El consistorio se celebra en un ambiente de tensión

consistorio creación 22 nuevos cardenales febrero 2012

Benedicto XVI pide unidad y colaboración a los 22 nuevos cardenales

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ANTONIO PELAYO. ROMA | Más que sobre los 22 nuevos cardenales, la mirada de todos los observadores se ha concentrado este fin de semana en Benedicto XVI. Todos querían detectar en el anciano Pontífice algún síntoma indicador de su estado de ánimo en unos momentos de especial agitación en su entorno y de extremas exageraciones en algunos medios de comunicación.

Durante las ceremonias que ha presidido con ocasión del consistorio –las dos reuniones con el Colegio Cardenalicio el 17, la “capilla papal” para el nombramiento de nuevos cardenales el 18 y la misa con los neopurpurados el 19, Festividad de la Cátedra de San Pedro–, el rostro de Joseph Ratzinger se ha mostrado siempre sereno, ligeramente velado de tristeza en algunos momentos, iluminado por la importancia de los grandes compromisos que esperan a la Iglesia de Jesucristo en el futuro inmediato.

Lo sintetizaba bien Luigi Accatoli el lunes 20 en el Corriere della Sera: “El rostro apacible y la mirada a veces apenada con que Joseph Ratzinger se ha mostrado en las celebraciones del sábado y de ayer indican el espíritu con que el hombre afronta su batalla”.

No estamos, pues, ante un Papa que se rindeo que se deja influenciar por corrientes de clanes, por muy fuertes que estas puedan aparecer.

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El viernes, en la jornada de oración y reflexión con los cardenales

Según el portavoz vaticano, de los actuales 213 miembros del Colegio Cardenalicio, 133 estaban presentes en el Aula del Sínodo el día 17, para la Jornada de Oración y Reflexión (las ausencias estaban justificadas). Todos, incluido el Papa, escucharon con interés la vivaz intervención del arzobispo de Nueva York, el neocardenal Timothy M. Dolan, sobre El anuncio del Evangelio hoy: entre la ‘missio ad gentes’ y la Nueva Evangelización.

Ponencia basada en los siguientes puntos: todo hombre incluso secularizado tiene dentro como una chispa de interés por el más allá y reconoce que la humanidad y la creación serían un enigma absurdo sin un cierto concepto de “creador”; esto nos da valor y confianza para “realizar el sagrado deber de la misión y de la Nueva Evangelización; triunfalistas no, seguros sí”; Dios no sacia la sed del hombre con un concepto, sino con una Persona que se llama Jesús que nos dice que Él es la verdad; y “el evangelizador, el misionero, deben ser personas alegres”.

Después de otra relación del arzobispo Salvatore Fisichella sobre el Año de la fe, hubo tiempo para numerosas intervenciones (se nos ha dicho 27, pero no los nombres) sobre los temas más diversos: la Iglesia en China, el diálogo religioso en la India, la importancia de la religiosidad popular en la evangelización de América Latina, la emergencia educativa, la lucha contra la pobreza, la renovación de la catequesis o la actualidad del Concilio Vaticano II como brújula para el camino de la Iglesia de hoy.

El Papa dirigió a todos unas palabras de clausura resaltando “la importancia del Vaticano II para redescubrir la contemporaneidad de Jesús y de la fe”, y proponiendo como lema del Año de la fe: Viviendo la verdad en la caridad.

Durante las pausas de los trabajos y almuerzos, los cardenales han formado corrillos en los que, sin duda, han repasado y comentado algunos de los últimos “incidentes” que han sorprendido a Roma y al mundo, intercambiando sus puntos de vista, pero sin transmitir nada al exterior.

“Lógicas profundamente contrarias”

A las 10:30 h. del sábado, la Basílica vaticana era un hervidero de invitados, gentilhombres, agentes de seguridad y prelados de todas las categorías; destacaba la impresionante masa rojo-púrpura de los cardenales, que ocupaban la parte delantera de la nave central. A la derecha del altar estaban las once delegaciones oficiales que asistían al consistorio. La española la presidía el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, acompañado por la embajadora ante la Santa Sede, Mª Jesús Figa.

consistorio creación 22 nuevos cardenales febrero 2012 - Dolan y Bertone

El arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, y el cardenal Bertone

En su alocución, Benedicto XVI recordó a los 22 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio que han sido elegidos para “ser servidores eminentes de la Iglesia que tiene en Pedro el fundamento visible de la unidad (…). Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente contrarias se enfrentan en todo tiempo y lugar. No hay ninguna duda sobre el camino escogido por Jesús (…). Que vuestra misión en la Iglesia y en el mundo sea siempre y solo ‘en Cristo’, que responda a su lógica y no a la del mundo, que esté iluminada por la fe y animada por la caridad”.

Al final hizo a todos los presentes esta súplica, que desmiente por sí sola cualquier pensamiento de dimisión de sus funciones, como se ha especulado recientemente: “Y pedid también por mí, para que pueda ofrecer siempre al Pueblo de Dios el testimonio de la doctrina segura y regir con humilde firmeza el timón de la santa Iglesia”.

