Donde mensajes e información son abundantes, el silencio es esencial

En un viaje de 4 horas me correspondió compartir puesto con una señora avanzada en años, que sólo cuando aterrizó el avión dijo: bendito sea Dios, llegamos bien.

Durante el vuelo a pesar de leer, rezar y jugar para hacer el tiempo más llevadero, lograba observarla y notaba en ella mucha tranquilidad. Sentía que disfrutaba de un silencio provocado voluntariamente. Silencio que transmitía demasiadas cosas a la vez. Por ejemplo, que la ausencia de palabras no era sinónimo de falta de comunicación, al contrario me permitía reflexionar que algunas veces hemos hablado mucho y escuchado poco. Que al querer decirlo todo con nuestras palabras nos negamos espacios donde podemos compartir entusiasmo, alegría, serenidad, fortaleza, amor y esperanza.
A lo mejor de personas como éstas, no recibamos consejos, historias, ni opiniones sobre las noticias o encuestas, sencillamente es agradable sentirse cerca de ellas, el ambiente que crean favorece la escucha de un mensaje tan fuerte y tan profundo que al final aceptamos responder en sus mismos códigos.
Inmersos en un mundo que se mueve entre la prisa y el ruido, resulta muy oportuno el mensaje que su Santidad Benedicto XVI nos regala este año para la 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Silencio y palabra: camino de evangelización”.
Sin duda, según el Santo Padre estamos frente a la grandeza del silencio en el corazón de la comunicación. Pues “cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado”.
El presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Monseñor Claudio María Celli, hace ver que “en nuestra cultura existe el riesgo de no escuchar la pregunta del otro y de querer imponer respuestas prefabricadas”.
Por ello, el Papa insiste en la búsqueda de sitios, aplicaciones y redes para vivir momentos de auténtica reflexión. Encontrar espacios de silencio que nos permitan escuchar a Dios, a nosotros mismos y a los demás. Para que esto ocurra, “es necesario desarrollar un entorno adecuado, una especie de ‘ecosistema’ que mantenga un equilibrio justo entre el silencio, las palabras, las imágenes y los sonidos”.
Cuando el profeta Elías buscaba desesperadamente a Dios lo encontró no en el terremoto, ni en el huracán, ni en el fuego, sólo en una brisa tenue, en un susurro apenas audible (1Re. 19, 11 – 13). Al fin y al cabo en los ambientes ruidosos difícilmente se puede escuchar a Dios. Así nos lo enseña Jesús, quien en muchas ocasiones se retiraba del bullicio y en ambientes de silencio hablaba con su Padre, lo que le favorecía conocer su voluntad y llevarla a cabo. Las decisiones más delicadas las toma Jesús después de un prolongado silencio que se hacía oración: la elección de sus discípulos (Lc. 6, 12 – 16); cuando perdona a la mujer adúltera (Jn. 8, 1 – 11) y finalmente ante la cercanía de su pasión y muerte (Lc. 22, 39 – 46).
Señores comunicadores, disfrutemos de la grandeza del silencio en la comunicación. ¿Qué sería de la música sin los silencios, sin esas pausas de descanso y armonía? ¿Qué sería de un periodista que sólo habla y no desea escuchar? Recuerden que “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” (William Shakespeare).
Si no acudimos al silencio para saber escuchar, seguiremos presenciando un escenario rico en tecnologías pero contaminado por mensajes e informaciones que sólo contienen ruido, gritos, calumnias y ofensas que ponen en entre dicho la comunicación y conducen al irrespeto y al desconocimiento del otro.
El Papa advierte a periodistas y comunicadores que «allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil o superficial».

José Elver Rojas H. Pbro. Director Comunicaciones Conferencia Episcopal de Colombia

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