Los obispos no hacen valoraciones de las medidas del Gobierno

FRAN OTERO | No suelen valorar los obispos –esta semana, están de Ejercicios Espirituales–, ni siquiera quien pone voz a la Conferencia Episcopal Española (CEE), las medidas económicas de un Gobierno. La respuesta suele ser que no se entra a valorar cuestiones técnicas y se insiste en que toda decisión debe tener en cuenta la dignidad de la persona. De hecho, hay voces dentro de la Iglesia que esperan una mayor implicación episcopal en esta crisis económica, sobre todo, en el campo de la denuncia social.

Así, en todo el periodo de crisis, que se inicia en 2008, la CEE solo ha publicado un documento titulado Declaración ante la crisis moral y económica, en la que exponen que las causas que nos han llevado a esta situación, que golpea con especial virulencia a familias e inmigrantes, son “la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciadas por la economía globalizada”.

La nota también asevera que no es posible el desarrollo sin Dios, que los cristianos están llamados a tomar decisiones y a aliviar la pobreza, y que la Iglesia mantiene su compromiso con la renovación ética de la vida social y económica, y con los pobres.

Un gesto importante es la donación que, con cargo al Fondo Común Interdiocesano, la CEE viene haciendo en los últimos años a Cáritas. Mientras las administraciones públicas reducen las partidas a entidades sociales, la Iglesia las aumenta.

Al margen de la actuación a nivel eclesial, son muchos los pastores que, en el marco de su diócesis, llevan a cabo iniciativas para luchar contra la crisis. Algunos obispos han renunciado a un mes de salario, al igual que muchos sacerdotes, en favor de Cáritas; otros bregan todos los días junto a sus feligreses en la atención más directa.

Merece mención especial la carta que con motivo de la Cuaresma escribieron el año pasado los obispos del País Vasco y Navarra, con el título Una economía al servicio de las personas. Ante la crisis, conversión y solidaridad. Una palabra necesaria y oportuna que no vendría nada mal volver a leer.

En el nº 2.784 de Vida Nueva.

 

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