Una vez que el Papa leyó los nombres de los cardenales, estos hicieron su profesión de fe y prestaron, en latín, juramento de obediencia al Papa y a sus sucesores, comprometiéndose igualmente “a no manifestar a nadie lo que se me ha confiado para custodiarlo, y cuya revelación podría causar daño o deshonor a la Iglesia”.

A continuación, los 22 nuevos purpurados fueron acercándose al Santo Padre, que les impuso el birrete rojo y el anillo (con un nuevo diseño, que representa a los apóstoles Pedro y Pablo), y se les entregó el diploma con el que se les asigna a cada uno el título de una iglesia de Roma.

El primero de la lista era Fernando Filoni, exsustituto de la Secretaría de Estado y actual Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Le seguían el exnuncio en Madrid, Manuel Monteiro de Castro, y el español Santos Abril y Castelló. Los cuatro últimos eran los octogenarios, incluido el jesuita alemán Karl Jozef Becker, del que se dijo que no iba a poder asistir a la ceremonia por razones de salud.

Cena en la Embajada española

A media tarde tuvieron lugar las populares visitas de cortesía a los nuevos cardenales (llamadas antes “visitas de calor”, por las efusiones a las que dan origen) y por la noche, en el Palazzo di Spagna, la embajadora ofreció una cena en honor de Santos Abril.

consistorio creación 22 nuevos cardenales febrero 2012 - Braz de Aviz

El neocardenal Joao Braz de Aviz

Asistieron los miembros de la misión oficial del Gobierno; los cardenales Antonio Cañizares, Antonio Mª Rouco, Lluís Martínez Sistach, Carlos Amigo y José Manuel Estepa; arzobispos, obispos y oficiales españoles de la Curia romana y una decena de obispos llegados de España.

En el saludo, el ministro del Interior se hizo portavoz de la personal felicitación de Su Majestad el Rey (canónigo honorario de la Basílica de Santa María la Mayor) al nuevo cardenal y arcipreste de dicha basílica, tan ligada a la historia de España.

“Puedo decir –aseguró el purpurado turolense– que no soy, como se creía, el primer español arcipreste del templo. Lo fue hace siglos Rodrigo de Borja, que luego sería Papa con el nombre de Alejandro VI, y en el siglo XIX lo fue otro cardenal español”.

No sin cierta emoción, agradeció al Santo Padre su nombramiento, y al Rey y al Gobierno sus felicitaciones, deseando que se establezca un diálogo Iglesia-Estado basado en una sana laicidad y leal colaboración al servicio de quienes son al mismo tiempo ciudadanos de un Estado y miembros de una Iglesia.

Ya el domingo, a las 9:30 h., Benedicto XVI presidió la concelebración eucarística con los 22 nuevos cardenales, en nombre de los cuales manifestó su agradecimiento el ya eminentísimo cardenal Filoni. El Pontífice –que no dio muestras de especial cansancio en ningún momento– pronunció una larga homilía inspirada en el pasaje del Evangelio de Mateo en el que Cristo transmite a los apóstoles y a Pedro en particular “la misión que pretende confiarles, la de ser ‘piedra’, la ‘roca’, el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia”.

Luego hizo una hermosa glosa del altar de la cátedra de Bernini: “La ventana del ábside abre la Iglesia hacia el exterior, hacia la creación entera, mientras que la imagen de la paloma del Espíritu Santo muestra a Dios como la fuente de la luz. Pero se puede subrayar otro aspecto: en efecto, la Iglesia misma es como una ventana, el lugar en el que Dios se acerca, se encuentra con el mundo. La Iglesia no existe por sí misma, no es el punto de llegada, sino que debe remitir más allá, hacia lo alto, por encima de nosotros. La Iglesia es verdaderamente ella misma en la medida en que deja transparentar al ‘Otro’, del cual proviene y al cual conduce”.

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Encuentro con los cardenales el lunes 20 de febrero

En otro pasaje recalcó que “todo en la Iglesia se apoya sobre la fe; los sacramentos, la liturgia, la evangelización, la caridad. También el derecho, también la autoridad en la Iglesia se apoya sobre la fe. La Iglesia no se da a sí misma las reglas, el propio orden, sino que lo recibe de la Palabra de Dios, que escucha en la fe y trata de comprender y vivir”.

A la hora del Angelus, el Papa hizo una ligerísima alusión al clima de tensiones que algunos se han empeñado en crear, pidiendo a la Virgen “que me ayude a mí y a mis colaboradores a trabajar sin descanso por la unidad del Pueblo de Dios y para anunciar a todas las gentes el mensaje de la salvación, cumpliendo con humildad y valentía el servicio de la verdad y la caridad”.

A mí me parece que estas palabras son la mejor definición de cómo Ratzinger comprende y explica con palabras sencillas su misión papal. Y desde ellas se comprende mejor que le interese muy poco, por no decir nada, toda la polvareda que algunos levantan en su entorno.

El director de L’Osservatore Romano, Gian Maria Vian, escribía el 15 de febrero: “Hoy, a 30 años del inicio del período romano de este manso pastor que no se echa atrás ante los lobos, es nítido el perfil de la madurez de un pontificado que pasará a la historia disolviendo como humo estereotipos que se resisten a morir y contrastando comportamientos irresponsables e indignos”.

  • Opinión: Púrpura, por Antonio Pelayo

En el nº 2.790 de Vida Nueva.

 

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