Educación, una reforma que no puede esperar

José Ignacio Wert, ministro de Educación

manos levantadas alumnos estudiantes

JOSÉ LUIS PALACIOS | Es el verdadero motor del cambio social y económico. Pero también el objeto de deseo de los Gobiernos. ¿Podrá lograrse, por fin, en esta legislatura, el anhelado pacto educativo que nos saque del furgón de cola de Europa? A nadie se le escapa el papel fundamental de la educación en el futuro de la sociedad. Tampoco al nuevo Gobierno, cuyo ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, comenzó su intervención el día 31 de enero en la Comisión Parlamentaria de Educación, donde adelantó las preocupaciones de su departamento, destacando que “la educación es una prioridad absoluta” del Ejecutivo de Mariano Rajoy. A fondo: [Educación, una reforma que no puede esperar – Extracto]

La modificación de los contenidos de la controvertida Educación para la Ciudadanía (EpC) ha acaparado los focos, desviando la atención sobre los verdaderos retos del actual modelo educativo. Sin embargo, Wert ha ido bastante más allá de la precoz polémica, al lanzar el guante a la comunidad educativa y a la oposición política para acordar la próxima reforma educativa.

“Nuestra voluntad de entendimiento es sincera”, declaró. Y, como “prueba”, ofreció el no haber caído en “la tentación de aprovechar la amplia mayoría que nos han confiado los españoles para aprobar una nueva ley general educativa” –lo que sí hizo el Gobierno de Zapatero– bajo la premisa de que “no sería bueno que la educación española pasara de nuevo por un trance que solo genera inestabilidad y desconcierto”.

Precisamente, si en algo coinciden todos, es en la necesidad de dotar de estabilidad al modelo educativo. Jesús Sánchez, de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), mayoritaria en la enseñanza pública, afirma que “sería interesante que toda la comunidad educativa, incluida la familia, pudiéramos poner sobre la mesa un acuerdo de mínimos. No puede ser que cada Gobierno nuevo cambie las leyes según lo que se le ocurre”.

alumna en la escuela educaciónAunque no se le escapa la dificultad de la empresa, dado que durante el mandato del ministro Ángel Gabilondo, “cuando pensamos que era posible, se vino abajo”. Con todo, Sánchez adelanta que, en su organización, “estamos abiertos al diálogo”.

En muy parecidos términos se expresa Luis Carbonell, de la Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA): “Sería conveniente, pero la historia reciente demuestra que no es factible. Por eso habría que ir a conseguir pequeños acuerdos y acuerdos sectoriales, fundamentalmente con las confederaciones de padres y con los representantes de los profesores”.

Para Luis Centeno, portavoz de Escuelas Católicas, “sería necesario y muy positivo dedicar las energías a los asuntos realmente importantes en educación, dejando a un lado los intereses partidistas”. Para ello, “haría falta una clara voluntad política y de los distintos sectores sociales. Escuelas Católicas está dispuesta a intentarlo”.

Aunque deseado por todos, el consenso no parece fácil. Para Carlos Esteban, director de la revista Religión y Escuela y titular de Pedagogía de la Religión en el Centro Universitario La Salle, en la Universidad Autónoma de Madrid, “el pacto educativo es recurrente y son muchas las ocasiones en las que se ha hablado de ello en nuestra sociedad. Para plantearlo con seriedad, hay que tener una notable responsabilidad política en la gestión educativa. La última ocasión, solo hace tres años, fue un brindis al sol”.

Por eso cree que, “más que un pacto educativo, difícilmente posible en nuestra sociedad sin una mayor altura de miras, lo que habría que reclamar es una mayor lealtad política entre los partidos en su política educativa. Toda la legislación vigente en educación, incluso la universitaria, procede del mismo partido. Parece más lógico, en una sociedad plural, que haya un mayor equilibrio legislativo”.

“Para plantear con seriedad el Pacto Educativo,
hay que tener una notable responsabilidad política
en la gestión educativa”.
Carlos Esteban.

De equilibrios difíciles y tensiones sabe bastante Alejandro Tiana, secretario de Estado de Educación con el primer Gobierno socialista que elaboró la Ley de Educación. Consciente de que “no es fácil llegar a unanimidades, dadas las diversas concepciones individuales y sociales que existen de la educación”, vería bien “un pacto de funcionamiento básico, al margen del ideario de cada cual, para contar con una sólida arquitectura del sistema”.

Con todo, recuerda que el consenso básico ya está establecido en la Constitución de 1978, que, “aunque a veces se olvida, consagró al mismo nivel el derecho a la educación y la libertad de elección”.

Las constantes turbulencias en el diseño educativo dañan el sistema. El que fuera director del Colegio Claret de Barcelona, Xavier Melgarejo, especialista en el admirado modelo finlandés, insiste en que “tiene que haber continuidad para evitar el desconcierto y la sensación de estar siempre en la casilla de partida o jugando al pimpón. Habría que llegar a un pacto entre los dos grandes partidos nacionales”, por lo que propone “buscar información de lo que funciona e intentar aplicarlo lo mejor posible”.

