José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
Redactor jefe de Vida Nueva

La partícula de Higgs y los macarrones con pollo


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JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“… En su preocupación infantil encontré la explicación más sencilla del origen y la esencia de todo lo que somos y de para qué lo somos”.

Había mucha expectación, que se ha traducido, finalmente, en frustración. Andaba hace unos días la comunidad científica internacional muy alborotada a la búsqueda, en un sofisticadísimo laboratorio, del llamado Bosón de Higgs, traducido popularmente como “la partícula de Dios”, porque, se dice, gracias a su hallazgo, se explicaría la interacción entre el resto de partículas y no sé qué fuerzas que permitirían comprender el origen de la masa. Vamos, el todo de la nada, el secreto de Dios…

Partidario del diálogo entre la ciencia y la fe, no piqué en los llamativos titulares de prensa ni presté más atención al asunto (que seguro que será muy beneficioso para el progreso de la humanidad, y lo digo sin ironía), que algunos suelen tratar de reducir, al final, a si Dios existe o no. Para ese misterio, ya me las voy apañando.

Hasta que unos días después, leyendo una carta del obispo de Lleida, se me aceleraron todas mis partículas.

Daba cuenta el prelado de una denuncia sobre el aumento de la pobreza en la diócesis realizada por un colectivo de entidades cristianas de acción caritativa y social. Miembros de esa red le contaban algunos casos que ellos mismos habían visto entre los niños y jóvenes, el colectivo más afectado en estos momentos por la falta de recursos.

Como siempre, testimonios sangrantes, historias de perdedores a los que la vida saca de la carretera y los manda directamente a la cuneta, a la espera de que la prisa no contagie también a los samaritanos del mundo y pasen de largo sin verlos siquiera.

Uno de los testimonios narrados era el de una niña que, en una fiesta, pidió permiso para llevarse el pollo a su casa porque ella ya se había comido los macarrones que le habían dado, y su madre, ese día, no comería nada.

Ahí me acordé del científico Higgs y de su teoría sobre la partícula de Dios. Allí estaba ella –troceadita en pollo– en el gesto pleno de amor de la pequeña. En su preocupación infantil encontré la explicación más sencilla del origen y la esencia de todo lo que somos y de para qué lo somos.

En el nº 2.782 de Vida Nueva. Número especial Navidad–Fin de año 2011