‘La invención de Hugo’: sueños de relojero

La invención de Hugo - fotograma de la película

La invención de Hugo - fotograma de la película

J. L. CELADA | Que una tarde cualquiera de domingo podamos disfrutar del 3D, no solo se lo debemos a esas gafas que –previo pago de un suplemento– nos entregan a la entrada del cine, sino, sobre todo, a los pioneros de un arte que, hace más de un siglo, iluminaron la sala oscura con los primeros fotogramas en movimiento.

Conviene no despreciar esta perspectiva histórica para entender –y valorar– en su justa medida el último trabajo de Martin Scorsese. De lo contrario, La invención de Hugo acabará engrosando la nómina de títulos inclasificables, en género y público, donde van a parar tantas bellas historias sin alma.

Un libro juvenil ilustrado, La invención de Hugo Cabret (SM), de Brian Selznick, presta la letra –y el espíritu– a esta superproducción, lo cual no significa que sus potenciales espectadores se sitúen en la franja de edad del original literario.

La mano maestra del veterano realizador introduce la pausa (necesaria, aunque a ratos excesiva) en un relato que, impulsado por el brillante espectáculo tridimensional de una ciudad casi de fantasía, se eleva en busca de un auditorio adulto… y cinéfilo. Que su protagonista sea un niño es, quizá, solo un modo de decirnos que debemos recuperar la mirada infantil de asombro para descubrir en todo su esplendor la magia del celuloide.La invención de Hugo - fotograma de la película

La estación ferroviaria de Montparnasse (minuciosamente recreada en imágenes, como su librería, su juguetería o la biblioteca de la Academia de Cine) es el lugar de paso de una curiosa fauna de viajeros, empleados y clientes asiduos, pero también el hogar del pequeño huérfano que aquí guiará nuestros pasos y la propia narración.

Sus ojos, cual ventanales abiertos al París de los años 20-30, nos trasladan a los albores de la cinematografía: la que inventaron los hermanos Lumière como notarios de la realidad, con la Llegada de un tren, y la que “perfeccionaron” a base de imaginación gentes como Georges Méliès y su ya inolvidable Viaje a la luna.

Será este cineasta –antes mago, ilusionista y fabricante de autómatas– quien, en sus últimos días, tras ser apartado del oficio por la guerra, muestre al chaval ese poder que tiene el cine de capturar los sueños.

Sin embargo, la aventura del hijo del relojero, tratando de “reparar” la memoria de su padre muerto, no solo se erige en nostálgico homenaje a esa fábrica de sueños que era el set de rodaje. Su empeño le hará sentirse una pieza más en la gran máquina del mundo, donde cada invención –incluida esta de Hugo Cabret– tiene un propósito: transportar pasajeros (el ferrocarril), dar la hora (el reloj) o, simplemente, recordarnos que es posible soñar a plena luz del día (esta película), siempre que alguien siga dispuesto a atrapar ese instante con su cámara. ¡Gracias, Mr. Scorsese!

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Hugo.

DIRECCIÓN: Martin Scorsese.

GUIÓN: John Logan, sobre el libro La invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick.

FOTOGRAFÍA: Robert Richardson.

MÚSICA: Howard Shore.

PRODUCCIÓN: Johnny Deep, Tim Headington, Graham King y Martin Scorsese.

INTÉRPRETES: Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Asa Butterfield, Chlöe Grace Moretz, Ray Winstone, Emily Mortimer, Christopher Lee, Helen MacCrory, Jude Law.

En el nº 2.791 de Vida Nueva.

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