“Hay que pactar los objetivos iniciales y entender que nos encontramos en la sociedad del conocimiento y de la información, y que debemos encontrar la industria que puede desarrollar nuestra sociedad. Para ello hay que generar conocimiento y aprender a trabajar en equipo. De lo contrario, seguiremos en el siglo XIX o en el XX, mientras otros países nos pasan por delante”, sentencia Melgarejo.

Un pensamiento que ha llevado al filósofo José Antonio Marina a suspirar, como viene haciendo en diversos foros, por un organismo educativo de tipo técnico e independiente, al estilo del Banco de España, dada la incapacidad de los políticos a ponerse de acuerdo en una materia tan básica.

¿Cuestión de mérito?

profesor con niños pequeños educación escuelaEl ministro Wert ha explicado que la reforma “va encaminada a una mejora sustancial de la calidad, manteniendo y reforzando la equidad básica, que es la igualdad de oportunidades”. Esto implicará que “los alumnos que presenten necesidades educativas específicas serán atendidos específicamente, pero, a la vez, también abriremos vías y oportunidades a los que destacan por sus capacidades o su trabajo”.

En sintonía con estas palabras, Carbonell, el portavoz de CONCAPA, explica que “el sistema actual –bienintencionado pero erróneo–, con la idea de buscar la equidad, ha pretendido que todos los alumnos obtuviesen los mismos resultados, para lo que ha rebajado la exigencia, admitiendo incluso pasar de curso con cuatro asignaturas suspensas o que los alumnos puedan acordar no ir a clase, por poner algún ejemplo”.

Desde la CEAPA, Sánchez niega la mayor: “Sí se valora el mérito. España es uno de los países con mayor número de suspensos y repetidores. El que se esfuerza, obtiene justa recompensa en su expediente”.

Más matizada es la visión de Escuelas Católicas: “La situación está cambiando. Pero estamos en un país de contrastes. De un excesivo rigor se pasó a una permisividad peligrosa, con ausencia de evaluaciones e indicadores, ni siquiera para los alumnos y sus familias. Lo importante es llegar al equilibrio y estamos en camino”.

Para el pedagogo Carlos Esteban, las alusiones al mérito “forman parte de un discurso un tanto antiguo. Aunque haya que mejorar la educación, y aunque haya que proponer algunos valores desprestigiados en las dos últimas décadas, dudo que, para construir el futuro, sirvan los viejos discursos. Hay que fortalecer planteamientos más educativos”.

Aún más tajante se muestra Alejandro Tiana: “Es un tópico. No sé de profesores que regalen los aprobados. De hecho, los datos indican lo contrario. En realidad, de lo que debería hablarse es de quién hace ese esfuerzo, porque no solo se debe exigir al alumno; también a los profesores, al centro, al sistema…”.

La formación del profesorado, fundamental

No parece desencaminado el ex secretario de Estado cuando anuncia que “los docentes van a ser protagonistas destacados de las reformas a emprender. La calidad del profesorado es un factor clave a la hora de mejorar los resultados de un sistema educativo. Ningún sistema puede ser mejor que su profesorado”.

“La calidad del profesorado es
un factor clave a la hora de mejorar
los resultados de un sistema educativo.
Ningún sistema puede ser
mejor que su profesorado”.
Alejandro Tiana.

Es esta una reivindicación que se repite cíclicamente. El profesor y psicólogo Melgarejo apuesta por cambiar la formación del profesorado, incluso antes de llegar a las facultades: “Hay que seleccionar bien a los futuros responsables de la educación de las próximas generaciones. Como mínimo, les exigiría que quieran a la gente; que tuvieran las mejores notas posibles, al menos en Lengua castellana y en las cooficiales de cada comunidad; si además dominan el inglés, mejor que mejor. Pensemos que no sirve de mucho poseer grandes conocimientos si no se saben transmitir”.

Igualmente Carbonell, de la asociación católica de padres y madres de alumnos, reclama que “se seleccione a los mejores como profesores”, pero también “terminar con la ideología y sectarismo que subyace en el modelo actual de escuela comprensiva y construir otro basado en la calidad y la libertad, donde se busque la excelencia, el esfuerzo y el mérito; y donde se implique más a la familia, reconociendo y premiando el esfuerzo del alumno”.alumna estudiante en la escuela examen

Los centros reclaman más autonomía

El otro aspecto que concita un alto grado de consenso es la necesidad de dotar a los centros de más autonomía. Luis Centeno, de Escuelas Católicas, ve necesario “disminuir el peso de la Administración y confiar más en la autonomía de los centros, en su vertiente pedagógica, organizativa y de gestión. Hemos empleado horas y horas de funcionarios a controlar si los colegios concertados impartían o no una hora más del horario básico, o en precisar si el déficit de la partida de ‘Otros Gastos’ era de 30.000 o de 35.000 euros en un colegio, o en prohibir a un profesor impartir clase de Lengua cuando lo llevaba haciendo 10 años…”.

