Entrevista con el vicecustodio de Tierra Santa
FAUSTINO CATALINA | Un total de 41 años en Tierra Santa, seis guerras, dos intifadas y una vocación franciscana de entrega al cuidado y promoción de los Santos Lugares, junto con el acompañamiento de los cristianos que viven en minoría entre grandes dificultades, son el sello de presentación de un palentino, actual vicecustodio de Tierra Santa, fray Artemio Vítores, ofm.
“La presencia de España en Tierra Santa es fundamental, y si hoy podemos cuidar y oficiar en los Santos Lugares, es gracias a los franciscanos y a los españoles, sobre todo a los Reyes de España”.
Con esta rotundidad nos resume fray Artemio la importancia de la presencia y colaboración de España, al recordarnos que durante cinco siglos (1350-1850), el 80% de las ayudas que hasta allí llegaron tuvieron su origen en el decidido apoyo de los monarcas españoles.
Unos reyes creyentes, con un amor especial por los Santos Lugares y la orden franciscana. “Isabel la Católica –nos recuerda el vicecustodio– ordenó ser enterrada con el hábito franciscano, y la reina Isabel II quiso reactivar el envío y la presencia de los frailes franciscanos en Tierra Santa con la creación de los conventos de Priego, Santiago y Chipiona”.
Tras constatar la complejidad política que se vive allí cada día por el conflicto palestino-israelí, fray Artemio recuerda que, aunque en el terreno político los gobiernos no colaboran, España sí ha ayudado, especialmente al pueblo palestino, hasta hace tres años.
“Lo importante, por encima de cuestiones políticas,
son los cristianos que viven aquí, las piedras vivas
que dan un sentido a todos
los que vienen como peregrinos”.
En todo caso, las dificultades allí son crecientes, sobre todo para los cristianos. Solamente en Belén, se calcula que durante la segunda intifada (de 2000 a 2005), el 80% de los padres de familia no tuvieron un salario, y marcharse fue la única solución para muchos de ellos. Un factor añadido es que en los territorios palestinos no existe ni la Seguridad Social ni las pensiones y, por eso, quienes lo consiguen, viven –muchas veces en condiciones infrahumanas– en la vieja Jerusalén, donde el Estado de Israel sí les garantiza esos mínimos derechos.
Futuro difícil e incierto
La situación de los cristianos en Tierra Santa es dramática y lo preocupante es que todo pueda empeorar en el futuro en países como Irak, Egipto o Siria. De hecho, según el vicecustodio, son ya también muchos los musulmanes que en privado expresan su preocupación por la radicalización y extensión del fundamentalismo y las amenazas que puede traer para el futuro de estos países.
Pero lo importante, por encima de cuestiones políticas “es la persona, el cristiano que vive aquí, porque pensamos que esos cristianos son las piedras vivas que dan un sentido a todos los que vienen como peregrinos. Nosotros –subraya fray Artemio– llamamos a Jerusalén la Iglesia Madre, porque para los creyentes es como venir a tu casa y ver a tu madre. Y el día que ella no esté, te faltará algo importante. Por ello, estos cristianos tienen esa misión especial de transmitirnos la fe”.
Por otra parte, la vivienda es el principal “campo de batalla” hoy día en Jerusalén entre las tres grandes religiones monoteístas. A la postre, la que más viviendas tenga en propiedad, será la que más derechos acumule para conseguir en el futuro la capitalidad de la ciudad tres veces santa.
“Hay una carrera frenética por comprar casas, lo que significa que los precios van subiendo a cifras ya astronómicas. Hoy, una casa en renta en la ciudad vieja, de dos habitaciones, cocina, comedor y cuarto de baño, cuesta casi mil dólares al mes; y una casa un poco más grande no se compra ya por menos de medio millón de dólares… ¿Quién los tiene?”, se pregunta en voz alta el franciscano. “Lo grave es que los judíos –más de medio millón de los 750.000 habitantes de la actual Jerusalén– compran y edifican; los musulmanes tienen la ayuda económica de Arabia Saudí para ampliar su presencia; pero ¿y los cristianos, a quién tienen? A nadie”.
Por eso, además de su labor educativa y caritativa, uno de los empeños de la Custodia es recuperar y rehabilitar casas en la ciudad vieja de Jerusalén, donde hay gente que vive bajo tierra, y que solo tienen las ayudas que les llegan de cristianos de todo el mundo.
Son ayudas, según el religioso, para “reconstruir las piedras de la memoria, para que Tierra Santa no se quede sin cristianos, y que ellos, con la ayuda de los frailes, puedan transmitir a los cristianos del mundo que Dios nació en Belén, que se hizo carne en Nazaret, que murió por nosotros en el Calvario y que resucitó para dar un sentido a nuestra vida”.
En el nº 2.785 de Vida Nueva.