‘De tu ventana a la mía’: tres amapolas mañas

De tu ventana a la mía, fotograma película cine

De tu ventana a la mía, fotograma película cine

J. L. CELADA | Prometedora y sorprendente ópera prima esta historia a tres voces escrita y dirigida por Paula Ortiz. Prometedora, porque anuncia una carrera que conviene seguir muy de cerca; y sorprendente, porque llama poderosamente la atención su manejo, casi virtuoso, del medio cinematográfico (lenguaje, imagen, silencios…). La propia cineasta explicaba en una entrevista que, ante el rodaje de cada nuevo plano, trata de fijarse en “tres niveles”: si se entiende y cuenta todo lo que tiene que contar, si es lo suficientemente intenso y si estéticamente está “todo en su sitio”. ¡Y vaya si se nota tanto desvelo!

Haciendo gala de una admirable economía narrativa y una cuidada puesta en escena, la joven realizadora aragonesa nos invita a desenredar el ovillo amoroso de tres mujeres alejadas en el tiempo, el espacio y la edad, pero que comparten un deseo común: entregar su corazón.

Porque De tu ventana a la mía acorta distancias y estrecha sentimientos, hasta convertir este poético viaje de ida y vuelta en un inmenso mapa de la geografía femenina, realzado por la belleza de sus paisajes y la impronta que deja en ellos cada una de las estaciones.

Protagoniza este grito contra el olvido –ora susurrado, ora sofocado, siempre desgarrado– un trío de frágiles amapolas, larvas que sueñan con ser mariposas mientras temen volver a aquel embrionario estado inicial.

De tu ventana a la mía, fotograma película cineA Violeta (Leticia Dolera) la descubrimos ensimismada junto a un invernadero, durante la primavera de 1923, en la localidad oscense de Canfranc. Inés (Maribel Verdú) resiste al sol y el viento del verano de 1941 en la comarca zaragozana de las Cinco Villas. Finalmente, Luisa (Luisa Gavasa) consume sus días detrás del cristal de un piso en la capital del Ebro, mientras algo se mueve afuera en aquel otoño de 1973.

La más joven proyecta huir a la cercana Francia tras los pasos de su amado. Más al sur, en los campos sembrados de cereal (y odio) de la posguerra, la esposa y futura madre sobrevive al calor y al dolor de la ausencia. Y, con las torres del Pilar como testigo, ya mayor y enferma, el tercer hilo de este tapiz se niega a morir sin tener “un gran amor, como en las películas”.

A pie del gris asfalto urbano, a campo abierto o entre la frondosa vegetación pirenaica, todas experimentan el ahogo de saberse prisioneras de sus miedos. También el que produce la falta de libertad o la sobreprotección.

Sin embargo, un corte de pelo –en distintas circunstancias y por motivos bien diversos– acaba hermanando en una simbólica catarsis a estas tres almas rotas, aunque animadas todavía a preguntarse con la canción: “¿Quién dijo que todo está perdido?”. Y, al son de esa música, responderse con esperanza renovada: “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. El mismo órgano que acompasa el despliegue sensorial y emotivo de esta plástica película.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: De tu ventana a la mía.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Paula Ortiz.

FOTOGRAFÍA: Miguel Ángel Amoedo.

MÚSICA: Avshalom Caspi.

PRODUCCIÓN: Kike Mora y Raúl García.

INTÉRPRETES: Maribel Verdú, Leticia Dolera, Luisa Gavasa, Roberto Álamo, Fran Perea, Pablo Rivero, Carlos Álvarez-Novoa, Ramón Barea, Cristina Rota, Luis Bermejo, Álex Angulo.

En el nº 2.793 de Vida Nueva.

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