Desde la experiencia de haber dirigido nueve años el colegio de los claretianos en Barcelona, Melgarejo afirma que hay que “dotar a los directores de los centros de capacidad de actuación y decisión, y replantearnos el papel de la Inspección. España, junto con Portugal, es el país de Europa donde menos pintan. Tiene que haber proyectos evaluables tanto por los profesores como por los alumnos y los padres. Hay que insistir en una formación posterior de los profesores. Es fundamental que el responsable del centro pueda dirigirlo, seleccionar al profesorado y contar con un equipo que le respalde. Le debemos exigir al profesorado tanto como a los alumnos”.

El propósito del ministro Wert parece ir en esta línea, pues reconoció su deseo de “impulsar la autonomía de los centros educativos en el plano organizativo, curricular y de gestión económica”. “Por supuesto –añadió–, este incremento de autonomía exige, a su vez, un incremento en su rendición de cuentas. Con ello queremos desarrollar programas de innovación educativa y crear centros de especialización curricular que ofrezcan diferentes proyectos educativos”.

Coincide con el ministro Alejandro Tiana, quien reconoce que “hay dos áreas en las que no ha habido el desarrollo necesario: el funcionamiento de los centros para que mejoren en flexibilidad y el compromiso del profesorado en la mejora de la organización”.

Polémico Bachillerato

Mucho más controvertida es la opción elegida de aumentar el Bachillerato en un año, suprimiendo el último de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). El presidente de la CEAPA no oculta su disgusto, al entender que la prioridad “no es tanto aumentar el Bachillerato a tres años, como ofrecer un Bachillerato que pueda ser cursado por todos, que quien necesite tres años lo haga en tres años; que quien deba cursarlos arrastrando asignaturas, lo haga; y, sobre todo, que permita la movilidad entre itinerarios diferentes, como vasos comunicantes; que cuando haya fracaso escolar, pueda compensarse con diversificación, con una cualificación inicial de FP, volver a los grados medios, en constante permeabilidad para que no se pierda ningún alumno en dificultades, ya sea por la edad, el entorno social u otras circunstancias que afecten a su formación…”.

“El incremento de autonomía a los centros exige, a su vez,
un incremento en su rendición de cuentas.
Con ello queremos desarrollar programas de innovación educativa
y crear centros de especialización curricular
que ofrezcan diferentes proyectos educativos”.
José Ignacio Wert.

El exsecretario socialista, aunque admite que el modelo de tres años de ESO y otros tres de Bachillerato puede tener sus ventajas, juzga que “ahora resulta inconveniente, porque en un contexto de recortes, cualquier cambio estructural genera tensiones en el sistema. Basta con pensar en los centros de Bachillerato de las zonas rurales, que habrá que ver si incorporan el nuevo curso, o en aquellos centros, tanto públicos como concertados, que no cubrían el Bachillerato”.

En la misma línea se manifiesta Escuelas Católicas, que en una nota de prensa afirmaba que, a pesar de coincidir “en que es necesario potenciar el Bachillerato, de manera que los alumnos adquieran la necesaria formación preparatoria de sus estudios universitarios o técnicos”, señalaba que “este mismo objetivo se puede conseguir con distintas alternativas, evitando generar un gravísimo problema estructural en los centros de Secundaria, especialmente, en los centros concertados”.

No solo alegan el caos organizativo que se avecina (Escuelas Católicas cifra en 1.071 sus centros educativos que finalizan su oferta en 4º de ESO, sin continuidad en Bachillerato, con el peligro de perder aulas), sino también “dudas prácticas y jurídicas en los centros concertados de ESO con Bachillerato sin concierto”.

José Ignacio Wert, ministro de Educación

El nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert

Más razonable les parece la implantación de “un año obligatorio de Educación Secundaria Preparatoria propedéutico(curso preparatorio de Bachillerato o FP, que sería como 1º de Bachillerato)”, con el objetivo de que, “al finalizar esta etapa obligatoria, a los 16 años, se obtendría el título correspondiente. O, incluso, la prolongación del Bachillerato a tres años, en las edades correspondientes a 16-19 años, sin reducir la ESO, tal y como tienen países de nuestro entorno, como Alemania, Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Polonia, etc”.

El pacto, ¿más lejos?

Las intenciones del nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert, han quedado, sin embargo, empañadas por un primer traspiés político, más que comprensible dada su inexperiencia en estas lides, al resucitar controversias estériles sobre EpC y proponer un nuevo diseño de las etapas educativas sin prever suficientemente su impacto en la organización de la enseñanza. De modo que el ya de por sí difícil, por más urgente que se antoje, pacto educativo, parece hoy un poco más lejos.

Con todo, hay tiempo y margen para reconducir la situación. Es mucho lo que está en juego. Cuantos más sectores de la sociedad participen en la construcción de las soluciones que demandan los tiempos, más posibilidades de éxito. Después de todo, como insiste una y otra vez José Antonio Marina, rescatando un proverbio africano, “para educar a un niño, hace falta toda la tribu”.

En el nº 2.788 de Vida Nueva.

 

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