La hambruna agrava el expolio sufrido por la mexicana Sierra Tarahumara

El obispo Rafael Sandoval alza la voz como pastor de los indígenas

El obispo Rafael Sandoval visita la zona de la Sierra Tarahumara

El obispo Rafael Sandoval, de visita en la zona

PABLO ROMO CEDANO. MÉXICO DF | Ante los rumores que aseguraban que el pasado 15 de enero, en la Sierra Tarahumara (México), se habían suicidado, arrojándose a un barranco, un grupo de indígenas rarámuris –se llegó a decir que hasta 50–, y todo ello a causa del hambre que padecían, distintas asociaciones, incluidas varias parroquias, se movilizaron para enviar víveres cuanto antes a las comunidades locales.

En la Sierra Tarahumara, al suroeste del Estado de Chihuahua, vive el pueblo rarámuri –antes denominado tarahumara–. Este pueblo convive con otros pueblos indios más, como los o’obas o pimas, los guarojío y los ódames o tepehuanes, y con numerosos mestizos. Por decenios, ha contado con la presencia evangelizadora de los padres jesuitas. De hecho, la región, de 65.000 kilómetros cuadrados, pasó a ser prelatura apostólica en 1958 y, desde 1993, diócesis, siendo su primer obispo José Llaguno.

El prelado actual, Rafael Sandoval, acaba de publicar una carta pastoral en la que, además de desmentir las noticias “alarmistas”, busca ofrecer “una palabra, aunque limitada, que dé cierta luz, aliento y esperanza”. De hecho, la misiva es, con sutileza y amor, un escrito devastador ante la manipulación y el uso mediático de los pueblos indios, al tiempo que critica las causas de una hambruna que “se agudizó con el tratado de libre comercio con los Estados Unidos”.

Junto con el hambre, que teme que pueda agravarse el próximo verano, por la sequía, Sandoval señala que hay desnutrición, enfermedad y mortalidad infantil.

Un pueblo explotado

La paradoja es que se trata de “una región muy rica”, pero de la cual se han extraído sus enormes riquezas de oro, cobre, plata, madera y paisajes.

Pese a que son muchos los que se han enriquecido con ello, “de todo esto, los pueblos indígenas –dueños ancestrales de este territorio– no reciben más que los efectos negativos: explotación de sus personas y pocos empleos mal pagados, como limosnas miserables y una terrible destrucción social y ecológica, y aun la muerte”.

En el nº 2.791 de Vida Nueva. La hambruna agrava el expolio sufrido por la mexicana Sierra Tarahumara, íntegro para suscriptores

Compartir