Goya y el arte de lo divino

San Juan Bautista niño en el desierto, Goya

Se inaugura en Barcelona ‘Goya, luces y sombras’, una muestra que pasa de puntillas por la obra religiosa del pintor

Autorretrato, Goya, 1815

'Autorretrato', Goya

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Goya llega a Barcelona. Una exposición de casi un centenar de obras que el Caixaforum expondrá, en colaboración con el Museo del Prado, para celebrar su décimo aniversario. Un viaje cronológico a las luces y sombras de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), “el primer artista moderno”. [Goya y el arte de lo divino, extracto]

La muestra busca trasladar una imagen contemporánea y completa de la obra de Goya; por eso expone, sin excepciones, todos los temas, técnicas y etapas de su producción. Se podrá ver hasta el 17 de mayo, y está comisariada por los conservadores del Prado Manuela Mena, jefa de Pintura del siglo XVIII, y José Manuel Matilla, jefe del Departamento de Dibujos y Estampas.

Ambos comisarios analizan los principales temas desarrollados por el artista a lo largo de su carrera. Es aquí donde, en la riqueza temática de la obra de Goya, habría que detenerse a reivindicar el poso religioso de la obra del pintor aragonés.

Siendo cierto que “la política tiene más importancia en la obra de Goya que en cualquiera de sus contemporáneos” –como dice Nigel Glendinning en Arte, política y originalidad en la obra de Goya (2007)– y también que la esencia del pensamiento artístico, político y social de Goya está marcada por la Ilustración, no es menos que Goya es un pintor de gran intensidad religiosa sobre el que se pasa muy de puntillas –Goya, luces y sombras así lo hace–.

Inmaculada Concepción, Goya

'Inmaculada Concepción', Goya pintura religiosa

Apenas tres óleos de esta temática se verán en Barcelona: Inmaculada Concepción (1783–1784), San Juan Bautista niño en el desierto (1810) y Santa Justa y Santa Rufina (1817).

Goya es, sin duda, cristiano en lo religioso y en lo cultural. El poderoso eco de series de grabados como los Caprichos han tergiversado la realidad goyesca. Su oposición al fanatismo religioso, a las supersticiones, a la Inquisición o al papel de la jerarquía en los años siguientes a la invasión francesa no debe ocultar que Goya sea, simultáneamente, autor de una amplia obra religiosa.

“Lamentablemente, la pintura religiosa de Goya no empezó a estudiarse y apreciarse en su justo valor hasta mediados de la pasada centuria, como la obra de un pintor de su tiempo, que reflejaba en ella las creencias religiosas de los españoles de la época y las suyas propias. Y es que fuera de España, e incluso dentro, todavía se sigue viendo al Goya pintor religioso con reservas, desde una perspectiva llena de tópicos y prejuicios inaceptables”, según el profesor de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, Arturo Ansón Navarro, gran conocedor de la pintura española del siglo XVIII.

Él mismo ha reivindicado la “pintura religiosa del genio de Fuendetodos, de calidad equiparable a lo mejor salido de su paleta”. Ansón Navarro publicó en 1997 el ensayo Religión y religiosidad en la pintura de Goya, donde demuestra, primero, que Goya nunca dejó de ser un “creyente”, aunque “agitado por las nuevas ideas” y “la enfermedad del siglo”, la Ilustración, como lo dibujó Francisco Zapater y Gómez a partir de las cartas dirigidas por el pintor a su abuelo Martín Zapater.

Y, segundo, rechaza esa imagen de un Goya “anticlerical”. Sus estampas de los Caprichos, según insiste Ansón Navarro, “no eran una burla de la religión que profesaba, sino una denuncia de los vicios de la Corte”.

“¿Fue Goya un hombre religioso? Mi respuesta es, rotundamente, sí. No es admisible la visión estereotipada del Goya librepensador, incrédulo o agnóstico que se ha venido arrastrando como un tópico, para justificar su ácida crítica contra los eclesiásticos, singularmente contra el clero regular, en algunos de los Caprichos, en otros cuadros religiosos y en dibujos”, afirma Ansón Navarro.

Santa Justa y Santa Rufina, Goya

'Santa Justa y Santa Rufina', Goya pintura religiosa

Esa imagen de Goya fue una invención francesa, a partir de biógrafos decimonónicos como Luciano Mathéron y Charles Yriarte. Las estampas contra los vicios del llamado “clero regular” o “indigno” –como denunciaron el padre Feijoo o el padre José Francisco Isla–, en ningún caso hacen burla ni de símbolos sagrados ni de ningún aspecto clave de la fe cristiana.

“Su crítica cabe ser tildada de reformista y purificadora –como ha precisado el historiador Franscico Javier García Marco–, bien lejos de la actitud destructiva de un sector de los ilustrados europeos”.

Muchos ilustrados españoles, como Jovellanos, eran católicos, si bien partidarios de una fe más austera e interiorizada, que es básicamente como se podría calificar la pintura religiosa de Goya, según el historiador alemán August L. Mayer, quien sostuvo que en ella habita una profunda espiritualidad alejada, eso sí, del “patetismo” barroco.

Último pintor religioso

En España, según Ansón Navarro, es el crítico de arte aragonés José Valenzuela La Rosa quien toma el testigo de Mayer. Valenzuela, ya en 1928, apuntó: “Goya no solo era un admirable pintor religioso, sino que ha sido el último de los pintores de esta clase que hemos tenido en España”.

Esa idea, no obstante, no implosionó hasta finales de los años 70, cuando el Prado decide colgar el boceto de la Inmaculada Concepción del Colegio de Calatrava en Salamanca, después de un siglo en sus almacenes. Fue, sin embargo, un trampantojo, porque esa convención aceptada en los catálogos de la obra de Goya de una abundante y más que apreciable obra religiosa, se ha diluido en los últimos años.

San Juan Bautista niño en el desierto, Goya

'San Juan Bautista niño en el desierto', Goya pintura religiosa

En ello ha insistido el conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba José María Palencia: “Para poder entender la figura de Goya en toda su dimensión, hay que atender también a su faceta como pintor religioso. Se tiene una imagen de él como pintor exclusivamente laico, como si el hecho de haber vivido en un momento en que en España tomaba como razón de ser la Ilustración, le hubiese supuesto el no haberse podido salir de ella; o como si hubiese vivido en una España en la que el sentimiento de religiosidad hubiese quedado denostado”.

Lo cierto es que Goya “pintó obras de asunto religioso a lo largo de toda su existencia, incluso siendo académico y pintor del Rey”, según Palencia. Es hora de reivindicar una exposición centrada en su obra sacra –con recientes atribuciones como la Piedad, de 1774, o la Inmaculada Concepción, pintada en Cádiz en 1792–, asumiendo que algunas de las más significativas están pintadas al fresco en templos como la basílica del Pilar de Zaragoza, la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid, la iglesia de la Cartuja de Aula-Dei (Peñaflor, Zaragoza), la ermita de Nuestra Señora de la Fuente (Muel, Zaragoza) o la iglesia de San Juan El Real (Calatayud, Zaragoza).

Sobresalen, además, un amplio número de obras de caballete dispersas en colecciones privadas, museos e iglesias. Más de un centenar de caballete y otras tantas murales están catalogadas por la Fundación Goya en Aragón, por ejemplo, en los museos del Prado y Lázaro Galdiano (Madrid), las catedrales de Sevilla, Toledo y Valencia, el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana (Valladolid), en la iglesia de la Asunción de Valdemoro (Madrid) o en San Francisco el Grande (Madrid).

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.793 de Vida Nueva.

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