¡Dadme un titular, yo pondré la guerra!

Ricardo Blázquez arzobispo de Valladolid

Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Estos días se ha repetido la mítica frase de Randolf Hearts a su corresponsal en Cuba: “¡Dadme un titular; yo pondré la guerra”. Y el periodista, ya advertido, corrió a llamar a la agencia. Era un titular apetitoso: “Primer choque de trenes entre la Iglesia y el Gobierno”, “El arzobispo de Valladolid no quiere a una pregonera casada por lo civil”. Se enfadan en Génova y apoyan en Ferraz. Se movilizan las redes sociales y no hay otro tema de conversación mediática en la tarde del pasado martes.

Ricardo Blázquez está en Madrid ese día. Sonríe y calla. Y tiene que intervenir haciendo públicas las conversaciones de la comida a la que invitó a los periodistas vallisoletanos para celebrar la fiesta del patrón, san Francisco de Sales. Queda desmontada la exclusiva del plumilla que agradece la invitación corriendo con la navaja en la boca.

En la grabación aparece claro: el arzobispo no pide ser concejal ni diputado, sino intervenir en los temas de su casa que se celebran en su catedral.

Urge, más con populares que con socialistas, el derecho de la Iglesia a intervenir, decidir y opinar en actos que, aunque tengan un matiz literario y cultural, su texto y contexto están en la Iglesia y en sus templos.

Se ha repetido ya antes y volverá a repetirse, de no remediarlo. Tenemos pendiente esta asignatura: que los políticos no usurpen el lugar que le corresponde a la Iglesia y no busquen las audiencias perdidas en los espacios sagrados. Que los gobiernos se dediquen a sacarnos de la crisis. Nosotros nos dedicaremos a alentar a quienes la sufren. No deben ser los alcaldes, por muy católicos que digan ser, los que decidan quiénes han de pregonar esta o aquella fiesta religiosa. Y esto no se puede consentir, lo diga Agamenón o su porquero.

En el nº 2.786 de Vida Nueva.

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