e intelectual. Según la versión del P. Federico Lombardi, Castro le planteó al Papa algunas preguntas sobre cómo desarrollaba sus funciones o la evolución y cambios de la liturgia tras el Vaticano II.

Confesó encontrarse en una fase de reflexión sobre los grandes temas de la existencia, y le pidió algún libro que pudiera serle útil para clarificar sus ideas y experiencias vitales. El coloquio duró media hora y, al final, los que asistieron al mismo coincidían en que había sido un momento emocionante, sincero, sereno.

A su llegada al aeropuerto de La Habana para emprender el regreso a Roma, el cielo descargó un abundante aguacero que hizo cambiar el protocolo de la despedida. “Vine aquí –dijo el Papa en su discurso– como testigo de Jesucristo, convencido de que donde Él llega, el desaliento deja el paso a la esperanza, la bondad despeja incertidumbres y una fuerza vigorosa abre el horizonte a inusitadas y beneficiosas perspectivas. En su nombre, y como sucesor del Apóstol Pedro, he querido recordar su mensaje de salvación, que fortalezca el entusiasmo y solicitud” de la Iglesia cubana.

“Que la luz del Señor que ha brillado con fulgor en estos días –recapituló– no se apague en quienes la han acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada. Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera pesan negativamente sobre la población” (en alusión al bloqueo estadounidense, que la Santa Sede siempre ha condenado).

Algunos han censurando al Papa por no haber recibido a miembros de la disidencia (una galaxia inconexa de organizaciones muy diversas sin verdadero programa). Tienen derecho, pero no podrán decir que Benedicto XVI se ha callado y no se ha hecho portavoz de sus reivindicaciones más fundamentales y justas.

En el nº 2.795 de Vida Nueva.

Especial Visita de Benedicto XVI a México y Cuba

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